Lobezno, también conocido como Logan o con el nombre en clave Arma-X, es decir, el mutante canadiense prácticamente inmortal, con garras, esqueleto de adamantium y uno de los personajes más queridos de la Patrulla X, combatió en la Guerra Civil y fue testigo de cómo la Legión Cóndor, en complicidad con los alzados en contra de la República, bombardeó y arrasó Gernika en abril de 1937. A su lado, dos nombres indiscutibles de la literatura universal: Ernest Hemingway y George Orwell.
O, por lo menos, eso es lo que cuenta Blood and claws!, una miniserie de tres números que se publicó en 1991 a través del sello Marvel Cómics con guion de Larry Hama, veterano de la Guerra de Vietnam, y pinceles de Marc Silvestri y que en el Estado fue reeditada hace un lustro en un solo volumen por Panini Cómics con el título Lobezno en la Guerra Civil española: sangre, arena y garras.
En dicha aventura, Lobezno, acompañado por Puck –otro miembro de la formación de superhéroes canadienses Alpha Fight y que actualmente ha recobrado cierto protagonismo en las páginas de Inmortal Hulk, de Al Ewing–, son transportados al pasado por el mutante Pórtico –también de actualidad por su relevancia silente en Amanecer de X–, dando comienzo a un pastiche de escenas y personajes desde el punto de vista yanqui, en el que los tópicos priman sobre los hechos históricos, algo patente desde el mismo título de la obra.
Sangre, arena y garras hace referencia a Sangre y arena, novela de Vicente Blasco Ibáñez sobre el torero del siglo XIX Manuel García Cuesta El Espartero, una obra con gran predicamento en EEUU –incluso tuvo una versión cinematográfica estrenada en 1941 y protagonizada por Tyrone Power y Rita Hayworth–, tal y como recuerda el periodista José Luis Córdoba en el prólogo en castellano de este cómic.
De hecho, cuando Lobezno y Puck son transportados al 26 de abril de 1937, en Gernika no es día de mercado, es día de una ficticia corrida de toros. Una plaza abarrotada vitorea a Puck, decidido a coger el capote y el estoque. Entre los asistentes al coso, al igual que la supuesta plaza de toros de la ciudad, otro elemento anacrónico: Ernest Hemingway. Con una botella de licor en la mano, el autor de Por quién doblan las campanas, increpa a los mutantes desde el graderío: “¡Fuera del ruedo, borrachos! ¡Esto es importante para esta gente!”.
Aficionado a la tauromaquia y afiliado a las festividades de San Fermín en Iruñea, Hemingway, antifascista hasta la médula, participó en las dos guerras mundiales. Condujo ambulancias en Italia durante el transcurso de la primera, mientras que en la segunda pasó de cronista a líder de una milicia en Francia.
Entre tanto, en marzo de 1937, un mes antes del bombardeo de Gernika, llegó al Estado español como corresponsal de guerra para la agencia North American Newspaper Alliance. Pero no, el escritor de El viejo y el mar no fue testigo del bombardeo de la Legión Cóndor sobre la población civil vasca en Bizkaia. En aquella época se encontraba a caballo entre Madrid y Valencia.
De esta forma, el guionista de Sangre, arena y garras apuesta por una figura más conocida para el público estadounidense, en sustitución de otros corresponsales que sí fueron testigos del bombardeo, como George L. Steer o Noel Monks, periodistas británicos de The Times y The Daily Express, respectivamente.
Cuando la corrida de toros es interrumpida por los disparos de un bombardero Stuka, Lobezno, Puck, Hemingway y una partisana llamada Inés corren hacia las alturas del graderío para evaluar la situación. “Ernesto, ¿recuerdas el nombre de esta ciudad?”, pregunta Arma-X, a lo que el escritor responde: “Soy corresponsal de guerra, mi trabajo es recordar detalles como ese... Estamos en Gernika”. “No parece como la pintó Picasso”, apunta Lobezno. “¿Pablo? ¿Por qué iba a pintar Gernika? ¡Todavía está divirtiéndose en París, con Gertie y Alice”, añade Hemingway sorprendido, sin ser consciente de que los visitantes del futuro conocen que fruto de aquella masacre en el municipio vizcaino, apenas dos meses después, nacería uno de los cuadros más importantes de la historia del arte.
Los villanos en Gernika: los nazis
Si bien los sublevados e, incluso, la Guardia Civil son mencionados en esta peculiar aventura de Lobezno, además de otra mutante, Dama Mortal, los nazis son los enemigos principales de este cómic. No en vano, Hama y Silvestri recogen el espíritu de la Edad Dorada de Marvel al enfrentar a los protagonistas con una unidad de la Luftwaffe Feldgendarmerie, es decir, una compañía de la policía militar afiliada a la Legión Cóndor que, desde luego, no consta que marchase en Gernika o sus inmediaciones.
Y es en esas inmediaciones en las que el cuarteto protagonista se encuentra con una quinta figura de renombre que tampoco estuvo allí: el británico Eric Blair, mejor conocido como George Orwell, célebre autor de obras como 1984 y Rebelión en la granja.
Al igual que Hemingway, Orwell se alistó en la Guerra Civil con el objetivo de hacer frente al fascismo, no obstante, a diferencia del estadounidense, no continuó luchando en la Segunda Guerra Mundial. Aunque Larry Hama imagina su implicación en el frente de Bizkaia, la realidad es que Orwell, que llegó al Estado en diciembre de 1936, combatió principalmente en Huesca y Barcelona. “Es 1937. Los Red Wings están ganando la copa, los Yankis están asegurando el título y yo estoy conteniendo a fascistas en un paso en mitad de la Guerra Civil española. Abren las bocas como si me chillaran en alemán y en español pero no oigo nada por encima de mi propio aullido”. Con esta narración del propio Lobezno se inicia el tercer y último número de esta miniserie, una profecía autocumplida que no deja lugar a la imaginación de lo que sigue: sangre, arena y garras.