Fruto de dos años de trabajo, con el condicionante además de la pandemia, la exposición Lorenzo Fernández de Viana, un escultor alavés es ya una realidad visitable en el Museo de Bellas Artes de Álava. "Queríamos mostrar todas sus facetas, lo que ha sido todo un reto", apunta Ana Arregui Barandiarán, responsable de la propuesta y del catálogo que el centro ha editado en su empeño por poner en valor la trayectoria y el legado de los artistas alaveses, como hace ahora con el autor nacido en Lanciego.

La muestra se sirve de diferentes piezas pertenecientes a los fondos del museo foral, alguna donación y diferentes reproducciones y fotografías puesto que hay dos elementos que complican un tanto el hecho de poder hacer una retrospectiva más ambiciosa. Por un lado, que parte del trabajo de Fernández de Viana se encuentra en construcciones arquitectónicas tanto aquí como en Argentina que son imposibles de trasladar físicamente hasta el Bellas Artes. Por otro, que se desconoce el paradero de muchas piezas de pequeño formatos, sobre todo encargos, ya que tras la muerte de sus hijos -que no tuvieron descendencia- se perdió la pista de no pocas creaciones. "Esperamos que esta exposición sirva también para que haya propietarios que nos den a conocer que tienen esculturas suyas", afirma Arregui Barandiarán.

Con todo, se ha hecho un esfuerzo importante, como subraya la responsable del museo foral, Sara González de Aspuru, por ofrecer una visión amplia, apoyada también en la palabra escrita, del camino vital y creativo que Fernández de Viana desarrolló entre 1866 y 1929, año de su fallecimiento en Bilbao.

Para la diputada de Cultura Ana del Val "esta exposición y el catálogo tienen por objeto recuperar la figura de este artista -único escultor reconocido de ese momento en Álava-, así como desgranar el momento histórico-artístico que le tocó vivir; una sociedad menos proclive a la valoración escultórica que a la pictórica y una disciplina en la que se une a las dificultades técnicas, el elevado coste de las materias primas".

La figura de Lorenzo Fernández de Viana se enclava cronológicamente en la transición de los siglos XIX y XX. Ejemplifica al artista que se inicia como artesano y con su posterior formación llega a la plenitud como escultor. Sus inicios como ebanista, su paso por la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria y su posterior formación en Madrid y París, le permiten abrir el único taller de escultura en la ciudad, donde realizará una importante obra tratando todos los géneros.

Hay que destacar su trabajo en la Catedral Nueva, primero como escultor y posteriormente también como docente en la Escuela de Talla y Modelado, surgida por las necesidades formativas en materia escultórica que exigía este ambicioso proyecto.

Aunque desarrolló la mayoría de su actividad en Álava, su marcha a Argentina, marcará otra de sus etapas vitales y profesionales en la que desarrollará obras de envergadura en ciudades como Mar de Plata o Buenos Aires. Tras su regreso en 1917, se instala en Bilbao donde realiza, a partir de entonces, una obra más convencional, de pequeño formato y temática costumbrista.

El Museo de Bellas Artes de Álava posee un importante conjunto de obras de este artista, la mayoría donadas por sus familiares y que forman parte de esta muestra, como el Busto de Pablo Uranga (1908), Mi hija (h. 1916-1920) o Autorretrato (1920), todas ellas en bronce y pequeño formato.

La propuesta expositiva incluye, además de pinceladas sobre su biografía y retazos de la Vitoria del momento, apartados que recogen algunas de sus obras más importantes en distintos géneros y temas, como la escultura religiosa, conmemorativa, funeraria, el retrato o la escultura alegórica vinculada a la arquitectura civil.