a vida puede ser muy cabrona y la vida en la planta infantil de un hospital con niños enfermos de cáncer es un micromundo en el que el cabronismo lo impregna todo, y sin embargo Pulseras rojas, la serie creada por Albert Espinosa a partir de su propia vivencia cuando sufrió de niño un cáncer que le costó una pierna, un pulmón y medio hígado, fue una historia de optimismo, fuerza y muchísima vida que traspasó fronteras y ganó múltiples premios y adaptaciones por medio mundo.

Varios chavales, de entre diez y quince años, unos enfermos de cáncer, otro con problemas de corazón, una joven anoréxica, otro que había sufrido un accidente de tráfico y un niño en coma formaban este grupo que, como todos los grupos, según su propia teoría, están formados por el líder, el guapo, el listo, el imprescindible, la chica y el segundo líder que sería el líder si no hubiera un líder. Ellos eran Lleó, Ignasi, Toni, Roc, Cristina y Jordi, y contaban con los mejores guiones de la televisión en una historia basada en el libro El mundo amarillo, de Albert Espinosa, producida originalmente en la televisión catalana TV3 y emitida en el verano de 2002 en Antena 3 con un doblaje que fue muy cuestionado. La serie concluyó al año siguiente, nuevamente en verano, con una segunda temporada magnífica -pocas segundas partes serán tan buenas- que nos dijeron que tendría continuación unos años después para retomar la historia con los protagonistas ya crecidos, pero seguimos esperando.

Pulseras rojas es una historia cruda que hay que ver al menos una vez en la vida e incluso volver a ella en más de una ocasión porque tiene escenas y diálogos memorables. Aunque comercialmente le pusieron la etiqueta de "la serie que emocionó a Spielberg", con la que se hicieron algunas coñas, es justo poner en valor que es un drama que divierte y emociona sin ser sensiblón ni empalagoso: es valiente en sus tramas y sus diálogos dignifican a perdedores, chulos de clase y enfermos asustados por igual.

Ahora que tanto se debate sobre la función de las televisiones públicas, he aquí el valioso ejemplo de TV3, la Televisió de Catalunya, que se acercó con este trabajo, como decía uno de los personajes, a "esas cosas que pienso mucho pero que nunca hablo con nadie".

Si nos ponemos un poco pedantes, incluso se podría decir que la serie nos enseñó que hay enfermedades mortales que enseñan a vivir -aunque cuidado, porque también vimos morir aquí-, pero si bajamos a ras de suelo basta retomar la frase con la que empezó este texto: la vida puede ser muy cabrona, y se agradece que una serie se atreviera a mostrarlo de una forma tan valiente.