Desde un principio, Alma tuvo la ilusión de ser directora de una de esas orquestas femeninas que hay en algunas cafeterías de Viena, tipo Dommayer, donde la directora emula a cualquiera de los Strauss y hace solos de violín al tiempo que mantiene el ritmo del conjunto. No era extraño, ya que se había criado en un ambiente en el que la música lo era todo. Su padre era Arnold Rosé, violinista de la Orquesta Filarmónica de Viena, y su madre, Justine, hermana del mismísimo Gustav Mahler.

Nacida en noviembre de 1906 en el seno de una familia judía vienesa, recibió el nombre de Alma por iniciativa de su madre como homenaje a su admirada cuñada, compositora como su notable marido. Gustav y su esposa componían una pareja muy desigual, no sólo porque él le superaba en veinte años a ella, sino porque el creador de La canción de la Tierra le hacía sombra a su propia compañera. 

Con el argumento de que no se veía realizada como creadora de música -tal vez fueran celos-, Alma Mahler pidió la separación. Gustav lo tomó tan mal que recurrió al diván de su amigo Sigmund Freud para buscar solución al problema. 

Creó su orquesta con la que hizo frecuentes giras por el extranjero interpretando música de los Strauss

Al no hallarla, se refugió exclusivamente en la música, aunque su salud quedó seriamente dañada. A su muerte, el 18 de mayo de 1911, fue enterrado en Grinzing, junto a los viñedos de Viena. En 1915, su viuda se casó con el arquitecto Walter Gropius, creador de la Bauhaus.

Ello no le impidió ronronear con el pintor Oskar Kokoschka, que le dedicó su lienzo La novia del viento, y, tras una nueva separación, unirse al escritor, también judío, Franz Werfel, autor de la interesante obra Los 40 días de Musa Dagh, en torno al problema étnico de los armenios.  

Una etapa de éxitos

Alma Rosé creció con un violín entre sus manos y con la sabia maestría de un padre que condujo sus pasos hasta que la muchacha consiguió darse a valer en el mundo del espectáculo. La vida parecía sonreírle ya que a los 24 años se casó con el también violinista checo Vasa Prihoda y en 1932 fundó su propia orquesta femenina, Die Wiener Walzermädeln (Las valsistas vienesas), con la que hizo frecuentes giras por el extranjero cosechando enormes éxitos al interpretar principalmente música de los Strauss.

Retrato de Alma Rosé con su violín. Cedida

Cinco años duró la relación de Alma Rosé con su esposo. Se dijo que la separación obedecía a un acuerdo entre ambos para evitar que los efectos de la corriente antisemita que ya se respiraba en Viena, preludio de la anexión con la Alemania nazi de 1938, salpicaran al marido. El argumento cae por su propio peso, ya que Prihoda se volvió a casar con otra judía. Aquel mismo año, y con la excusa del cumplimiento de un contrato, Alma Rosé y su padre marcharon a Londres. Ella se convirtió al cristianismo para evitar cualquier contratiempo que se le pudiera presentar a causa de la religión de origen. Y siguió ofreciendo conciertos convencida de su aparente inmunidad y sin reparar en el peligro de algunos lugares. 

A finales de 1942 ofreció un concierto en Francia y acabó en manos de la Gestapo. Tras durísimos interrogatorios en los que de nada le sirvió argumentar que era cristiana, Alma fue llevada al campo de concentración de Drancy, al noreste de París. 

Los que huyeron a tiempo

Su detención cayó como una bomba en el seno familiar. Su tía Alma Mahler la recibió en Estados Unidos, donde consiguió evadirse con su marido Franz Wertel en curiosa aventura. La invasión alemana de Francia donde se habían refugiado ponía en riesgo su estancia y, tras una visita a Lourdes, consiguieron cruzar clandestinamente la frontera.

En América, Werfel escribió en 1941 La canción de Bernardette, basada en las apariciones de Lourdes. La novela tuvo tal éxito que Hollywood la llevó a un triunfo mundial con Oscar para su protagonista, Jennifer Jones.

Música para la muerte por orden de la bestia de Auschwitz-Birkenau

Rosé consiguió mejoras durante su internamiento en el campo nazi a cambio de ambientar musicalmente el horror

En junio de 1943, Alma Rosé fue trasladada al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, mucho más cruel que el francés donde había estado, sobre todo por el trato que les daba la jefa María Mandel, alias “La bestia”. Una de sus demoníacas ideas fue la de crear una orquesta con las internas para poner música al propio horror del campo. 

Pidió voluntarias y Alma se ofreció en la idea de que así podría salvarse de la muerte.

En 1942 ofreció un concierto en Francia, detenida por la Gestapo fue trasladada a un campo de concentración

Mandel, austriaca como ella, también sintió una especial atracción por la violinista y le ofreció el cargo de directora del conjunto musical. Ya en este cargo, Alma supo aprovechar la ocasión exigiendo un trato especial para ella y para el resto de la orquesta: mejor comida, la estancia en un barracón mejor acondicionado y, sobre todo, librarse de los trabajos forzados. Mandel aceptó, si bien algunas compañeras criticaron a la violinista y poco menos que la tacharon de colaboracionista con los nazis. Es difícil adjetivar el trabajo de aquellas mujeres artistas ambientando musicalmente un campo de exterminio. Seguramente ellas tampoco pudieron hacerlo, pero algunas pudieron salvar sus vidas interpretando a Schuman mientras el Dr. Josef Mengele hacía sus macabros experimentos en el laboratorio. 

El 2 de abril de 1944, Alma Rosé dio su último concierto. Nunca se llegó a saber cuál fue el motivo por el que murió dos días más tarde. El cuerpo de la violinista fue enterrado envuelto en una sábana blanca en las proximidades del campo. Posteriormente fue exhumado y trasladado al Cementerio Central de Viena donde sus restos yacen junto a los de sus padres, Justine y Arnold. 

María Mandel, protectora de Alma Rosé y jefa del campo femenino de exterminio Auschwitz-Bikernau, sobrevivió a la guerra. Se refugió en una aldea austriaca como si no hubiera pasado nada. Detenida por las tropas aliadas, fue sometida a un juicio en el que se le acusó de la muerte de medio millón de mujeres. Ella lo negó todo porque, como dijo, “era una mandada”, cuando en realidad era la que decidía quiénes tenían que morir cada día. Fue condenada a muerte y ajusticiada por ahorcamiento.

Música para sobrevivir

En el cine. La cruel historia de aquella orquesta femenina que amenizaba los momentos más vergonzosos del género humano en una de las etapas más espantosas de Eurooa está contenida en una sobrecogedora película para televisión de dos horas y media que se estrenó en 1980.

“Música para sobrevivir” (Paying for time) fue realizada por Daniel Mann. El guion de Arthur Miller, está basado en un libro escrito por Fania Fenelon. pianista, compositora y cantante rival real de Alma en el campo de Auschwitz-Bikernau que escribió posteriormente que el mismo día de la liberación de las tropas británicas estaba programado que la orquesta fuera asesinada a tiros.


Reparto de lujo

Elenco espectacular. La interpretación de cuantas intervienen en el reparto es de antología, partiendo por la protagonista, Vanessa Redgrave como Fania, por cuyo trabajo consiguió el Premio Emmy en 1981.

No le van a la zaga sus compañeras, Jane Alexander como Alma Rosé, María Berenson y Viveca Lindfors incorporando a la malvada jefa de campo que en la ficción se da a conocer con el nombre de Frau Schmidt.

Todas interpretan a aquellas prisioneras jóvenes de diversas nacionalidades que llevaron a cabo esta labor musicalya que se consideraba útil para el funcionamiento diario del campo.