El maestro vuelve a dar una lección. Una magistral, como todas. Esta vez, el aula es la sala Amárica, espacio referente para la fotografía contemporánea, aunque la Diputación lleve tiempo buscando y "reflexionando" para darle otros usos. Hasta que ese cambio llegue, Koldo Mendaza recuerda todos los nombres y propuestas vistas, sentidas y compartidas a lo largo de los años en los que la institución foral ha querido tener un lugar dedicado a la imagen fija. "Es un orgullo exponer aquí".

Hasta el 27 de marzo, el creador gasteiztarra, que es también profesor, agitador cultural y un inquieto empedernido, se muestra, se expone, se enseña. No es un decir. No se puede meter el mar en un cuadrado son 50 instantáneas analógicas en blanco y negro que conforman un gran diario artístico de su vida, de quien y lo que le rodea, de aquello que en gran medida configura a Koldo Mendaza. "Estas fotografías tienen sentido para mí. Lo siento por el resto", dice, consciente de que es el espectador el que tiene que hacer su parte.

Una labor, en realidad, sencilla porque la calidad y capacidad de quien es también profesor en la Escuela de Artes y Oficios, hace que cada imagen sea un universo fácil para perderse. Él dice que ésta es una propuesta egoísta, pero no es cierto. Para nada. De hecho, es todo un acto de generosidad hacia el resto. "No hay tema. Demasiadas veces, los creadores estamos constreñidos por el tema, cuando en realidad todo es mucho más sencillo: la temática eres tú, tu vida" y a esta idea responde esta producción, que se completa con un vídeo.

"Me excito cuando veo" y de ese primer vistazo nace la necesidad de componer, de ordenar, de hacer uso de los recursos del fotógrafo. En ese instante aparece el "arquitecto de la mirada". Con el tesoro guardado en esa película analógica que no permite ver nada en una pantalla se pasa al "cuarto de recreo", al estudio de Campezo, a ese laboratorio donde todo se revela y se rebela. Luego solo queda compartir. "No hago una fotografía amable, complaciente", sino que presenta invitaciones a pensar, reflexionar, imaginar, sentir.

Así lo explica quien reivindica la necesidad de poner en valor el tiempo en este siglo XXI que va tan deprisa, una pausa que le ofrece su cámara, su película, sus herramientas. No rechaza el uso de cámaras en teléfonos móviles, tabletas y demás, pero él tiene sus "juguetes" y está encantado con ellos. Además, no pierde de vista algo fundamental: en esta época de comunicación por imágenes, ¿la sociedad sabe leerlas, reflexiona sobre ellas, está educada para comprender todo lo que significan?

La alfabetización visual es un concepto del que se habla mucho pero que se practica muy poco. Él lo sabe. Por eso considera que espacios como la sala Amárica, y el proyecto que implica con respecto a la fotografía, son esenciales, más allá de los números y análisis que a veces se hacen en los despachos políticos. "He visto aquí exposiciones que me han enriquecido como persona". Seguro que la suya tiene el mismo efecto en quien acuda a dejarse atrapar por No se puede meter el mar en un cuadrado.