- Los paseos sensuales y feministas de Monica Belluci en Malena, el encantamiento infantil por la gran pantalla en Cinema Paradiso, la urgencia revolucionaria de Novecento, el hieratismo chulesco de Clint Eastwood en varios spaguetti-western o la peregrinación religiosa de Jeremy Irons en La misión han pasado a la historia mecidos por las bandas sonoras de Ennio Morricone, uno de los mejores compositores del siglo XX y ganador del Oscar que ayer murió en Roma, a los 91 años de edad, a consecuencia de las lesiones que le produjo una caída.

Morricone, Caballero de la Legión de Honor de Francia, Gran Oficial y Caballero de la Gran Cruz de la Orden al Mérito de la República Italiana y ganador de sendos Oscar, uno honorífico a toda su carrera y otro por su trabajo en la película Los odiosos ocho de Tarantino, hizo acopio a lo largo de su carrera de múltiples Discos de Oro y Platino, además de varios premios BAFTA, el León de Oro a toda una carrera en Venecia y el Polar de la Música. Su último galardón le llegó hace apenas unas semanas, cuando el 5 de junio se hizo con el Premio Princesa de Asturias de Las Artes 2020 junto con el compositor John Williams por haber enriquecido “con su talento cientos de películas”.

Nacido en Roma en 1928, Morricone murió en la madrugada de ayer en una clínica de la capital italiana debido a las lesiones que le produjo una caída. Según informó ayer el diario italiano La República, había sufrido una fractura de fémur. Su funeral se llevará a cabo de forma privada, “con respeto al sentimiento de humildad que siempre ha inspirado los actos de su existencia”, segun indicó el abogado de la familia, Giorgio Assumma.

El compositor italiano, que realizó en 2019 una gira internacional de despedida que pasó por el BEC de Barakaldo junto a una orquesta y coro de 200 personas y con la cantante portuguesa Dulce Pontes como artista invitada, se inició en la música alentado por su padre trompetista y sus primeros trabajos profesionales los realizó como arreglista para orquestas de la RAI, además de para cantantes pop de éxito como Domenico Modugno y Mina.

En busca de aquel sonido (Malpaso), un libro esclarecedor que se presenta en formato de entrevista con Alessandro de Rosa y que lleva como subtítulo Mi música, mi vida, Morricone lo cuenta todo sobre su trayectoria vital, íntimamente ligada a su obra. Una obra que se ha mostrado siempre bicéfala, dividida en dos identidades claramente diferenciadas porque, tal y como explica Bernardo Bertoluci, “Ennio maneja dos identidades: compone música contemporánea de calidad extraordinaria y música popular (no menos valiosa) para el cine”.

El músico, que ha escrito 450 bandas sonaras y un centenar de obras contemporáneas, se refería a esa dualidad al diferenciar la música aplicada, la que está “al servicio de otro arte más importante”, en alusión a las bandas sonoras, y la absoluta, que él alimentó en sus concertos y cantatas como Per L’ Europa. Esta segunda categoría es “fruto exclusivo de la voluntad del compositor y la propia idea generativa ha de ser pura; es más libre, al menos en teoría”, reflexionaba Ennio, que reconocía que “mi primer amor fue la pintura”, a la que le solía ser infiel con la literatura, ya que siempre se sintió “unido de manera especial” a William Shakespeare.

Morricone ha dejado para la historia un rosario de bandas sonoras ligadas a la memoria popular de varias generaciones, de La misión a Cinema Paradiso, Novecento, Malena, Átame, Saló o Por un puñado de dólares. Aunque siempre deseó pasar a la historia como compositor, y no solo de bandas sonoras, logró conectar con el gran público porque su obra ligada al cine se caracterizó siempre por “el carácter cantable de sus líneas melódicas y a la armonía; siempre son sucesiones de acordes sencillos”, reconocía. De Bertolucci solía decir que “es uno de los mejores directores italianos de la historia”, alababa “la seriedad, el espíritu de trabajo y la honradez” de Pasolini, y de Sergio Leone destacaba que, además de dirigir grandes películas como Érase una vez en América, “reescribió e hizo renacer el western”.

Defensor de la obra de músicos minimalistas y complejos como John Adams, el compositor italiano defendía que “el talento se desarrolla” y que las ideas “se me ocurren cuando menos me lo espero; en cualquier caso, son más cuanto más trabajo”. Siempre negó que “la canción sea un género menor”, aunque él apostara por ofrecer “una forma, una unión” a su trabajo. Springsteen, Metallica, U2, el ex Pink Floyd Roger Waters o Ramones se han mostrado seguidores de su obra. Según Morricone porque, al igual que él, comparten “la necesidad de comunicar” que subyace en todos los músicos, “más profunda aún que la creativa”.

Preocupado en la última etapa de su vida por “la invasión y alta difusión de algunas músicas”, Morricone explicaba que “a las nuevas generaciones se les ofrece tanta cantidad y variedad que difícilmente puede manejarse para saber cómo y qué elegir”. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, alabó ayer “el genio artístico del maestro” porque “nos hizo soñar, emocionarnos y reflexionar”. Modesto, cuando era presentado como uno de los compositores más influyentes del siglo XX, él negaba la mayor. “Se necesitan años, quizás siglos, antes de que se pueda afirmar algo semejante. Podemos afirmar que un compositor gusta, que comunica con la gente, y punto. Si además comunica con mucha, todavía mejor”, explicaba.