Son los creadores más jóvenes los que están marcando este curso el arranque del programa expositivo de la Escuela de Artes y Oficios. Sucede así estas semanas con El Bosque Encantado, proyecto en el que ha tomado parte un centenar de artistas, cuyas edades oscilan entre los 4 y los 8 años.

De esta forma, el centro sigue dando pasos para recuperar el pulso de su programación cultural -aunque el aforo sea reducido, ya puede acceder personal de fuera-, una oferta que en breve volverá a contar con propuestas externas.

Con las referencias de Sheila Hicks y Agustín Ibarrola, la idea de esta creación colectiva ha pasado por trabajar con elementos naturales. “Hemos entrado en el otoño y la naturaleza nos ofrece mucho material con un potencial tremendo que queremos aprovechar para plantear nuestro discurso creativo”.

En este sentido, los diferentes profesores responsables de guiar la muestra han querido involucrar también a las familias en el proceso de “observación y recogida” de las piezas que luego han sido intervenidas por los jóvenes autores.

Así, ramas, hojas, frutos y distintos objetos de la naturaleza se han convertido en obra y soporte al mismo tiempo. “Queríamos generar aquí un bosque, nuestro bosque encantado”. El resultado se plasma en una muestra dividida en dos partes.

En el primer panel, se han buscado las “acumulaciones de ramas de diferentes tamaños, grosores y larguras, generando un recorrido visual dinámico, casi musical”. En el segundo, se propone “un desarrollo de acumulaciones y texturas”, que quiere evolucionar hacia una “tela de araña”.

El resultado es una exposición en la que los jóvenes artistas se han encargado de todos los pasos, salvo del montaje final, que ha recaído en manos de los profesores de los distintos grupos participantes. Un proceso llevado a cabo en el arranque de este curso que sigue estando condicionado por la situación sanitaria.

“Tienen muy interiorizado y asumido cómo tienen que comportarse”, apuntan quienes les conducen en su formación dentro de Artes y Oficios, también artistas que reconocen llevarlo un poco peor que sus jóvenes estudiantes: “a nosotros nos gusta que se muevan, que hagan cosas en grupo, que compartan, pero ahora nos vemos obligados a que cada uno tenga su espacio, su mesa, sus cosas”.

Aún así, no hay nada que pueda con el entusiasmo y el trabajo de unos y otros. Un empuje en el que, eso sí, los profesores notan que hoy los más pequeños parecen estar más acotados a la hora de dar rienda suelta a su creatividad e imaginación.

“Antes un dibujo libre de un niño de 6 años era un horror vacui. Ahora hacen una línea y piden otra hoja”, como quien pasa el dedo por una pantalla para cambiar a otra cosa. Parece, por tanto, recomendable dejar a un lado por un rato las nuevas tecnologías. También para desarrollar destrezas con las manos que hoy dan la sensación de estar un poco anquilosadas.