n el año 1991, ante la locura que empezaba a desatar ya la llegada del todopoderoso 92 con curros, cobis, quintocentenarios, olimpiadas y demás gaitas de estrambóticos diseños, a alguien se le ocurrió la sorprendente idea de vender un helado dentro de algo así como un tubo de pasta de dientes. O de pegamento, según gustos, pero no voy a hacer un chiste fácil, que he madurado. La imagen de los chavales de la época dándole al tubo no me la quiero ni imaginar, pero me dicen que la cosa acabó en fracaso, bueno empezó en fracaso y precipitó un rápido final a aquella local historia, que años después, el señor Frigo desveló que fue por culpa de un niño que en los test de producto no se atrevió a decir que aquello no le gustaba nada de nada por no darles un disgusto a esos señores tan serios, para que luego digan que los niños y los borrachos dicen siempre la verdad. De momento, me quedo con los borrachos, que me inspiran más confianza, son más cariñosos (aunque a veces solo sea con las farolas) y más calmados, sobre todo calmados. Un día habrá que hablar de los helados con licor, sí. J. Gorriti

Tubi Tabi

Creado en 1991, tenía forma de bote de pasta de dientes y permitía tomar el helado de una forma nunca antes conocida. Como la pasta de dientes, era muy complicado aprovecharlo hasta el final.