- Chillida Leku abre por primera vez sus puertas a un artista invitado y lo hace con un autor que el donostiarra conocía muy bien. “Veo esta exposición como una invitación de mi aita a su amigo”, aseguró ayer Luis Chillida en la presentación de una muestra que reúne en el caserío Zabalaga varias de las pinturas y esculturas, principalmente en tierra chamiza, de Antoni Tàpies. “Al pensar en el proyecto, nos dimos cuenta de que no podía ser otro que él”, corroboró la directora del museo, Mireia Massagué.

Hasta el 10 de enero del próximo año, el piso superior del caserío Zabalaga muestra con 17 piezas, tres de ellas libros, del artista barcelonés, que “dialogan” con las del escultor donostiarra y, sobre todo, con el propio edificio, “una obra en sí misma más que un lugar para acogerlas”. “La exposición es un hito para nosotros. Tàpies y Chillida fueron coetáneos y amigos en muchos encuentros, hasta el punto de que llegaron a trabajar juntos. Por eso, al pensar en este proyecto de artistas invitados, nos dimos cuenta de que no podía ser otro que él”, afirmó la directora del centro.

Nacidos con menos de un mes de diferencia, los dos creadores compartieron muestras, reconocimientos, entregas de premios y, ante todo, “muchas inquietudes culturales, poéticas y filosóficas”. La relación entre ambos era tan estrecha que fue el propio Chillida el que le recomendó al catalán empezar a trabajar con tierra chamiza.

Buena parte del resultado de seguir ese consejo se puede observar en Chillida Leku, ya que la mayoría de las obras expuestas están realizadas con este material. “Gracias a él consiguió llevar sus pinturas a las esculturas, pero en la muestra también hay espacio para piezas de bronce y murales”, explicó Massagué, apuntando que algunas de las obras se pueden ver por primera vez fuera de la Fundación Antoni Tàpies.

La exposición ha sido comisariada por la propia directora del museo junto a la coordinadora Estela Solana y la responsable del área de investigación y educación del centro, Nausica Sánchez, quienes han querido establecer un diálogo entre los dos autores a partir de la ubicación. Es el caso, por ejemplo, de dos de las piezas más grandes de la muestra, Sabatilla (Zapatilla) y Taula de despatx (Mesa de despacho), ambas realizadas con tierra chamiza y colocadas justo encima de las creadas por Chillida con el mismo material.

La pasión compartida de ambos artistas también queda reflejada en tres libros seleccionados: La nuit grandissante, Retornos de lo vivo lejano y Poems from the Catalan. Los gustos literarios, poéticos y filosóficos entre los dos eran tales, que Chillida llegó a ceder su biblioteca a la fundación de su colega.

Camino inverso recorrió el cuadro Emprenta del cistella sobre sobra, un regalo de Tàpies a su amigo, que formó parte de salón de la casa de Chillida y que, ahora, los visitantes pueden descubrir en el propio caserío familiar.

“Se ha adaptado al caserío el trabajo de otro artista de forma muy cuidadosa. Ver las obras de uno con las del otro, a pesar de ser muy diferentes entre ellas, nos sirve para entender el respeto que sentían ambos por estos materiales”, aseguró Luis Chillida, que recordó algunos encuentros emotivos entre su padre y el catalán, como la última vez que se vieron en la inauguración de un mural en Barcelona cuando Eduardo ya estaba enfermo.

Esta amistad queda perfectamente reflejada en una mesa de archivo que recoge varias dedicatorias de un artista al otro y diferentes fotografías de encuentros y bienales en los que coincidieron.

Todos este material estará también en un catálogo sobre la exposición de la editorial La Fábrica que saldrá a la venta en julio. Mientras tanto, el museo ya trabaja en nuevos artistas que el caserío Zabalaga pueda acoger, aunque, no obstante, Massagué quiso ser prudente: “La pandemia ha cambiado la forma de planificar, pero vendrán más, seguro”.