- Como el "refugio" para unos cuantos en los años 80. Así define Patxi Irurzun (Pamplona 1969) el Rock Radikal Vasco, gran protagonista de Tratado de hortografía (Pamiela). Pero su última novela es también una revisión de los anhelos y errores juveniles, desde la perspectiva que regala la etapa adulta. Y las crisis vitales que eso pude conllevar. Escrito a modo de diario, un viejo rockero venido a menos guía al lector por un periplo musical donde el humor no falta. Eso es ya sello del escritor navarro.
La música ya había tomado parte en sus anteriores novelas, pero, ¿era una tarea pendiente el escribir un libro así, centrado en el RRV?
-Siempre arrastraba la idea de que quería escribir una novela sobre el Rock Radikal Vasco y en realidad también sobre mi juventud, porque va asociado... Pero no encontraba el modo. Por una parte, era abarcar demasiado -del RRV en ficción no hay demasiado escrito-, y por otra, yo no había sido músico... Pero después de hacer muchas pruebas, empecé ésta de una manera más sencilla, como un diario, y fue fluyendo todo muy bien. En tres meses la escribí.
¿Y en esta revisión de otra época, ha habido lugar para la nostalgia?
-De aquellos años tengo una sensación agridulce, ya que la adolescencia es una época en la que estás perdido. Además en aquella época para los jóvenes el futuro no era muy halagüeño -hoy tampoco lo es- y había mucho paro, la heroína andaba todavía dando coletazos€ Y a nivel personal, yo era una persona introvertida y en la escritura y la música encontré la manera de dar salida a todo. Fue un refugio, creo que nos pasó a toda esa generación que andábamos con problemas: el rock radikal vasco fue una manera de expresar toda esa rabia y todo ese no futuro del punk.
La portada bien resume la banda sonora del libro: Eskorbuto, Cicatriz, Barricada, La Polla Records, The Clash... ¿Cuál fue el criterio de selección de las referencias?
-Por preferencias personales tengo a todos los que salen, pero si hubiera que destacar tres, señalaría a Barricada: soy de Pamplona, he tenido la suerte de conocer al Drogas€ De hecho, empecé a interesarme por esta música cuando escuché el primer disco de Barricada, en Radio Paraíso. También Eskorbuto me pegó fuerte y es curioso, porque vivo en Sarriguren y sigo viendo por el barrio un monton de pintadas de Eskorbuto, que un tío de 50 años no las ha hecho (risas). Y luego está La Polla Records, quizá el grupo que más ha perdurado en letras y mensaje... Y ahí está su vuelta, que llenaron pabellones.
El protagonista es un viejo rockero que en su momento tocó en un grupo llamado Los Tampones -banda ficticia inspirada en Las Vulpes- y a sus 50 años emprende una guerrilla ortográfica, en la que se dedica a corregir rótulos y carteles. ¿Contradictorio, irónico...?
-El propio título tiene una contradicción con eso al estar escrito ortografía con hache, pero sí que hay una intención un poco satírica y patética con que el personaje intente recuperar su espíritu de rebeldía con una guerrilla ortográfica. Y ya se cuenta en el libro, cuando ellos, de jóvenes, escribían todo con k...
Es un personaje al que, además, le toca lidiar con unos hijos 'millennials' que no le entienden, que debe superar la pérdida de su esposa... en 'Tratado de hortografia' hay mucho más que música.
-El libro está contado desde el hoy y desde la cotidianidad y el personaje habla sobre la relación con sus hijos y está ese dolor de la pérdida, intentando superarla, está en una crisis€ Es un libro que le puede llegar también a quien el Rock Radical no le interese especialmente.
Con este libro también regresa a Jamerdana, una ciudad ficticia en la que muchos se reconocerán.
-Es la ciudad que utilicé en las dos primeras novelas y la he recuperado porque me venía muy bien. Quería resumir todos los epicentros del Rock Radical Vasco, con todas las capitales vascas, porque a pesar de que había algo común, cada ciudad tenía sus caracteristicas. Por ejemplo, Iruña igual era mas rockera, con Barricada; en Vitoria igual se llevaba más el rollo de Euskadi Tropical, el reggae y el ska, aunque también estaba Cicatriz y La Polla; Bilbao era algo mas punki€ Por otra parte, utilizar una ciudad imaginaria te da muchas ventajas como escritor, da más juego.
La novela está escrita a modo de diario, un formato que ya encontramos en 'Dios nunca reza', libro que publicó en 2011. ¿Comparten cierto fondo y estilo, como el humor?
-Sí, lo hice así precisamente porque con Dios nunca reza me había sentido muy cómodo y había recibido buenas criticas. La gente se reconocía en él. Y de cara al lector, tiene esa parte como de voyeur, de fisgar€ Y que es un cajón desastre, lo mismo cuentas las cosas que le pasaron al personaje hace años, que las que le están sucediendo ahora, que hacer balances vitales entre lo que buscaba y lo que ha conseguido€
En una radiografía al momento actual, en el libro hay frases como ahora "ya nadie se compra discos, ni lee, ni va a las bibliotecas". Y apena ver que sí, que así es.
-A mí me asusta. Trabajo como bibliotecario y tengo la experiencia de mis hijos, que de más pequeños han sido lectores, pero en cuanto se han metido con las tecnologías, ya prácticamente no leen. Y en la biblioteca los chavales que vienen, lo hacen para coger un libro que les han mandado en el instituto. Vivo esto con el temor de que todo lo que es mi mundo, el de los libros, o incluso llevado al periodismo, parece que está desapareciendo. Voy a comprar los periódicos, vuelvo con ellos bajo el brazo y me siento como un abuelo y un viajero en el tiempo. Está ese temor, que quizá simplemente se trate de cambio de modelo, de plataformas€ Habrá que verlo con el tiempo, pero sí que hay esa percepción y eso en el libro se refleja.
Como reflexiona su protagonista: "¿Ir de punki es algo anticuado y ridículo, o todavía es algo guay?"
-Es que... ¿Qué es ser punki hoy? Igual no puedes ser punki como se era entonces€ Recuerdo que en aquella época El Drogas decía que igual era más punki Duncan Dhu que un punki de estos de postal. La actitud punki es no seguir la corriente, aunque es difícil mantener esa actitud. En el libro se cita un poema de Bukowski sobre la impotancia de mantener una chispa dentro, porque de una chispa puede empezar un incendio. Y una de las pequeñas victorias que tiene el protagonista y la generación que vivió esto así es el haber conservado esa chispa que luego se puede aplicar a cosas de su vida a un nivel más doméstico o pequeño, sin tanta grandilocuencia de intentar cambiar el mundo. Y hubo victoras, como la insumisión, pero quizá puede ser eso. Igual la actitud punki hoy es el mantener con tu pareja una relación igualitaria o comprarle la fruta al frutero del barrio en vez de al Mercadona. Ir contra el mundo, al final... todo el mundo tenemos contradicciones y es imposible.
Y con la Ley Mordaza de por medio y tutieros condenados por la Audiencia Nacional€ ¿Sería posible que Los Tampones se formasen hoy en día para posicionarse en contra de las reglas?
-Es una cosa que he pensado con la novela y relamente me da la impresión de que que muchos mensajes que lanzaban grupos de entonces, ahora sería imposible porque acabarían en la Audiencia Nacional o les harían un linchamiento mediático. Porque claro, ahora la censura te viene de muchos lados: legalmente, mediaticamente€ Y en aquella época tenías grupos como M.C.D. (Me Cago en Dios) y no había Abogados Cristianos poniéndoles una demanda. En el caso de Las Vulpes, fue una cosa que pudo no haber pasado: ABC tenía unos intereses políticos y las utilizó un poco como ariete contra el gobierno socialista€ Entonces no sé, te hace pensar eso, que ahora es más difícil lanzar cierto tipo de mensajes€ Y luego está la propia autocensura, porque claro, con la Ley Mordaza, quieras que no, uno se piensa mucho ciertas cosas.
Sinopsis. El protagonista es una antigua estrella del Rock Radikal Vasco venida a menos que trabaja como bibliotecario. Además, sobrevive a la adolescencia de sus dos hijos y a la reciente pérdida de su pareja y madre de ambos. La única manera de superar el duelo será integrarse en un grupo de guerrilla ortográfica que se dedica a corregir los rótulos y carteles de Jamerdana, su ciudad; y la única forma de que sus hijos dejen de verlo como a un marciano, será reunir a su antiguo grupo, Los Tampones para un concierto excepcional.