Ha llovido mucho desde ese primer cuadro que José Antonio Sistiaga (Donostia, 1932) pintó en las campas de Amara. Más si se habla de una vida tan activa como la suya, en la que sus pinturas han ido evolucionando más y más hasta trasladarse al celuloide, disciplina a la que se ha mantenido fiel durante sus últimas décadas. A sus 89 años, el último superviviente del Grupo Gaur, el movimiento artístico constituido por Amable Arias, Nestor Basterretxea, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Jorge Oteiza, Rafael Ruiz Balerdi, José Luis Zumeta y él mismo como respuesta a la muestra organizada por el Centro de Atracción y Turismo de Donostia de 1965, abre las puertas de su casa en Ziburu para charlar sobre una trayectoria de casi ocho décadas que, hasta el 22 de mayo, trata de homenajear la sala Kubo-Kutxa de Donostia.

¿Por qué ha costado tanto hacer una gran exposición sobre su obra al completo?

-Hubo la exposición de hace unos años -en 2011- en el Koldo Mitxelena, que en cantidad es como esta. Algunas obras se repiten, como es lógico, pero hay otras que son nuevas. Está, por ejemplo, mi primer cuadro, que lo hice desde Amara, donde está ahora el campo de fútbol.

Su trabajo no puede entenderse sin la influencia francesa.

-Vivía a quince kilómetros de la frontera y llegaba antes a París que a Madrid. Al llegar allí me encontré con lo que se exponía allí, que tampoco eran tantos cuadros americanos. Cuando llegué allí en 1959, muchos de esos artistas también eran nuevos en París. Eran artistas que venían porque alguien les traía y que necesitaron un tiempo para poder mostrar lo que hacían.

¿Qué le interesó de ellos?

-Me sumergí en ellos porque eran los que me aportaban algo. Ten en cuenta que era una época en la que no había muchas cosas. Con el pintor Manuel Duque, por ejemplo, tuve mucha relación. Era andaluz, pero hablaba mejor francés que castellano.

Por esa época también comenzó su trabajo didáctico con Esther Ferrer.

-Eso fue en 1963, cuando tuve la idea del Taller de Libre Expresión. Esther estaba más en París que en Donostia y yo al contrario, por lo que fui yo el que encontró un espacio en un sótano. Dejamos un lugar para guardar el material y dedicamos el otro como taller. Esther venía rara vez porque estaba viviendo fuera y hacía otras cosas. Yo lo hacía porque tenía la oportunidad de hacerlo.

Le influyeron mucho las enseñanzas del pedagogo Célestin Freinet.

-Estuve con él una semana en la Costa Azul, donde tenía una escuela. Pero una cosa es lo que él podía hacer y otra lo que nosotros podíamos hacer en el taller. Son dos mundos diferentes. Yo lo hice porque tenía varios niños ya y pensaba en ellos. Así que, de paso, añadí otros más. En total, no podían entrar más de 20 en ese espacio.

Con el paso del tiempo, se interesó por el cine pintado.

-En ese momento vivía en París y cerca del bulevar, en Montparnasse, fui al cine a ver una película. Antes de proyectarla, pusieron un cortometraje de Norman McLaren en el que vi por primera vez la pintura sobre celuloide y dije: Yo quiero hacer lo mismo. Lo que no recuerdo es cómo conseguí el primer rollo para empezar a pintar. Sé que Balerdi estaba haciendo la película Homenaje a Tarzán y fui a verla a Madrid. En su casa, abrió un armario enorme que estaba repleto de bobinas de 300 metros y me preguntó: ¿Quieres una?. Esa fue la segunda lata que tuve. Era un tiempo en el que no sabíamos bien qué era lo que había o no que hacer para pintarlas. Yo probé y proyectamos el resultado en el Festival de Cortometrajes de Bilbao, donde recibí el premio de cine experimental. Era una película voluntariamente muda porque yo solo quería color.

Luego llegó al salto al largometraje con ‘Ere erera baleibu izik subua aruaren’, que recientemente ha sido restaurada en 4K. ¿Se imagina haber contado con los medios de hoy en día para poder haber hecho sus obras?

-Las películas eran vírgenes. Todo era nuevo para nosotros. Tuve la suerte de que Juan Ugarte quiso apoyarme. Vio mi película y me la quiso comprar, pero le dije que no podía hacerlo porque estaba sin terminar y no sabía si me iba a gustar o no. Él iba a perder el dinero que me daba y yo iba a perder la película. Así que entonces me dijo que le pidiera todo lo que necesitase para terminarla y durante dos años y medio me estuvo enviando cada mes un dinero que me permitía tener una vida con mis hijos en Hondarribia, del mismo modo que hacía con Balerdi, Chillida u Oteiza. Era el único mecenas que se ocupaba de lo que los artistas hacían. Lo hacía, además, dejándote tranquilo.

Se ha mantenido fiel al cine pintado hasta la actualidad -continúa realizando el filme ‘Han’-. ¿Es dónde más cómodo se ha sentido?

-Yo podía estar pintando cuadros, pero si me apetecía volvía a hacer películas. Para mí todo ha sido pintura y por eso no incluía sonido en ellas. La que usábamos tenía que secarse muy rápidamente, así que en los últimos años he utilizado también acrílicos. Todavía tengo botellas con la tinta con la que hacía estas películas hace 50 años. Son unos pequeños sobres que se diluían con el agua para tener las pastillas con la que pintar el celuloide. Tampoco había dónde comprar material en la Donostia de aquella época.

A lo largo de su vida ha llegado a plasmar alguna de sus creaciones en el urbanismo público, como en la plaza Julio Caro Baroja de Donostia, que el Ayuntamiento decidió retirar porque la gente se resbalaba.

-Efectivamente. Yo hice el dibujo y luego las personas que tallaban la piedra lo hacían al tamaño que les indicara. Una mañana me llamaron para decirme que estaba desapareciendo ese dibujo. Fui y me encontré que todas las líneas habían sido quitadas. El Ayuntamiento, en vez de llamarme para consultarme, directamente lo quitó. Fueron una panda de horteras capaces de destrozar con una facilidad alucinante el trabajo de los demás.

Siempre ha sido crítico con las instituciones públicas.

-Me he encontrado de todo. Hay a quien le molesta que los artistas estemos presentes y hay a los que no.

Ha mencionado antes el premio en Bilbao. ¿Cómo ha sido su relación con ellos?

-No he tenido muchos. No era algo que me importase.

¿Qué siente al ver una exposición que repasa de este modo toda su vida?

-Que me gustaría que fuese más grande.

“En las instituciones me he encontrado de todo. Hay a quien le molesta que los artistas estemos presentes y hay a los que no”

“Me sumergí en los artistas de París porque eran los que me aportaban algo. Era una época en la que no había muchas cosas”

“En el cine vi un cortometraje de Norman McLaren con el que descubrí la pintura sobre celuloide y dije: ‘Yo quiero hacer lo mismo”