Se completa el plantel. Por lo menos hasta junio, que será cuando Artium incorpore nuevas propuestas a su programa expositivo. Ahora, eso sí, se vive uno de los momentos más importantes de cada año. No en vano, toca renovar la propuesta que se hace al público en base a la amplia y variada colección permanente. Es el caso de Bilduma Hau Colección. Movimientos elementales (1950-2000). Claro que no solo se abren estas puertas. También las de Sahatsa Jauregi y su Flux Cored

En el primer caso, se toma como referencia temporal justo la mitad del siglo pasado, es decir, cuando regresaron a tierras vascas Mari Paz Jiménez, Jorge Oteiza y Nestor Basterretxea. También cuando Eduardo Chillida marchó a París. Desde ahí hasta el año 2000, se establece un viaje temporal que busca ofrecer distintas miradas sobre los caminos recorridos por el arte vasco en este tiempo.

Enrique Martínez Goikotexea, Elena Roseras, Beatriz Herráez, Sergio Rubira y Thomas Boutoux son los encargados de comisariar esta muestra, intentando aunar diversos enfoques, intereses y formar de abordar fondos y formas. El resultado, además, cuenta con un número elevado de obras que hasta ahora o se habían visto poco o no se habían presentado en el museo, también porque se han sumado a sus fondos hace poco.

Esa diversidad de responsables también conlleva que la muestra se estructure en diferentes áreas, tal vez demasiadas. Por un lado, se mira a la confluencia de la comunidad artística reunida en torno al proyecto del Santuario de Arantzazu

Otros casos de estudio lo constituyen el compromiso de artistas y escritores con la situación de los trabajadores represaliados en los años 60, como María Franciska Dapena y Agustín Ibarrola, pertenecientes a Estampa Popular, Gabriel Aresti, Blas de Otero y Gabriel Celaya; el cruce entre prácticas artísticas y movimientos sociales, con el proyecto de Luis Peña Ganchegui para la iglesia de San Francisco de Asís, donde ocurrieron los asesinatos del 3 de Marzo; el posicionamiento del arte producido en el País Vasco en citas de referencia como los Encuentros de Pamplona del 72, la Bienal de Sao Paulo de 1957, las Bienales de Venecia del 58, con Eduardo Chillida, del 86, con Cristina Iglesias, y del 88, con Oteiza compartiendo espacio con Susana Solano.

Como explican desde Artium, otras cuestiones presentes hacen referencia a investigaciones y casos de estudio realizados en el contexto de la programación del museo, como las experiencias pedagógicas de Juan Antonio Sistiaga y Esther Ferrer; las jornadas y exposiciones feministas realizadas a caballo entre los 70 y los 80; la fundación de la Escuela Vasca en los 60 y de la Asociación de Artistas Vascos en los 80, y la celebración en 1984 de la exposición colectiva Mitos y delitos, que avanzaba lo que se conoció como Nueva Escultura Vasca; y el tránsito hacia el nuevo siglo en el que se asientan prácticas menos inteligibles.

Los cuerpos de Jauregi

Son 2.800 las obras de arte que configuran la colección alavesa, que en los últimos años ha conseguido ir más allá de la prohibición de compras que durante unos años impuso la crisis económica. Entre esas incorporaciones está Sahatsa Jauregi, a quien se dedica la muestra Flux Cored.

En estos días en los que tanto se está hablando del cuerpo de las mujeres, la exposición se compone de ensamblajes que reúnen siluetas de partes del cuerpo hechas de chapas de metal recortadas que a menudo se estiran o se sostienen gracias a elementos textiles. 

Como explican desde el museo, su composición es producto de una temporalidad específica y la posibilidad de transformación está siempre latente en las obras. En ellas se manifiesta el interés de la artista por los cuerpos formados por diferentes tecnologías: prostéticos, musculados, decorados, a veces excesivos. Partiendo a menudo de la fotografía, las “esculturas llanas” de Jauregi expresan el deseo de crear y materializar situaciones que le resultan estimulantes.