Un punto de reunión y de reflexión pero también de disfrute y de baile, además con alguna que otra propuesta a compartir con la ciudadanía alavesa. Del 30 de junio al 2 de julio, la Gazteen Dantza Topaketa reunirá a 150 personas de 15 a 25 años en Araia de la mano de Euskal Dantzarien Biltzarra. Va a ser la primera edición de una propuesta que busca, ante todo, encontrar entre los jóvenes soluciones a la falta de relevo generacional.

¿Por qué es necesario hacer este encuentro?

–Hemos detectado, y no ha sido muy difícil hacerlo, que hay un problema importante por la falta de relevo generacional. No es la de la danza tradicional la única actividad o disciplina que tiene este problema. Sabemos que pasa, por ejemplo, también en los coros. Parece que la juventud no encuentra, como sí lo hicimos en su día otros, el atractivo que tiene practicar, conocer, estudiar y divulgar la danza tradicional vasca. En Euskal Herria tenemos unos 300 grupos federados. En estas formaciones, por lo general, nos encontramos muchos grupos de txikis que no tienen continuidad en las edades siguientes. Hay un hueco muy importante. No hay gente y no le vemos solución a eso.

De ahí esta herramienta.

–Eso es. A nuestra coordinadora, Erika García Burgos, se le ocurrió hacer este encuentro, algo que aceptamos con todo el entusiasmo del mundo. La cuestión es poder preguntar a chicos y chicas entre 15 y 25 años que estén ahora mismo en grupos de danzas. Pensamos que son los que mejor pueden saber dónde podemos encontrar las soluciones al problema detectado. Es su generación. De ahí nace este intento. Lo cierto es que tenemos una necesidad, que es arreglar un problema determinado: encontrar el relevo generacional. ¿La solución? Pues igual puede venir por aquí. Quienes ya ni siquiera peinamos canas igual no tenemos tantas facilidades como ellos y ellas para encontrar esas posibles soluciones. Por eso nos hemos volcado con este proyecto.

Pero resulta un poco paradójico hablar de falta de relevo cuando a este encuentro se han apuntado más de 150 personas. Es una cifra que habla de implicación y entusiasmo como poco.

–Sí, sí, hay interés y preocupación entre ellos y ellas. Eso es así. Además, el atractivo principal de esta topaketa, al margen de ese objetivo, es la forma que se ha elegido para llevarla a cabo. Va a ser un encuentro vivencial, además en un sitio idílico como Araia. Es un formato y un contexto en el que estas más de 150 personas van a estar muy a gusto. El encuentro se ha diseñado con una dinámica muy interesante para este tramo de edad, además en un sitio perfecto que va a estar en fiestas. Así que habrá tiempo para llevar a cabo la parte, digamos, seria, de debate y reflexión sobre las soluciones para afrontar el relevo generacional, pero también habrá sus momentos para pasarlo bien. Es muy de agradecer la respuesta que ha habido. La verdad es que visto lo visto, y aún sin haberse celebrado la primera edición, la experiencia nos está gustando tanto como para hacer una segunda, tercera... hasta que solucionemos el problema, si es que podemos.

¿De cara a la ciudadanía habrá alguna actividad en Araia?

–Tenemos previsto que los chicos y chicas, y está hablado con el Ayuntamiento, demuestren su saber hacer de dos maneras. Por un lado, se hará una especie de concurso en el que, con músicas modernas, ver cómo se pueden interpretar danzas tradicionales. Es un reto, para ver quién tiene más imaginación. Puede ser algo atractivo y muy divertido. También iremos a la calle a hacer una demostración de danza pero sin el vestuario tradicional. Puede que yo no vea muy claro, por ejemplo, unos Paloteados de Villabuena sin sus trajes. Pero en un contexto como el de este encuentro, no está nada mal que los jóvenes salgan a la calle y bailen sin esas exigencias de vestuario de la danza tradicional. Creo que será algo bonito que va a resultar muy bien y que la gente de Araia va a quedar contenta, al igual que la juventud que va a venir a la topaketa.

¿Faltan jóvenes y dentro de ello, sobre todo faltan chicos en vez de chicas?

–Sí, sí. Como hoy se ha impuesto la corriente de eliminar el género en la danza, no pasa lo que ocurría hace unos años, cuando yo era joven. Entonces, si no había chicos, no se podía bailar, no sé, la Dantzari-dantza del Duranguesado. Ahora ya no pasa eso. El puesto de los chicos lo han ocupado las chicas perfectamente. Bailan muy bien y las danzas se conservan, que es lo principal. Pero, por lo menos a nuestra generación, nos duele ese abandono por parte de los chicos de algo tan importante y esencial para la cultura de Euskal Herria y para el propio pueblo. Nosotros lo hemos vivido tanto... Pero la realidad es la que es. En 40 años la sociedad ha cambiado mucho. Cuando yo empecé, a los 14 años, los grupos de danza eran una salida a esa necesidad de decir: somos lo que somos y queremos que se nos vea. Porque, afortunadamente, hemos conseguido muchas cosas, eso ya no se da o no en tanta medida. Hoy el euskera está pujante y toda la cultura vasca está fuerte, como podemos ver ahora, por ejemplo, en el cine. Entonces, no había nada de esto. Además, hoy las nuevas tecnologías han abierto unos campos que eran impensables entonces. A ninguno se nos ocurría que íbamos a ir como 007 con un zapato hablando por la calle (risas). Esos dispositivos móviles, esas tecnologías, son más atractivos para la juventud que el esfuerzo de ponerse a aprender una danza, de coordinarse con otros para llevarla a cabo, de... Es una pena porque no es una pérdida exclusiva en el ámbito de la danza, sino en todos aquellos ámbitos que suponen una reafirmación de nuestra propia idiosincrasia.

Durante muchos años, además, los grupos de danzas eran un punto de encuentro, de relación personal y de amistad, que es algo que también se ha perdido y puede influir en esa falta de jóvenes.

–Claro. Imagina cuando yo tenía 15 años. Eran momentos en los que, aunque estuviera mal, lo normal era que los chicos tuviéramos más facilidad para volver tarde a casa que las chicas; y todavía más facilidad para decir que te ibas a no sé dónde. Los grupos de danza también eran una manera de conocernos, de relacionarnos. Si alguien se ocupara de ello, sería bonito hacer un estudio de cuántas parejas han nacido en grupos de danzas (risas). Nos saldrían muchas, muchas, muchas. Igual que si mirásemos, por ejemplo, a los grupos de montaña. Claro, ahora la gente joven se conoce de otras maneras. No es necesario el grupo de danzas ni siquiera para eso.

Durante todos estos años se ha hecho una gran labor para recuperar y poner en valor muchas danzas tradicionales vascas. ¿Puede quedar en peligro todo eso sin ese relevo generacional?

–Sí. Es una labor que durante muchos años la llevaron algunos grupos de danzas, aunque ahora ha tomado el relevo gente a nivel particular. Hay personas a las que igual no conoces, a pesar de los años que llevas en esto, pero te escriben unos artículos que te dejan sorprendido. En ese sentido, sí hay un relevo. Afortunadamente, esa actividad no se ha perdido. Incluso puede que haya ganado desde el punto de vista casi científico. Los grupos de danza, en la situación actual, bastante tienen con ir a ensayar, con preocuparse de los trajes, con trabajar incluso creando nuevas danzas...

El 3 de julio, más allá del cansancio, ¿qué tiene que haber pasado en Araia para que estén contentos con esta primera experiencia?

–Lo primero, que salgan soluciones. Que la gente joven nos descubra cosas e ideas. No sé, igual digo una barbaridad, pero tal vez alguno nos diga que como la gente de su cuadrilla siempre está con el móvil, habría que crear una aplicación para jugar a ser dantzaris. Pues no lo sé. Pero necesitamos que nos digan qué posibles soluciones ven, sea esa o cualquier otra. A partir de eso, será nuestro turno para ver qué podemos hacer. De un año a otro no se va a solucionar el problema. Va a persistir durante un tiempo, si es que conseguimos acabar con él. Así que vamos a ver si cada año gente nueva nos dice soluciones nuevas y vamos haciendo camino. Lo que salga de Araia va a ser útil seguro. No vamos a dar con ninguna solución mágica, pero sí con varias interesantes y buenas que llevaremos a la práctica. Otras ideas se nos caerán porque no sabremos llevarlas a la realidad cotidiana, eso también lo sabemos. Entonces tendrán que venir otra vez los jóvenes a decirnos: pero ¡qué tontos que sois, que hay que hacer esto otro!. Pues lo haremos. Lo que está claro es que hay que intentarlo.

Es que, al fin y al cabo, es nuestro patrimonio.

–Por supuesto. Y es un patrimonio que está abandonado.

¿Por qué lo dice?

–Porque tenemos 300 grupos en toda Euskal Herria federados. Sin federar también hay un montón. Es decir, somos mucha gente que se mueve y muchísima la que se ha movido. Todas esas personas han estado y están manteniendo uno de los signos de identidad de nuestro pueblo que es la danza, y lo hacen voluntariamente. Por ejemplo, tanto en Euskal Dantzarien Biltzarra como en las delegaciones no cobra nadie, solo el personal contratado para las labores de coordinación y administración. Y en los grupos, todo se hace de manera amateur. Lo que se cobra va para tener más material, vestuario... Después del euskera, el patrimonio de la danza tradicional es el más importante que tenemos en nuestra cultura. Pero no es el más preciado. Si lo fuera, estaríamos mejor cuidados. El no ser profesionales es una de las causas por la que se nos tiene abandonados. Ha pasado la pandemia y tanto el gobierno de Navarra como el de la Comunidad Autónoma Vasca han apoyado a grupos culturales profesionales, que está bien, por supuesto. Pero no te puedes olvidar de los que, aún no viviendo de esto, estamos manteniendo todo con o sin pandemia. Sí, te atienden, te escuchan, pero... La sensación que tenemos, desde siempre, de abandono es absoluta.