Donde antes se respiraba música, ahora se interpone la mascarilla. Donde antes se gozaba del ambiente festivo de las notas, ahora reina el silencio tras echar el cierre. Donde antes cada persona que disfrutaba de un concierto dentro de un bar era parte de un ente mayor, rodeado de extraños pero compañeros por igual, ahora prima la distancia de seguridad y la separación incluso entre los seres más queridos.

Una realidad cada vez más asentada en la mente de la sociedad, que para muchos ha supuesto anhelar aquellos tiempos en los que las cosas no iban necesariamente mejor, pero por lo menos se podían aliviar las penas cantando, cerveza en mano, tras superar de nuevo un largo día. O cerrando los ojos y dejándose uno transportar por cada nota moldeada con mimo por los emisarios del jazz.

Los conciertos en los bares han revitalizado a lo largo de su historia a la ciudad, pero la situación sanitaria actual, como en muchos otros ámbitos, ha cortado de raíz esta escapatoria para la ciudadanía. Un alivio que no solo perjudica a los asistentes habituales, también ha supuesto una importante pérdida para los hosteleros. “El futuro a corto y medio plazo pinta mal, parece que la cosa está estancada, vemos que seguimos con limitaciones y no sabemos hasta cuándo”, explica Beñat Lasagabaster, del bar Dazz.

Un local conocido por los gasteiztarras por sus numerosos conciertos de jazz que se ha visto obligado a “bajar el ritmo”, porque antes las actuaciones se celebraban semanalmente, y ahora han pasado a ser de periodicidad mensual. En su caso incide en que, en cuanto a conciertos dentro de bares, “más seguro que uno de jazz no hay”, ya que, en todo momento, “se respetan las distancias reglamentarias, la gente se sienta, se pone la mascarilla y, además, la mayoría ni habla, está nada más escuchando, pero parece que es algo que no se ve, al menos en nuestro estilo de conciertos en el bar”, subraya.

La situación, como decía Fito Cabrales en uno de sus temas, no se ha tornado diferente, sino rara. Es así también como Lasagabaster describe la situación, una en la que los artistas que dan vida a los locales se encuentran en un momento compuesto por incertidumbre y desasosiego por el futuro. Aquellos con quienes ha contactado el hostelero aseguran que “están deseando tocar”, y, además “se sienten seguros” respecto a posibles contagios entre ellos o los asistentes a las actuaciones. “Tocan con distancia en el escenario, entre ellos y también el público, y algunos con mascarilla”, señala el dueño del local.

De la misma forma que ocurre con los locales hosteleros, el dueño del Dazz incide en que los intérpretes están “más inseguros con el futuro que vayan a tener que con cualquier otra cosa”. “Si antes ya estaban en crisis, porque es un sector que prácticamente siempre vive en crisis, imagínate ahora”, añade. Aún así, tiene claro que afronta el futuro del local y de los conciertos “con ganas”, aunque muestra un optimismo sosegado: “Se irá viendo poco a poco”.

Una buena costumbre Similar a lo que está sufriendo su vecino, la taberna El Parral también se ha visto obligada a dejar de lado uno de sus principales reclamos hasta nueva orden. Como explica Iñigo López, dueño del local, el tipo de conciertos y estilo de música que abundaba en el bar “no es precisamente para estar sentado”, lo cual se ha visto mermado debido a las medidas restrictivas derivadas de la pandemia. Por ello, las actuaciones en vivo que se han podido celebrar a lo largo del año en el bar se pueden resumir en dos simples palabras que él mismo expresa: “Cero patatero”.

La asistencia era gratuita, por lo que el público tenía la posibilidad de marcharse o quedarse en el bar en cualquier momento, algo que con la reducción del aforo se veía modificado a entradas de pago con el objetivo de buscar una rentabilidad a los actos. “Nunca hemos cobrado entrada en la vida y ahora no queríamos hacerlo tampoco”, añade, por lo que, como la programación del local transcurre desde octubre hasta julio, habrá que esperar hasta el último trimestre del año para poder volver a disfrutar del ambiente festivo que traen consigo las actuaciones de los artistas cada martes a El Parral, algo que considera “una buena costumbre”.

También ha contactado con varios artistas y, de una manera similar a Lasagabaster, siente que “están deseando volver a actuar”. Además, recalca que varios de los autores “siguen enviando muchas propuestas y nuevos discos” para incluirlos dentro de la programación establecida, pero, al mismo tiempo, comprenden que la situación actual para ofrecer música en directo “es difícil”. Una mentalidad que los intérpretes comparten con gran parte del público que solía acudir a la taberna a escuchar los conciertos de forma asidua. Espectadores que han disfrutado en el cantón de San Francisco tanto de actuaciones teatrales como musicales durante años.

Expectantes Otro de los principales promotores de los conciertos, también los martes, entre los bares del Casco Viejo se encuentra nada más entrar la calle Pintorería. Desde hace años, el bar Extitxu ha apostado por artistas locales para sus actuaciones, monólogos o recitales de poesía, en especial “gente que estaba empezando”. Además, muchos venían acompañados de sus amigos y familiares, lo que creaba un evento “muy ilusionante”, indica Intxo Pérez de Arenaza, dueño del establecimiento. Pero la llegada del virus lo cambió todo. “Si alguien va a cobrar 200 euros por una actuación, y tenemos a 30 personas sentadas con un zurito cada uno, económicamente no es rentable”, explica.

Algo que ya ocurría antes, pero, actualmente, supondría unas “pérdidas brutales”, por lo que los conciertos siguen en pausa. Por eso, también se encuentra “expectante” respecto a cómo se podrá revitalizar el ambiente festivo en los establecimientos. Como señala el hostelero, ya hay quienes han comenzado a buscar esas alternativas con métodos “novedosos”, como la sala Helldorado, que “hace la caja con el alquiler de las mesas” durante sus actuaciones.

Otro caso es el del propio Dazz, que a partir del 5 de julio llevará al Conservatorio Jesús Guridi una serie de conciertos de jazz, cuyas entradas ya están a la venta. Las consecuencias de la situación actual son palpables en múltiples ámbitos de la sociedad, pero, en un futuro cercano, si se permite, se podrá desconectar de todos esos problemas aunque sea durante un lapso de tiempo disfrutando de una actuación en vivo en los locales hosteleros de la ciudad.

Actuaciones musicales, teatrales, monólogos y recitales de poesía eran reclamos habituales en los locales del Casco Viejo

Este año ya se ha comenzado a ver la luz al final del túnel, pero todas las miradas están puestas para finales de año e inicio de 2022