En polígonos industriales, en bajos sin uso comercial, en áticos, en casas particulares... En Vitoria se pueden encontrar estudios de artistas en muy diferentes puntos de la ciudad, aunque todos tienen algo en común. Son espacios donde se crea a solas, en la intimidad, sin ser observados, donde se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale, locales en los que, todo hay que decirlo, a veces el orden no es una práctica habitual. En ocasiones, se aceptan visitas no muy numerosas. Pero son las menos, salvo que igual se den clases. Para abrir un poco la puerta y romper ese aislamiento premeditado, en la capital alavesa se han promovido en años anteriores programas para poder acceder a determinados talleres de la mano de los propios autores. Citas, por cierto, que han sido un éxito por lo general. Pero Miren Elorrieta está haciendo desde hace unos meses justo todo lo contrario.

Crear ante las miradas de la calle

Seguro que muchas personas se acuerdan de aquella mercería que durante tanto tiempo estuvo ubicada en la esquina entre las calles Nueva Fuera y Abrevadero. De aquel pasado hoy quedan las paredes del local y un busto que la artista pidió poder quedarse en homenaje y recuerdo a ese ayer. Pero poco más. Elorrieta ha convertido este emplazamiento en su taller, en Métayer Studio, en el sitio donde crear pero no a solas, no en la intimidad, no sin ser observada. “Es un estudio que tiene vida por dentro y por fuera; eso es lo que me gusta”.

Crear ante las miradas de la calle

La creadora es consciente de que la apuesta que ha realizado no es nada común. “Llevaba muchos años pintando y dando clases, y mi sueño era tener un espacio para mí”, un lugar que, sí o sí, debía estar en el Casco Viejo. Cuando lo encontró, no lo dudó. “Algunos amigos pintores me preguntaron si iba a poner vinilos en las ventanas, si estaba segura de lo que hacía. Pero es que yo quiero que se vea mi trabajo mientras se crea”. Dicho y hecho. “No es una tienda, es un estudio de artista”, remarca. “Sin quererlo, creo que he conseguido algo totalmente diferente en Vitoria”.

Crear ante las miradas de la calle

Aquí no hay horario comercial, ni caja registradora, ni nada propio de un comercio. Normal, no lo es. Aún así, Elorrieta asegura que desde que puso en marcha el taller a la vista de la gente, “se me han abierto unas puertas que nunca hubiera imaginado”. Fue en septiembre del año pasado cuando se hizo con el local. “En cuando vi el espacio, me enamoré de él”. Ella misma arregló y acondicionó todo lo que pudo, contando también con ayuda de terceros, como Pilar Cantabrana. “Ha ido tomando vida poco a poco”, un proceso que muchos vecinos de la zona han seguido de cerca. “Estoy muy contenta con la gente que tengo alrededor. Me siento muy arropada”.

Crear ante las miradas de la calle

Eso sí, el local exige dejar la vergüenza a un lado. “Es curioso porque antes era muy tímida”, sonríe la pintora, “aunque cuando te vas haciendo mayor, creo que pierdes estos miedos”. De hecho, “me he acostumbrado a estar trabajando mientras la gente pasa por la calle; muchas veces, ni me entero, estoy pintando y no soy consciente de lo que pasa fuera. Hay veces que me pongo la música un poco alta mientras pinto y, claro, bailo. No sé qué pensará el que me vea”.

Crear ante las miradas de la calle

Sí sabe que varias personas, antes de poner en marcha esta propuesta, le dijeron que no veían claro el proyecto. “Pensaban: pobrecita, vamos a ver cuánto dura”. Y tampoco que cuide y cambie los escaparates de la lonja, no siendo una tienda. “No es lo mismo tener un estudio manga por hombro que estar aquí a la vista. Además, si tus cuadros los pones atractivos, se ven de otra manera. De hecho, pasa mucha gente a mirar, que luego toca la puerta preguntado si puede entrar”. La respuesta es que sí. “Me preguntan mil cosas”, sonríe la autora, que es consciente también de que muchas personas se paran en el exterior a hacerse fotos. “Me parece perfecto, lo único que pido es que etiqueten al estudio y a mí si van a subir las imágenes a las redes sociales”.

Crear ante las miradas de la calle

Sin descanso

Aunque hace tiempo que no da clases de pintura –más allá de no cerrar del todo ese camino– la agenda dentro y fuera de este singular estudio no para. Encargos y creaciones propias mandan, igual que su labor en proyectos colectivos como el que impulsa Marijo Lojo para visibilizar a las pintoras locales. A eso se suma su faz de montadora. En octubre, por ejemplo, ha estado ejerciendo esta labor en el Guggenheim Bilbao y dentro de poco le tocará hacer lo propio en Montehermoso.

“Se me juntan muchas cosas”, aunque su nuevo taller ocupa ahora un lugar especial. “Paso muchas horas aquí. A veces ni me voy a comer”. Por eso también en estos algo más de 50 metros cuadrados también hay espacio para una pequeña cocina y un baño, sin perder de vista un cercano local acondicionado como almacén. “Es el pozo donde venían a beber los animales”. Todo ello ha ido tomando forma poco a poco en estos meses, incorporando elementos prácticos pero también objetos “importantes para mí” que conforman una decoración singular.

Por supuesto, además de en su zona de trabajo, entre las paredes del local y en la zona de los escaparates no faltan los cuadros de Elorrieta. “En mis pinturas busco que las imágenes estén desdibujadas pero que de lejos veas perfectamente lo que es. Antes estaba muy cómoda en el hiperrealismo, pero ahora estoy buscando otra línea, que veas lo que es pero que el cuadro tenga un poco de misterio. Voy hacia romper las pinturas”, describe. Eso en lo que se refiere a su producción propia, aunque también están los encargos que recibe, ya sea para crear en murales o en lo que toque cada vez. “Ahí, por supuesto, te adaptas a los clientes”, más allá de que el sello propio no se pueda o se deba olvidar. Ahí está, por ejemplo, lo realizado en el cercano Hotel Arts-Gasteiz, donde la artista utilizó cada habitación como un lienzo en blanco.

Su nuevo taller también se ha convertido en un lugar que intervenir. “No paro de tener ideas”. Tampoco aliados como el también artista José Antonio Larrauri. Al fin y al cabo, “se trata de un estudio que a la gente le llama la atención al mismo tiempo que para mí es práctico y útil”. Todo ello a la vista de cualquier persona que pase por esta zona del Casco Viejo gasteiztarra. Aquí se crea ante las miradas de la calle.