Dentro y fuera de tierras vascas, el nombre de Iñaki Salvador no necesita de presentaciones. Incansable creador, intérprete y también educador, el músico regresa hoy a Gasteiz para tomar parte en el festival Dazz Jazz. La cita con el público en Dendaraba será a partir de las 20.00 horas, quedando todavía alguna entrada disponible.
Un dúo de piano y trompeta tampoco es tan usual. ¿Qué se va a encontrar el público esta tarde?
Puede ser un formato que sorprenda porque no es tan habitual en las programaciones. Lo que se va encontrar el público es una puesta en común de dos personas que ponen encima del escenario música propuesta tanto por uno como por otro a partes iguales. Son ocho temas, entre los que hay composiciones propias y también piezas que, de alguna forma, nos parecen interesantes. Por ejemplo, en el caso de Chris ha propuesto un tema de un trompetista que para él es referencial, Kenny Wheeler. O en el mío, la gente escuchará una ezpatadantza de la ópera Amaya, de Guridi.
¿Va a ser un diálogo o hay un instrumento con más peso que otro en la charla?
Un diálogo claramente. El formato dúo, lo que te permite es poder desarrollar una conversación total y absoluta. El hecho de que de esos ocho temas, cuatro los proponga yo y los otros cuatro él ya es una declaración de intenciones. Es cierto que en este tipo de formato es muy normal y habitual que las melodías las lidere la trompeta. Bueno, y en el caso de Chris, también el fliscorno. Pero nosotros entramos rápido en un juego de improvisaciones. Bueno, e improvisamos a la vez unas cuantas veces.
¿Mucho ensayo previo o es mejor ‘no meneallo’?
Cuando doy clase, mis alumnos se suelen reír porque les pongo muchas metáforas culinarias para explicar conceptos. Se nota que soy vasco (risas). Y me vas a permitir que la respuesta vaya por ahí. En el caso de este plato, el punto de cocción es muy importante. Se necesitan los ensayos suficientes para presentar a los comensales un plato digno, pero no demasiados, porque es bueno que por nuestra parte haya una parte de expectativa, de atención positiva, de saber que hay red de seguridad pero... De hecho, a nosotros no nos gusta en los ensayos implicarnos demasiado. Eso se deja para hoy, para cuando estemos delante de la gente en Vitoria.
De todas formas, no para. Acaba de publicarse lo nuevo de otro de los proyectos en los que anda implicado, X5 Kolektiboa.
Efectivamente, Abestiak gogoan acaba de salir hace nada en plataformas digitales y estará dentro de nada en las tiendas en formato físico. Ten en cuenta que somos gente mayor y tenemos nuestro punto de nostalgia (risas). Va a ser un álbum físico muy trabajado, con muchas fotografías, documentación y demás. De hecho, me llega el concierto de Vitoria en un momento curioso. Aquí venimos a hacer jazz con Chris Kase, pero al mismo tiempo estoy con estos otros trabajos que responden a ese interés que siempre tengo en torno a la música y la cultura vasca, y el euskera. Abestiak gogoan es un placer de disco, una propuesta que presenta música de Karlos Gimenez compuesta a lo largo de 40 años, revisada desde el hoy.
Y al mismo tiempo, sin perder de vista su faz formativa, está en un nuevo proyecto teatral... Su agenda tiene que ser complicada, ¿no?
Tiene sus momentos (risas). Hay gente que me ha dicho que me podría haber marchado a otros sitios, que siendo una persona de jazz podría haber ido a Madrid o a Barcelona, o a alguna capital europea o a Nueva York, por ejemplo. Por circunstancias, no lo he hecho y me he quedado a vivir en Euskadi. Para mí eso ha sido un regalo, pero te impone la versatilidad. Por narices, viviendo en este pequeño país, no puedes vivir exclusivamente de hacer música de jazz. El hecho de abrirme laboralmente a otras cosas, a la composición para teatro y para cine, a la docencia, a ser acompañante de cantautores, a hacer arreglos para televisión... me ha llevado a esta versatilidad. Lo llevo bien aunque a veces en la agenda se acumulen las cosas.
¿Lo que se aprende haciendo unas cosas sirve para el resto o no hay vasos comunicantes?
Lo primero sin ninguna duda. A veces me recuerdo a ciertos cómicos de los que admiro. Por ejemplo, Andreu Buenafuente o Berto Romero. Les ves haciendo humor pero también con una formación muy ecléctica. Es gente que si les pides el carné de conducir del arte, no te podría sacar nada en concreto. En mi caso pasa lo mismo. Una de las facetas que desarrollas siempre se te mancha con alguna de las otras. Hay una contaminación constante, que, por supuesto, es buena. Claro que mi formación como jazzista se me cuela en el mundo del teatro y al contrario.
¿Y de Chris Kase, qué aprende?
Algo que me parece esencial en él. Es un músico norteamericano en cuya cultura está el jazz, el swing y todo lo que entendemos como el jazz clásico. Por raíces, nacimiento y formación está dentro de lo que es el jazz afroamericano. Tiene en su trompeta toda la tradición. Pero luego es un músico que suena tremendamente europeo. Esa mezcla que tiene de tocar con mucha tradición afroamericana y, al mismo tiempo, de tocar de una manera muy abierta, mirando a Europa y a las vanguardias, es algo que me parece muy importante en él. El suyo es un lenguaje muy fresco que siempre sorprende.