Todos a una. No somos nada. Gritando a pleno pulmón. No somos nada. Y el Buesa Arena casi se cae. La Polla Records ha vuelto para despedirse, para decir adiós a su público más cercano, a esta tierra que vio nacer hace cuarenta años a una de las bandas de punk más importantes y referenciales de la escena estatal, un grupo que ha cruzado fronteras y cuyos ecos nunca se acallarán. No somos nada. Bueno, eso sería discutible. Evaristo y los suyos son mucho. Este sábado toca repetir. Todo será igual en el cartel. Pero todo será distinto sobre las tablas. La fiesta está servida porque este cierre no es nada triste, es una celebración de lo vivido y una reivindicación de lo que queda luchar. Somos los nietos de los obreros que nunca pudisteis matar.

En un pabellón con la taquilla al completo, La Polla ha podido por fin esta noche tocar en un escenario grande de Vitoria. Al final no ha sido ni Mendizabala ni el Iradier. La pandemia cambió fechas y recintos, pero nada más. Aún así, la situación sanitaria ha hecho que todo fuera diferente con respecto, por ejemplo, a los conciertos de otoño de 2019. El ya famoso pasaporte covid ha estado presente incluso en el escenario con un manifiesto leído por dos jóvenes. Pero ni ese escenario ha podido impedir que sobre todas las cosas se pudiera escuchar el grito de: ¡Aupa el punk patatero! Y a mucha honra.

Con puntualidad casi británica, Salve ha marcado el arranque de una actuación que a lo largo de unas dos horas ha servido para repasar buena parte de los temas más conocidos de la formación. Ya ese inicio ha metido al respetable en un éxtasis que casi no ha tenido respiro en todo lo que ha llegado después. Duro y a la cabeza, una larga lista de temas se han ido dando el relevo. Nada de alargar lo que no se debe. Nada de entretenerse en tonterías. Donde entran diez canciones pueden ir 40. Y hasta Así casca la baska han ido cayendo canciones como El suicida, Come mierda, El rey es feo, El congreso de los ratones, Ellos dicen mierda o Cara culo.

Por supuesto con letras como las de Ellos dicen mierda, el personal ya se ha venido arriba de una manera importante. Entre que la pandemia hace que muchos estén con ganas de reventar y que la música de La Polla no es para estar quieto en el salón de té, aquello ha sido un no parar, vuelo de algunos líquidos elementos incluido. Todo ello mientras Evaristo, Abel, Tripi, Alberto y Kako han ido dándolo todo, demostrando que, cuatro décadas después de la formación de la banda, el sonido y las letras de los de Agurain siguen manteniendo una vigencia pasmosa.

Tomándose algún pequeño respiro para recuperar fuerzas, Evaristo ha dominado la escena como él sabe hacerlo. Es el genio de la lámpara, por mucho que a algunos les moleste. Que no miren porque como gritaron unos cuantos en el Buesa, Evaristo, te quiere todo cristo. Y con eso por delante, la actuación ha dejado a la gran mayoría con ganas de más. Pero no va a poder ser. Este sábado llega la penúltima actuación de una gira para celebrar las cuatro décadas del grupo, un tour que el covid estuvo a punto de llevarse por delante. Queréis engañarnos, pero no podéis, tampoco tenemos precio.

Rondando la medianoche se han encendido las luces del pabellón que en otro momento fue plaza de ganado. Y ha tocado emprender el camino a casa con algunos coreando todavía. No somos nada.