Como tal, la expresión en latín no era tan común como se piensa en los mapas antiguos. Sí, en cambio, esa costumbre a la que se refiere Hic sunt dracones, que recuerda el hábito de incluir imágenes de dragones y serpientes para alertar de lo desconocido, del mal y de los peligros que se podían encontrar quienes surcasen los mares. Aquellas ilustraciones le sirven al explorador, historiador y escritor vitoriano Miguel Gutiérrez-Garitano para bautizar su nuevo libro, un testimonio de lo vivido y compartido en 2016 en los campos de batalla contra el Estado Islámico en Irak.
Hay dragones (Serendipia) es ya una realidad palpable en las librerías, aunque será el 5 de mayo cuando se produzca la presentación oficial, un acto que se llevará a cabo a las 19.00 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa. Allí también habrá momento de viajar hasta la guerra y Mosul tanto a través de un cortometraje como de las instantáneas tomadas por el fotógrafo Rafa Gutiérrez-Garitano, quien estará presente en la cita.
Este quinto libro de Miguel Gutiérrez-Garitano llega cuando se cumplen 20 años de la invasión de Irak por parte de las fuerzas estadounidenses y cinco de la caída de Mosul. “Evidentemente, hay un dragón clarísimo aquí que es el Estado Islámico” pero entre estas páginas también se habla “de los otros dragones” porque como el autor recuerda bien, nada es blanco ni negro: “vivimos en un mundo complejísimo”. No en vano, dice con una sonrisa, “cuanto más crees que sabes, más lejos estás de entender Oriente Medio”.
No pretende el escritor que quienes se asomen a estas páginas “piensen esto o lo otro”, sino compartir “una experiencia personal”, unas memorias que aquí se relatan siguiendo algunas claves y bases del reportaje periodístico, pero sin querer serlo. Así, en una primera parte, el autor vuelve al Frente Kurdo, cuyos mil kilómetros recorre a través de cinco puntos claves, como Sinjar, donde se produjo el “gran genocidio” de yazidíes.
Este y otros lugares, le sirven para compartir un amplio abanico de conversaciones –incluso algunas que pueden parecer banales– y personajes, desde voluntarios occidentales hasta generales kurdos, pasando por corresponsales de guerra o por quienes habitaban los campos de refugiados. “Me encontré con situaciones especialmente trágicas entre las minorías religiosas, gente que no le importaba a nadie”, recuerda. “También incluso algunas charlas con esas personas que no sabías quiénes eran, solo que eran empresarios que andan por las guerras. En realidad son los que más saben. Uno me dijo: ¿vas al frente? Pues ahí es donde menos vas a averiguar sobre lo que se está cociendo en la guerra”.
Vuelta al lugar del conflicto
Tras la vuelta del escritor a Vitoria, esta primera parte podría haber sido un libro por sí misma. Pero poco después empezó la ofensiva sobre el corazón del Califato y Gutiérrez-Garitano no dudó en volver y pudo llegar, gracias a la intervención de una mujer árabe, a donde quería. Ahí nació el resto de Hay dragones.
“Esta parte es más frenética, más de ruidos de guerra, de menos conversaciones”, adelanta. “Le explico a la gente mi experiencia y le transmito lo que sentí. A partir de ahí, lo único que sí pretendo es dar un testimonio de un conflicto que tuvo mucha importancia a nivel mundial”. Una guerra que para él tiene especial importancia “porque por primera vez con el Estado Islámico se había vuelto a un salvajismo que no se veía desde los jemeres rojos. Todos los que no eran como ellos, eran infieles y por lo tanto como animales. Lo novedoso en su caso es que grababan lo que le hacían a la gente y lo difundían como si fueran youtubers, con una calidad técnica increíble. Casi parecía un espectáculo”.
Mientras hoy vuelven a aparecer “noticias inquietantes” sobre el regreso del Estado Islámico, él aporta un libro que, como otras facetas de su trayectoria vital, obedece a un espíritu que no sabe estarse quieto en Vitoria. “Como dijo Antonio Escohotado, no tengo otra brújula que intentar entender dónde empiezan y terminan las cosas. No me puedo quedar en casa mirando por la ventana”.