Con motivo de la quincuagésima edición de los premios literarios Ignacio Aldecoa, en su categoría de castellano, la casa de cultura que lleva el nombre del escritor vitoriano celebra a lo largo de estos días diferentes encuentros y mesas redondas con firmas destacadas del panorama literario, una agenda que abre hoy mismo, a partir de las 19.00 horas, Alicia Giménez Bartlett, quien presentará su última novela, La presidenta (Alfaguara).

Tras dos años sin casi presentaciones de libros y actos con los lectores a causa de la pandemia, su agenda no para. De hecho, viene a Vitoria tras pasar por la Feria del Libro de Madrid.

-Bueno, ha sido un descanso general que a todos nos ha venido, dentro de lo malo, bien. En Madrid ha sido estar con muchos lectores y ha estado bien.

¿Cree que la pandemia, en las formas o en los fondos, dejará un poso en su obra?

-Pues mira, en la próxima novela que publicaré se contempla como un fondo pero no será un libro que trate de manera específica la pandemia. Con estos temas tiene que pasar un tiempo para que se aposenten un poco. Es necesario tiempo para que se puedan tratar con cierto análisis y perspectiva. Estamos todavía muy emborrachados por la actualidad reciente. Es posible que en el futuro sí que tenga un reflejo en lo que hago. Ya veremos. Por ahora sabemos que la pandemia que nos iba a cambiar a todos para hacernos maravillosos y crear un mundo mejor, de momento como que no se nota demasiado.

Viene a Vitoria dentro de los actos que se han organizado por la quincuagésima edición de los Premios Ignacio Aldecoa. Es del todo imposible resumir los galardones que tiene usted. ¿Los reconocimientos es mejor disfrutarlos en el momento y después dejarlos atrás, o alimentar el ego de vez en cuando no está mal?

-Es verdad que tengo premios porque también soy veterana (risas). Todos se viven con ilusión. Hay veces que es un premio económicamente importante, como el Planeta. Y hay otros que son pequeños galardones que te llegan mucho. El mes pasado, por ejemplo, estuve recogiendo un premio en Picanya, un pueblo de la provincia de Valencia, un galardón testimonial económicamente. Pero habían preparado una serie de azulejos con mi nombre y uno de ellos lo pegaron en la pared exterior de la biblioteca, como hacen cada año con el escritor o escritora que reconocen. Pues oye, me hizo una ilusión enorme.

¿Después de toda la trayectoria que ya lleva detrás, sale una nueva novela y el momento se vive con más tranquilidad o sigue habiendo nervios?

-Soy veterana, con lo cual los nervios se me han aplacado mucho con el paso del tiempo. Pero es cierto que esta novela plantea para mí un cambio radical: he dejado a mi protagonista habitual de novela negra, Petra Delicado; dejo Barcelona como ciudad marco de la acción; y he cambiado puntualmente de editorial. Así que estoy viviendo este lanzamiento con un aire de cierta renovación y también con cierta curiosidad. Quiero ver cómo reaccionan los lectores ante La presidenta.

Hay un personaje en esta historia que no es una persona, pero que es fundamental: la corrupción política. Es evidente el guiño a personas reales como Rita Barberá. ¿Qué le atrae de esos entresijos del poder?

-El caso en el que me he fijado fue toda una época en la que el Partido Popular estaba en todas las instituciones valencianas. Fue una cosa tan llamativa, fueron casos tan espectaculares que después dejaron un reguero de implicados y encarcelados, que si eso no te llama la atención es que no tienes ojos. Es curioso porque leemos mucho sobre la corrupción en el Pentágono o en la Casa Blanca. Nos gustan mucho los thriller sobre corrupción en Estados Unidos. Pues bueno, aquí tenemos unos filones tremendos. Es una inspiración continua, por desgracia.

¿Pero por qué somos así?

-Bueno, en todos los sitios cuecen habas. Por ejemplo, en Reino Unido en cuanto escarbas un poco te encuentras con parlamentarios que usaban sus tarjetas oficiales para comprar la comida de sus perros o pagarse sus juergas. Es verdad que el latino tiene una cierta fama de ser proclive a la producción. Quizá porque tenemos el perdón de los pecados con el catolicismo o quizá porque las tentaciones son mayores que en Holanda, no lo sé (risas). Pero lo cierto es que en todas partes, los políticos terminan cayendo en la tentación de la corrupción. Pero no hay una explicación fácil para ello.

Alguien podría pensar que hay partes del libro que son imposibles, aunque son varias las personas implicadas o relacionadas con determinados casos de corrupción en España que han muerto casualmente cuando les tocaba presentarse ante los juzgados. ¿Ha tenido presente esos casos?

-(Risas) Bueno, yo no estoy insinuando que a Rita Barberá se la cargaran. Creo que no hemos llegado a estos niveles de sofisticación. Pero es evidente que todo era muy llamativo, cinematográfico. Hasta la actitud de los propios gobernantes y responsables de la cosa pública de la época era de ver. Llegó el Papa y le organizaron un recibimiento increíble, una misa espectacular y luego resultó que la mitad de todo aquel presupuesto había ido a los organizadores en plan desfalco. Claro, yo he tenido que dejar muchas cosas fuera porque no había quien se las creyera.

Dos son las protagonistas, más allá de la corrupción, de este libro, dos hermanas inspectoras, Berta y Marta Miralles, y da la impresión al final del libro que son personajes a los que va a volver en el futuro. ¿O no?

-Estoy todavía midiéndolo con distancia para ver si me vuelven a provocar algo esos dos personajes, si me siguen dando juego. Me he divertido bastante en su creación. He escuchado mucho cómo hablan las mujeres de 30 años y me he documentado sobre el mundo en el que vive la gente más joven que yo. Y puede que sí, que en el futuro vaya a continuar la saga. Pero vamos a ver qué tal le caen a los lectores. Igual dicen que son un par de descerebradas que mejor que se queden en su casa (risas).

¿Por qué optar por hacerlas hermanas?

-Me daba muchas posibilidades el hecho de que se conozcan de toda la vida y que puedan hablarse con mucho cariño unas veces pero también con muy mala uva otras. Además, no hay muchos hermanos policías en la ficción literaria de este tipo.

Cuando el lector o lectora termine el libro, ¿qué tiene que pasar?

-Bueno, más allá de la aspiración de que se vendan un millón de libros (risas), me gustaría que los lectores se sintieran cómplices, que dijeran: he pasado un buen rato, no me han avasallado con sangre, vísceras y torturas, sino que he tenido una visión, dentro de la crítica, cercana a la persona habitual de la calle. Aquí no hay asesinos múltiples, hay gente que puedes tener cerca ahora mismo.