uatro años y medio después de sus modestos resultados en Antena 3, La casa de papel estrenó ayer sus cinco últimos capítulos en Netflix y con ellos se pone fin a la ficción española más exitosa de todos los tiempos, que ha cambiado para siempre el panorama audiovisual español. A finales de 2017, con sus actores pensando que ahí acababa todo después del robo a la Casa de la Moneda y las audiencias cayendo en picado, Netflix compró sus derechos, la puso en su catálogo internacional y el boca a oreja logró convertirla en todo un fenómeno mundial y hoy es la segunda serie más vista en la historia de la plataforma.
La casa de papel no sería lo mismo sin su iconografía. Un mono rojo, color símbolo de la rebeldía, la pasión y la revolución. Una careta que recuerda a la de V de Vendetta de Guy Fawkes, que adoptaron los activistas de Anonymous, pero nacionalizada con el rostro de Salvador Dalí, el símbolo de la resistencia y del surrealismo. Y una canción himno, el Bella Ciao, que propuso el guionista y coproductor ejecutivo, Javier Gómez Santander. El himno de los partisanos italianos que animaba a la Resistencia antifascista en la Segunda Guerra Mundial.
No es lo mismo robar a una empresa o a alguien rico que a todo un sistema. En un clima de hartazgo social, de decepción política y crisis mundiales, los ciudadanos abrazaron pronto el símbolo de la resistencia. La simbiosis fue tal que la careta, el mono y el Bella Ciao pronto empezaron a usarse en diferentes protestas sociales a lo largo del mundo. Del golpe militar de Myanmar a los chalecos amarillos en Francia pasando por las marchas contra la violencia de género en toda Latinoamérica.
Los nombres de ciudad de los personajes surgieron de una camiseta de Álex Pina que decía Tokio. A raíz de ahí, llegaron todos seguidos: Nairobi, Denver, Bogotá, Río... Una llamada de atención hacia los ciudadanos de los cinco continentes. Y es que, pese a su decepción inicial en audiencias, La casa de papel siempre fue un proyecto ambicioso y global, cuentan sus creadores. Tras la llegada de Netflix se buscó todavía más la globalización y el presupuesto permitió rodar las temporadas 3, 4 y 5 en lugares como Tailandia, Italia, Panamá, Dinamarca o Portugal.
Lo local engancha en España y llama poderosamente la atención fuera. Los tópicos de lo español, lo costumbrista y lo castizo, la pasión aunque caigan bombas, el humor negro, los chascarrillos en momentos tensos, la paella como símbolo de tregua entre el Gobierno y los atracadores.
Cuenta Álex Pina que el ambiente que rodea la serie surge de mezclar dos conceptos opuestos, la acción y la intimidad, y de romper la regla de que “las películas de acción son vacuas y superficiales y las intimistas son aburridas”. De aquí nacen sus personajes, seres manchados e imperfectos que nada tienen que ver con el típico protagonista blanco y bueno, pero que tienen una fuerte carga emocional que los acerca al espectador. Quienes los miran establecen vínculos con ellos, los sienten profundamente cercanos, se identifican.
Alba Flores (que interpreta a Nairobi), tiene su propia teoría, la teoría del fútbol, que recordaba Úrsula Corberó en una entrevista con Efe: “Ella decía, ¿qué es lo que le atrae más a nivel internacional a la gente? El fútbol. Y, si te das cuenta, esto es como el fútbol porque hay dos equipos, además unos vestidos de rojo y otros de azul (los policías), hay un himno, que es el Bella Ciao, hay estrategia de juego, hay política metida dentro, hay un árbitro, que sería El Profesor...”
Que todo lo que contaran los guiones, por más loco que pudiera parecer, fuera realista y posible. Para ello, aseguran los miembros del equipo de documentación de la serie, la documentación es clave: aprender de un taller de Extremadura a cómo fundir el oro (que en la serie es latón) y convertirlo en granalla o diseñar con un ingeniero naval una antecámara de interconexión para acceder a la cámara acorazada del banco de España.
En España los capítulos de series de prime time duraban tradicionalmente setenta minutos, un tiempo muy superior a lo habitual en el resto del mundo. Al adquirir Netflix los derechos, adaptó la duración de los capítulos a los 45-50 minutos y por eso en el extranjero las dos primeras temporadas tienen más capítulos que en España. En las temporadas 3 a 5 los capítulos ya duran 45-50 minutos, un tiempo más adecuado para el ritmo narrativo y también para los maratones de series que apasionan a muchos telespectadores.