- No conocía el Baztan y se ha sentido impresionado por los parajes en los que ha rodado las dos últimas películas de la saga creado por la escritora vasca Dolores Redondo. El perverso Berasategui va a subir la temperatura de esta última entrega. Se estrena en plataforma, en Netflix. A partir del viernes, los amantes de esta historia literaria podrán ver cómo se resuelven definitivamente los conflictos de la inspectora Amaia Salazar.
¿Cómo es Berasategui?
-Es el gran villano y su perversión está a la altura de la gran heroína que es Amaia Salazar. Un héroe, en este caso una heroína, también se mide por el nivel de sus adversarios, sobre todo estos villanos del modelo de Berasategui.
¿La confabulación del mal?
-Exactamente. Los villanos como Berasategui se confabulan para hacer el mal. Amaia Salazar están metida dentro de esa red que nunca termina de destejerse. Berasategui es una de esas piezas que arranca en la segunda parte de esta saga y abre nuevas incógnitas en la tercera.
Usted ya había trabajado con el director de la trilogía del Baztan, Fernando González Molina.
-Hicimos juntos A tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti. Lo nuestro va de sagas y estoy muy contento de que pensara en mí para un personaje como del Berasategui y tan distinto al de las anteriores películas. No veas cómo me sentí cuando me dijo que había decidido darme un tipo tan malvado después del personaje tan luminoso de las otras historias. Es un profesional como la copa de un pino.
¿Le está haciendo la pelota para su próxima película?
-Ja, ja, ja€ No. Para mi Fernando es un director con músculo y una capacidad de emoción brutal. Creo que no he visto a un director emocionarse tanto y vivir tan de cerca a los personajes como a él. Vive las historias a través de los personajes. Le recuerdo en A tres metros sobre el cielo y vi cómo vivía esa historia de amor. Ahora, he visto cómo trabajaba con su protagonista, Marta (Etura).
También le veo emocionado a usted.
-Mira, en esta película he tenido dos regalos. El primero, el personaje de Berasategui, un papel muy intenso. El segundo, trabajar con Marta Etura y Susi Sánchez, son dos pedazos de actrices. Añadiría uvolver a ponerme a las órdenes de González Molina.
Sus últimos años como actor están siendo increíblemente productivos.
-Soy un privilegiado por haber trabajado tanto y en proyectos que para mí han significado mucho. Son trabajos de mucha calidad y he puesto en ellos todo mi amor y mi cariño. Sobre todo en los dos últimos he participado en historias muy diferentes. Cuando ves que empiezan a contar contigo para cosas muy distintas a las que has hecho hasta ahora es un honor. Berasategui es un lujo y para los fans de la novela es muy reconocible.
Para un actor tiene que ser muy comprometido responder a las expectativas que tiene un lector frente a los personajes que saltan del libro al cine o la televisión.
-Sí, claro que lo es. Todo el mundo tiene una imagen de sus personajes de novela. Además, cada lector se imagina a los personajes de una forma y tú tienes que capturar todas esas expectativas y crear un único personaje.
¿Dónde está el truco para capturar el interés de los espectadores que antes han sido lectores de esa historia?
-En captar la esencia y conseguir que les satisfaga en la película. Creo que González Miranda lo ha conseguido con esta adaptación. Él es un hombre que ya está acostumbrado a trabajar con historias que vienen del mundo editorial.
Ha grabado la segunda y tercera película de la saga del Baztan a la vez. ¿Es duro?
-Sobre todo eso habría que preguntárselo al equipo técnico, ha sido un trabajo descomunal el que ha llevado a cabo. Una vez que te embarcas en un tipo de cine tan complejo€
¿Por qué complejo?
-Por las localizaciones, por grabar de noche, por tener condiciones climatológicas en muchas ocasiones adversas. Merecía la pena levantar la cabeza y hacerse un dos por uno. También el agotamiento es doble.
¿Acabó muy saturado?
-Es que también estaba haciendo Brigada Costa del Sol, aun así pude hacer a este villano. Rasqué unos días para poder dedicarme a ser el perverso Berasategui. Saltábamos de una parte a otra, pero Fernando nos lo ponía fácil. Trabajar con él resulta toda una experiencia.
¿Exigente?
-Yo diría que maravilloso. Es exigente en cuanto a que le gustan las cosas muy bien hechas. Todos los directores con los que he trabajado han sido exigente a ese respecto. De todas formas, para mí, fue como si estuviera haciendo una sola película. El esfuerzo ha merecido la pena y espero que el espectador lo note cuando se estrene el viernes. Hacer a un tipo tan absolutamente malo y perverso como Berasategui ha sido un placer.
Veo que ser el malo de la película le pone.
-Ja, ja, ja€ Absolutamente, Me gusta, me gusta. Hay puntos de hacer de malo que no solo te ponen, es que es muy divertido. Quizá es porque no soy siempre el malo de la película, me gusta. Si siempre fuera el malo de la película, echaría un poco de menos el papel de bendito y bueno. Entrar en los terrenos oscuros de un personaje resulta muy interesante€
¿La maldad luce más que la bondad?
-Sí, puede ser. El trabajo de un actor es ponerse en otras cabezas, en otras pieles. Cuanto más alejado esté ese personaje de mí, más lo disfruto€
Y Berasategui no tiene nada que ver con usted, ¿no?
-Pues no. Creo que no. Tiene una maldad muy perversa, yo no me parezco a él ni por asomo. Cuanto más se aparte uno de sí mismo y se acerque a otras maneras de ser o de pensar, resulta más interesante el personaje. Berasategui es perverso, cruel, sádico€ Este tipo es un monstruo.
¿Y le gusta tocar esa tecla?
-Ponerme el disfraz de monstruo siempre me ha gustado, me gusta ponerme máscaras. De niño, mi día favorito era carnaval, lo esperaba como agua de mayo. Con el paso de los años, he hecho de mi vida un carnaval constante.
¿Ayuda ponerse esa máscara?
-Por supuesto. Tienes que creer en el personaje, si es un ser perverso, tienes que defenderlo. Quizá Álvaro Cervantes persona no comprenda por qué Berasategui es así, pero el Álvaro actor sí que tiene que comprenderlo. No solo es ponerse la máscara, es llevarla hasta el final sin que te pese. Cuando me ofrecen un trabajo como este, con un personaje tan de construcción, no me puedo negar. Berasategui me ha obligado a cambiar el traje personal, el que llevo en mi vida normal, por otro muy diferente. Me ha resultado especialmente divertido.
¿Le gusta experimentar en ficción esas maldades que nunca llegarían a su vida personal?
-Es una forma de verlo. Claro que nunca haría lo que hace mi personaje en la vida real, ni yo ni nadie o casi nadie. En ese terreno de juego, en ese ring que son las secuencias de la película, imperan otras reglas. Pero hay que tener control.
¿En qué sentido?
-En el que debes ser capaz de saltar en un segundo de lanzar una silla a quitarle un pestaña del ojo al compañero o compañera con delicadeza y diluyendo la furia del momento anterior. Esto me decía Roberto Álamo cuando estaba haciendo Urtain. En esta película, hay un momento de mucha violencia y todo está muy medido. Cuando una escena se descontrola, el espectador lo nota y siente algo extraño. Todo juego tiene unas normas y lo justo es que cuando cortas la escena no te quedes enganchado en esa emoción.
Empezó a trabajar en televisión hace quince años con Abuela de verano, era una criatura.
-Ja, ja, ja€ Sí que lo era. Solo tenía quince y muy claro que lo mío era ser actor. Ya sabes, sueños adolescentes.
Sueños que son realidad.
-He tenido esa suerte. Había algo que me gustaba mucho y ese algo era jugar con la imaginación. E
Y después de varias series le llegó su cran oportunidad, Carlos. Rey Emperador.
-Fue increíble el que me dieran ese personaje tan importante. Nunca lo imagine, ni siquiera cuando me llamaron para hablar conmigo de ese proyecto. Fue espectacular y un paseo por la Historia con mayúsculas que aún hoy no me atrevo a pensar.
"Cuando me ofrecieron protagonizar 'Carlos. Rey Emperador' no me lo podía creer, era un sueño"
"Fernando González Molina es un director con mucho músculo y una capacidad emocional brutal"
"Empecé a los 15 años en 'Abuela de verano'. Ser actor era un sueño de adolescente"