Apenas doce horas después de recibir uno de los premios importantes en una cita de altura como el festival de cine de Berlín, la premiada Garbiñe Ortega atendió ayer a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA siguiendo la rutina dominical en la que reservó tiempo para acudir con su hija a un taller en el museo Artium. Hoy retoma la actividad desplazándose al Espacio Azala, en Lasierra, donde pasará una semana con cineastas emergentes y espera que dentro de un mes salga a la luz un libro como fruto de la exposición que ella misma ha comisariado en Azkuna Zentroa.

¿Qué cuerpo tiene horas después de ver reconocido su trabajo en un festival de tanto prestigio como la Berlinale?

–Realmente ha sido algo inesperado, aunque suene a respuesta típica. Para el equipo de Samsara estar seleccionados para el festival de Berlín en una sección como Encounter, creada por el nuevo equipo artístico del certamen, ya era un premio en sí mismo. Como programadora que he trabajado en festivales durante muchos años conozco lo difícil que es para un certamen hacer una selección entre tantas buenas propuestas. El hecho de haber estados seleccionados para el festival en esa sección ya supuso un regalo.

En la puesta de largo de la cinta no ha podido tener mejor refrendo con el Premio Especial del jurado. ¿Les abrirá puertas en la promoción que toca ahora?

–Un premio en este tipo de festivales supone muchas cosas casi de manera automática. Trae cosas buenas como poder vender la película en más sitios y que se pueda estrenar en salas. También llama la atención a otros certámenes que quieren seleccionar la película, a pesar de que Lois ya tiene su trayectoria profesional y años de trabajo.

¿Esperaban llegar tan alto en los primeros pases de la película?

–Realmente no, porque sabíamos que había películas muy buenas. Conozco bien a Tatiana Huezo y me hace mucha ilusión que se haya llevado dos premios de los más prestigiosos en Berlín o el estreno de Paul B. Preciado era algo que también nos llamaba la atención, entre otras cosas. Al final siempre depende todo del jurado que te toque y sabíamos muy bien qué podía pasar.

"Es casi un milagro que la película exista porque hubo un momento el año pasado en el que no lo vimos nada claro"

¿Guionista junto al director Lois Patiño, ha sido un trabajo largo y de mucha dedicación?

–Empezamos a trabajar juntos Lois y yo en una serie de ideas que nos interesaban. El dio forma al guion y yo le he acompañado de forma creativa, al principio, y después fuimos armando el equipo artístico. Con el desarrollo del proyecto fue creciendo todo y es ahí donde entra la productora de Leire Apellaniz, Señor y Señora. Después nos pilló la pandemia y tener que viajar a dos destinos como Laos y Tanzania en pleno coronavirus fue un reto muy grande. Ahí es donde asumí la dirección de producción para llevar los detalles. Es casi un milagro que la película exista porque hubo un momento el año pasado en el que no lo vimos nada claro.

Además de lo singular de la película, escenarios de rodaje como Laos y Tanzania aumentan aún más esa particularidad.

–Tuvimos muchos problemas en Laos. Superar la censura, hablar directamente con el Gobierno, que nos asignó una persona para estar permanentemente con el equipo de rodaje o cambios en el guion que, por fortuna, no han afectado mucho a la película. Todo el tiempo teníamos esa sensación de aventura y de desconocimiento de saber si íbamos a poder llegar a los lugares que queríamos ir. Por fortuna se logró todo lo que figuraba en el guion y volvimos a casa bastante contentos de todo ello.

Garbiñe Ortega, premio especial del jurado en la Berlinale por la película 'Samsara' Jorge Muñoz

Y para redondear esas particularidades está rodada Samsara en 16 milímetros.

–Se rodó en fílmico, que añade una capa de incertidumbre al no saber lo que te llevas a casa. Es un formato más habitual para cierto cine experimental, pero no así para largometrajes de ficción. Es un método más costoso y te obliga a atinar mucho más al no contar con tanto material.

"Un premio trae cosas buenas como poder vender la película en más sitios y que se pueda estrenar en salas"

La película podría decirse que tiene como dos partes con los monjes budistas en Laos y el personaje de la niña con su cabra en Tanzania.

–Lo que hace la película es tomar el Libro Tibetano de los muertos como publicación locutada que se recita a una persona que está a punto de morir y tiene que hacer esa transición de encarnar otro cuerpo. Esa parte central es el Samsara, esa transición donde el alma viaja y es tentada por otras ideas posibles. Esa parte central no tiene imágenes, sino una serie de sonidos trabajados por Xabier Erkizia

¿Esa migración del alma puede ser la parte más difícil de desentrañar para los espectadores?

–Para cuando llega esa parte ya ha pasado bastante tiempo de película y, a pesar de que puede sonar como algo difícil para un espectador convencional, se plantea como un juego y en cierto momento de la película se le invita al espectador a cerrar los ojos y acompañarnos en el viaje. Es un viaje placentero, sugerente y llamativo para quien no ha experimentado ese tipo de situaciones en el cine.

¿Es una película para la meditación y el encuentro?

–Invita claramente a entrar en otro estado de consciencia, abiertamente espiritual pero con una historia sencilla de una anciana que muere y una niña con su cabra a la que le pasan cosas en Zanzíbar. A pesar de tener muchas capas con un lenguaje más experimental e innovador hay un hilo conductor narrativo fácilmente disfrutable.

"A pesar de que puede sonar como algo difícil para un espectador convencional, se plantea como un juego y en cierto momento de la película se le invita al espectador a cerrar los ojos y acompañarnos en el viaje"

¿La agenda de Garbiñe Ortega qué proyectos inmediatos tiene tras dar carpetazo a Samsara?

–Hay más afortunadamente, como un proyecto muy bonito en el Espacio Azala (Lasierra) en el que voy a estar desde hoy lunes y durante una semana junto a cineastas emergentes. Hay otra película que estoy produciendo junto a Matías Piñeiro, un cineasta argentino muy amigo mío. Estamos terminando la edición y tardará todavía hasta el próximo año. Además tengo también un libro a punto de salir del horno dentro de un mes. Se llamará Somewhere from here to heaven. Lo publica La Fábrica y Azkuna Zentroa. Sale del proyecto expositivo del Azkuna que he comisariado y estará hasta abril.

¿Este premio ratifica el gran momento del cine alavés y la excelente cosecha de profesionales?

–Es un momento de celebración y muy bonito. Estoy muy orgullosa de todas estas compañeras que están recibiendo los reconocimientos. Son personas a las que admiro mucho, muy trabajadoras y con un montón de cosas que contar.

¿Qué tiene Álava de especial para vivir este estado tan dulce?

–Es un momento en el que todo coincide. Si se mira todas las personas que estamos, hacemos tipos de cine muy distintos, pero a mi me parece que hay que reconocer este talento y ojalá sirva para que se apoye de otra manera. Lo que más me gusta es ver que todos estos profesionales están haciendo cine sin ningún tipo de complejos y que se puede hacer desde aquí.