- Imposible resumir en pocas líneas las cuatro décadas de trabajo cultural desarrolladas por Julyen Hamilton, una labor que no cesa y que esta tarde le trae hasta la capital alavesa. La cita con la danza y la música será a partir de las 19.30 horas, aunque ya no queda ni una sola entrada disponible.

Llega a Vitoria desde Atenas vía Frankfurt y Loiu. Y no hay que olvidarse del regreso. En estas circunstancias, con todas las restricciones por el covid-19, ¿merece la pena?

-Absolutamente sí. Esto es mi trabajo. Soy un bailarín y un bailarín no deja de ser una persona que se desplaza, tanto en lo micro, en el escenario, como en lo macro, en las giras que hace por distintas ciudades y países. Lo que menos me gusta son los aeropuertos, pero la posibilidad de estar en otros lugares, conocer otras sociedades y personas, acercarse a otras maneras de hablar y de formular sentimientos, para mí es muy importante. Y es una manera única de comunicarte mejor porque hay cosas que no puedes afinar solo en el estudio. El trabajo lo tienes que contrastar en diferentes situaciones para que de verdad puedas comunicar.

Solo les van a poder ver 45 personas. ¿Cuando uno está actuando da igual que estén 45 o 4.500?

-Un cantante siempre está listo para cantar, ya sea delante de una persona o de 100.000. Un bailarín, igual. La posibilidad de bailar delante de 3.000 personas en la Ópera de Londres es algo fantástico. Hacer lo mismo en un club de Nueva York delante de 20 personas es también fantástico. Lo importante es la comunicación que se establece con las personas. Si consigues eso, si puedes comunicar con una persona, todo merece la pena. Mira, hace muchos años en Ámsterdam? hicimos una actuación que era muy tarde. Era una situación un poco rara. Yo me preguntaba qué podíamos esperar actuando a esas horas para gente que iba a venir después de tomarse unas cervezas. Pero tras la actuación, me vino un hombre de 82 años que me dijo que era la primera vez que había ido al teatro en su vida. Quiero decir que nunca sabes quién va a estar entre el público y qué puede pasar. Lo importante es comunicar, estén 45 o 3.000.

En lo que se refiere a esta tarde, ¿qué se va a encontrar el público?

-Poesía musical y física. Pero no será una poesía solo para la gente que ha estudiado arte y esas cosas. No. Es una poesía de la calle, de las cosas humanas. Vamos, una buena mierda, una mierda vital (risas).

¿Cómo es el trabajo a distancia, en este caso con Benavente y Monterrubio, para prepararlo todo?

-Este es un trabajo, como el jazz, que demanda decisiones rápidas. Eso requiere que cada persona desarrolle la habilidad individual y creativa de adoptar las medidas que considera oportunas. Eso es un trabajo de años, años y años. Ahí está una de las claves. La otra está en saber escuchar la melodía y la creatividad de las otras personas.

Son muchos los años de experiencia que atesora. ¿Eso termina impidiendo ser más libre a la hora de crear? ¿Se tiene más miedo a cometer errores o locuras?

-Lo que me interesa es la posibilidad de estar siempre creativo. Y esa predisposición a crear tiene que estar lleves trabajando un año o 40. Es el fuego de la creatividad. Ahí está la clave. En la interpretación, además, no hay tiempo para pensar si lo que haces es un error o no. En el fuego de la acción, en el instante de crear, no hay tiempo para pensar en los fallos. La experiencia es importante, no me entiendas mal. Ayuda a que haya una confianza para estar más abierto y menos nervioso, cerrado, constreñido. Pero en el momento de actuar, justo en ese preciso instante, la experiencia no existe. Está antes y después.

Hablaba antes de esa creación cercana a la gente, a la calle, que es, precisamente, uno de los objetivos que tienen Benavente y Monterrubio a través de danzÁlava. ¿Nota prejuicios hacia la danza contemporánea también en otros países?

-A la gente, a veces, le parece que el mundo del arte se configura a través de muchas cuestiones crípticas o confusas. Eso es consecuencia de la deseducación. Pero el arte es para todos porque habla de todos. Tristemente, la educación y la promoción del arte en muchos países está llena de conceptos que básicamente han terminado por construir confusión entre la gente. Pero el arte mismo es directo. Shakespeare, si hablamos de teatro por ejemplo, es para todas las personas, no para una elite. Pues igual pasa con el resto de las artes.