Sea en Mendizorroza, en el Principal, en el parque del Prado, a pie de calle o en cualquiera de los bares y pubs que organizan conciertos estos días en el marco del Festival de Jazz de Vitoria, miles de personas se dejan atrapar estas jornadas por los sonidos que no solo tienen que ver con este género en concreto, sino también por otros como el góspel, el soul, el R&B o el blues

Esa variedad de propuestas y de escenarios se traduce también en una gran amalgama de perfiles entre los espectadores, desde los que miércoles al mediodía lo dieron todo en el concierto que Joyful Gospel Choir ofreció en el Farolón hasta las caras más habituales en el polideportivo, desde los más pequeños que recorrieron la historia de la música moderna en el Prado con Jazzbana Ensemble hasta quienes buscan de madrugada las posibles jam sessions en el Ciudad de Vitoria.

Cada lugar, eso sí, tiene sus rutinas y sus características. Sucede por ejemplo en el polideportivo, a donde los primeros que llegan casi siempre son los poseedores de abono no numerado. Quien quiera estar en las primeras filas, debe darse prisa. Claro que eso hay que compatibilizarlo con las visitas a la zona de barra, donde se sigue con la costumbre de sacar ticket primero y después hacer otra cola para pedir.

Son rutinas que se repiten cada día de festival, igual que en un Principal donde tras varios conciertos siempre hay gente esperando para saludar a los músicos y conseguir una foto o una firma. Un contacto también muy directo el que se da en entornos más cercanos, como en los bares. Aquí las distancias desaparecen.