- No va a poder ser en su sede de la calle Cuchillería, pero la quinta edición del Dazz Jazz no quería faltar a su cita con el público, así que hoy a las 20.00 horas sube el telón desde el escenario que la Fundación Vital tiene en Dendaraba. El ciclo se abre, además, con un cartel de lujo en el que el baterista Gonzalo del Val y el contrabajista Jordi Gaspar van a conformar el trío liderado por uno de los nombres propios de la escena europea, el trompetista Raynald Colom. Todavía queda alguna entrada disponible (a 5 euros cada pase) que se puede conseguir en el Dazz.

Es evidente que estamos ante un contexto muy extraño. Supongo que con ganas de volver a encontrarse con el público.

-La verdad es que esta semana está siendo un pequeño regalo. Hasta el miércoles estuve en París porque acabamos de grabar el nuevo disco del baterista italiano Francesco Ciniglio, que creo que estuvo en el Dazz a finales del año pasado. Y hemos aprovechado para dar un primer concierto en un club de allí. La sensación de volver a sentir la vibración real de un instrumento junto a la gente es fabulosa. Al final, lo que más nos gusta es comunicar con el público. Así que tengo mucha energía para ir a Vitoria. Estoy convencido de que va a ser un concierto épico en ese aspecto. Además, me encanta por el formato en el que vamos, con Del Val y Gaspar. Con Jordi tenemos un disco hecho hace ya un tiempo y hemos trabajado muchas veces juntos. Así que va a ser muy interesante, más allá, y esto no es hacer la pelota ni nada, de que todo el mundo me habla del Dazz y su programación, y tengo ganas de conocerlo. Tenía que haber actuado allí el año pasado pero al final no pudo ser. Así que me hace mucha ilusión porque muchos compañeros de la música me hablan maravillas de Beñat Lasagabaster y su equipo.

La gente que acuda esta tarde al concierto se va a encontrar con...

-Pura música, puro jazz. No quiero complicarme la vida. Tengo ganas de subirme a un escenario con dos músicos excelentes y crear en el momento. Lo que más busco ahora es la comunión con el público. Así que lo que hago es música pura y dura. Llámalo jazz, aunque la verdad es que no me gusta mucho el término, o como quieras. Lo que va a haber es mucho amor, muchas ganas de tocar.

Conciertos que empiezan a llegar después de estos meses de confinamiento.

-Es evidente que ha sido duro. Pero también quiero pensar en lo positivo. Por ejemplo, hemos puesto en marcha Culture Folk, que básicamente es un sitio de contracultura en el que tenemos conciertos como si fuera, no sé, Netflix, en el que seguiremos haciendo actuaciones en streaming. Ha sido poder hacer algo para los músicos y para el público, teniendo una alternativa a lo que es Spotify y esas listas de temas ideales para el verano que son insoportables (risas).

En el plano profesional, habrá que ver cuántos músicos pueden salir de esta nueva crisis. ¿Preocupado de manera especial por la situación?

-Cuando cortas el césped puedes ver las cabezas de las serpientes. Hay muchas serpientes que se han ido porque los problemas económicos muchas veces se han generado desde dentro. Hay muchas cosas de este negocio que tienen que ver con una parte un tanto oscura. No entraré en detalles pero creo que se entiende. Una cosa que creo que puede ser positiva, si lo hacemos bien, es que los artistas volvamos a tener el poder, en el sentido de que tengamos el control sobre el negocio que nosotros creamos. Es verdad, y es una pena, que habrá gente que no podrá aguantar esta situación. Pero también es cierto que hay una serie de gente haciendo unos trabajos de intermediarios que no servían para nada, que creo que desaparecerán después de esto. De todas formas, lo que queda por delante va a depender de cada persona y de sus ganas de luchar. Es difícil y más en el país en el que vivimos, donde todos sabemos que la cultura es lo último. Pero si nosotros, los artistas, retomamos el control, a lo mejor hay más posibilidades de poder crear una industria cultural como la que existe en Francia. Si los artistas retomamos los mandos tendremos más libertar para llegar a la gente. Y estoy positivo en este sentido.

Lo cierto es que, como decía antes, llega a Vitoria reactivando la agenda, sin casi tiempo de ensayar con sus compañeros de hoy...

-Es que no quiero que ensayemos. Quiero que sea real. Charlie Parker se convirtió en Charlie Parker porque cogió temas conocidos y sobre ellos creó algo nuevo. Y tengo muchas ganas de hacer un concierto en esa clave. Es lo bonito. En esa parte entre un tema y el siguiente en la que no sabes dónde vas a ir es donde aparece la magia.

¿Va a poder recuperar fechas de este verano o...?

-Como a todos, la agenda se me ha quedado bastante tocada, pero no me puedo quejar. Después de Vitoria, tengo una semana para terminar de preparar un proyecto que estoy haciendo con gente como Diego Amador, Lin Cortés y La Tremendita. Después, con mi cuarteto iremos a tocar a Galicia. Y hay más citas próximas.

La cuestión es no pararse.

-Y menos ahora. Hay que buscar algo más de luz entre tanta oscuridad.