Fue el gran protagonista de la primera edición del Aitzina Folk, festival al que regresa en su novena edición para ofrecer un concierto especial por muchos motivos. Entre otros, que para la ocasión Carlos Núñez va a contar con la presencia invitada de la dantzari Garazi Egiguren, Itsaso Elizagoien (trikitixa), Karlos Subijana (alboka) y componentes del grupo gasteiztarra Parradust. Todo ello hoy a partir de las 19.30 horas en el Principal.

Regresa a un festival solidario como el Aitzina Folk.

-Es un claro ejemplo de cómo la música puede ayudar y empujar para diferentes causas. Nosotros todos los años hacemos conciertos benéficos y cada cierto tiempo procuro que sea en Vigo, mi ciudad, pero también en otras localidades. En este caso, vamos de v a v (risas). La verdad es que la gente del Aitzina lo está haciendo muy bien. Además, que se esté haciendo este camino con músicas folk es algo a señalar. En eso se nota que Patxi Villén es un incondicional de todas estas músicas y es un placer estar ahí con él. Además, es reencontrarme con el público de Vitoria, que es absolutamente maravilloso. Creo que el primer concierto que hice allí fue en 1996.

Ha llovido lo suyo.

-Fue con The Chieftains, con mis maestros. Pero después estuvimos muchos años sin ir. Cuando fuimos a la primera edición del Aitzina fue reencontrarnos con un público increíble, muy apasionado y fiel. Además, hicimos hace no mucho un concierto especial en la Catedral Santa María con motivo del inicio del Año Xacobeo. Nuestros amigos del Centro Gallego de Álava organizaron aquella cita. Fue también otra experiencia maravillosa.

En este caso, llega metido de lleno en la gira del 25 aniversario de ‘A irmandade das estrelas’. Se dice pronto, pero es un cuarto de siglo.

-Calculo que habré hecho desde entonces unos 3.000 conciertos. Me siento con las energías y con la ilusión que tenía cuando comencé. Exactamente igual. Cuando empecé, el panorama estaba complicado. Yo nací en Vigo en los años 70. Llegaron los años 80, los años de la movida, España había estado cerrada durante 40 años y lo que en aquel momento había era un escenario de 360 º de rock. Claro, ser gaitero en los años 80 era un sueño imposible.

Pero usted apostó.

-Pasé mi adolescencia concentrado estudiando, aprendiendo de los maestros de la música tradicional. Fue una gran suerte hacer aquello porque en los años 90 salió el sol (risas). De pronto la música celta se puso de moda y mis maestros, The Chieftains, tenían acceso a todos los grandes de la música. Un día grababan con los Rolling Stones, otro día grabábamos con Sinead O’Connor, otro tocábamos en el Carnegie Hall de Nueva York con The Who junto a Spin Doctors, Alice Cooper, Pearl Jam o Lou Reed. Y otro día conocíamos a Bob Dylan. The Chieftains fueron los que me abrieron las puertas del mundo. Y aprendí de ellos esa filosofía de abrir la música celta a grandes artistas de todos los géneros. Cuando volví de aquellas giras por América, de aquel viaje iniciático, pensé: quiero lo mismo para nuestra música. Quería que nuestros sonidos viajasen, que fueran internacionales. Por eso en aquel disco invité a Luz Casal o a Dulce Pontes. Ahora, 25 años después, compruebo que en nuestro país ya hay toda una generación de creadores jóvenes que no tienen complejos hacia la tradición. Es gente que hace música electrónica, pop, rock o música urbana. Se están inspirando en la música tradicional igual que hacían aquellos rockeros que yo conocí en los años 90. Ellos hablaban maravillas de la música tradicional porque decían que era la base del rock and roll, las raíces. No era como el rollo de la movida.

No tenía buena prensa, la verdad.

-Pero porque en los años 80 aquí lo que se buscaba, precisamente, era escapar de la tradición. La tradición les sonaba al NODO, a los años del franquismo y demás. Pero ya te digo que ahora, en los últimos cinco años, noto que la gente que está haciendo músicas urbanas y contemporáneas son como los rockeros que te comentaba. Ellos tenían una relación sana entre la creación actual y la tradición, que es lo que creo que debería pasar. Así que estoy encantado con esta situación y lo hemos celebrado con un nuevo disco en el que colaboro con nuevos artistas.

En todo este tiempo seguro que también el público ha cambiado y hoy acuden a sus conciertos aquellos primeros espectadores de Carlos Núñez con las nuevas generaciones.

-Eso es increíble. Tenemos público de todas las edades. Eso es algo que nos proporciona la tradición. Es la base de todos nosotros. Aunque te guste el heavy metal, la electrónica o la música clásica, no puedes perder de vista que la tradición tiene relación con todos los géneros. Ahí tienes a C. Tangana, que hace cosas con el flamenco. O Rosalía. O a la gente de Vetusta Morla diciendo que creía que su folklore era The Beatles pero que se ha dado cuenta ahora de que hay mucho más que eso. O Rozalén. Así que creo que ese común denominador para tener un público tan amplio es la tradición. Y es algo que me encanta. Cuando tenía 23 años, mis ídolos era gente de la edad de mis padres: Paco de Lucía, The Chieftains... Yo quería aprender de gente con experiencia, con sustancia. Y ahora que acabo de hacer 50 años, mi sueño es tocar y hacer música con los más jóvenes porque también aprendo de ellos. Esta música nos proporciona ese contacto intergeneracional tan necesario, además. Es cierto que esta nueva era digital ha creado problemas para ese contacto intergeneracional. Pero es muy importante que esa relación entre distintas generaciones no se pierda y esta música puede ayudarnos mucho en ese sentido.

En ese impulso de colaborar con otros, ¿qué locura le queda por hacer?

-En este último disco hemos hecho locuras muy interesantes. Hemos grabado unas seguidillas del siglo XVII, o nos hemos puesto a hacer música medieval con un cantautor como Andrés Suárez, o hemos juntado la muñeira y el trap. Detectamos que el trap tenía ritmos que se podían acoplar a lo que en Euskadi sería la kalejira. Son ritmos de 6 por 8 y el trap funciona con ese tipo de ritmos. Así que tenemos a muchos jóvenes que se están educando musicalmente en ritmos que son nuestros, tradicionales, aunque lo más seguro es que no sean conscientes de eso. Es muy interesante lo que está pasando.

Llega un nuevo año, es de esperar que la situación general vaya mejorando, y en ese contexto, ¿qué planes tiene?

-Acabamos de poner en marcha el nuevo disco y lo estamos llevando por teatros y diferentes escenarios. La idea, por supuesto, es seguir tocando. Además, hay otro proyecto que está teniendo un eco fantástico relacionado con las canciones celtas de Beethoven. Le llamamos Celtic Beethoven. Son 200 obras desconocidas para el gran público que él compuso en sus últimos quince años. Beethoven hizo un mestizaje cultural muy interesante, adelantándose cien años a cosas que después pasaron en Estados Unidos. Es un proyecto que va a ser importante para nosotros en 2022. Y me gustaría grabar disco.