l concurso se escenificaba como un secuestro. Cogían al concursante, le vendaban los ojos, lo metían en un coche, lo sacaban (todavía con los ojos vendados) y lo metían, a medianoche, en la habitación de un hotel de una ciudad desconocida para él. Una vez le quitaban la capucha del secuestro le decían dónde estaba, le daban un teléfono y un listín de las páginas amarillas (la biblia de los comercios de la zona antes de inventarse Internet) y disponía de media hora para gastarse un millón de pesetas (6.000 euros) cuando todos los comercios estaban ya cerrados bajo una condición: no podía decir que estaba participando en un concurso de televisión.
Jesús Puente compaginó la presentación del exitoso Su media naranja con este curioso concurso semanal que se emitió en el verano de 1992 a las tantas, y que era también una adaptación de la tele italiana, del mismo creador que El gran juego de la oca, Jocelyn Hattab.
Para endulzar el tono de las imágenes del secuestro, la cabecera del programa recurría a los dibujos animados para explicar la mecánica, y allí veíamos a un tipo comprar un rebaño de ovejas, una planta carnívora o un elefante. Efectivamente, no era fácil gastarse un millón de pelas de la época con los comercios cerrados, y aunque los concursantes tiraban mucho de joyerías o concesionarios de coches fingiendo algún imprevisto y esperando que hubiera currelas metiendo horas extra, lo cierto es que muchos desconfiaban de una llamada tan extraña. Además, para validar la compra el programa exigía que todo fuera legal y con factura. Si lo lograba, el programa terminaba con el comerciante acudiendo al hotel.