- La vida de Danny Trejo es algo que ni Hollywood podría haber imaginado. De drogadicto y criminal juvenil a figura del cine y activista, el actor latino presenta ahora su documental biográfico Inmate #1 y asegura a Efe que sigue intentando remediar los errores de su tortuoso pasado. “Es una de las razones por las que sigo trabajando, para corregirlo: tengo muchos remordimientos, cosas que no puedo revertir”, admite. Con uno de los rostros más fieros del cine, que esconde a un tipo entrañable, Trejo (Los Ángeles, 1944) estrena el martes en internet bajo demanda Recluso nº 1: la redención de Danny Trejo. Es un documental que explora cómo un latino que pasó por la cárcel siendo un crío acabó conquistando Hollywood.
“Creo que el documental dará esperanza a los jóvenes”, opina. “He trabajado mucho (como consejero y activista) en centros de detención juvenil, institutos y cárceles. Será una buena herramienta para dejarles ver cómo fue mi vida y luego hacer preguntas (...). Puedes reescribir tu vida: todo lo que necesitas hacer es empezar a ayudar a la gente”, dice. El Trejo generoso y volcado en su comunidad se parece muy poco al adolescente salvaje que dividía su tiempo en Pacoima (EEUU) entre robos y drogas: probó la marihuana a los 8 años y la heroína a los 12. “Mi tío Gilbert era mi héroe”, dice sobre quien le introdujo en el lado más oscuro de su vida. “Siempre tenía un fajo de billetes con una goma (...) Y todos los demás (de ese entorno) eran trabajadores: estaban todos sudorosos. Así que lo otro me atrajo. No me di cuenta de que eso solo dura unos seis o siete meses. Luego vas a la cárcel y no tienes nada. Y ahí es donde terminé”, explica.
Varios años entre rejas en San Quintín o Folsom le pusieron al límite. “Me vi involucrado en una pelea muy fea en la cárcel en la que algunas personas salieron heridas de gravedad. Y nos mandaron al agujero (aislamiento). Recuerdo que le pedía a Dios: Solo déjame morir con dignidad y diré tu nombre cada día (...) Cuando salí, me di cuenta de que había hecho una promesa (...) y empecé a ayudar a la gente”, detalla. Era 1969 cuando abandonó la cárcel y nadie habría profetizado que ese chicano tatuado y campeón de boxeo en prisión se iba a convertir en una estrella del cine. “Cuando estás en la cárcel y sabes que se va a montar un lío en el que muchos saldrán heridos, por dentro estás cagado de miedo pero por fuera tienes que parecer un asesino. Eso es actuar”, resume. “Recuerdo a un director que me dijo: Quiero que tires abajo la puerta, que atraques esa timba de póker y que parezca real. Yo ya había robado en timbas así que eché abajo la puerta, le pegué a un tipo y apunté con una pistola: Te mataré. El director me dijo: Dios mío, Danny. ¿Dónde estudiaste? Y yo dije: Robando en Safeway, Vons...’”, cuenta entre risas.
El aspecto de tipo duro que ha visto de todo le dio sus primeros papeles como extra en los que muchas veces no tenía nombre: solo era preso 1 (de ahí lo de Inmate #1), chicano 1, etc. Se apuntaba a todo (tiene 384 créditos con su nombre en el registro audiovisual IMDb) y a finales de los 80 comenzó a hacerse un hueco hasta que en 1995 llegó su momento con el asesino silencioso de Desperado. Ahí comenzó su idilio con el cineasta latino Roberto Rodríguez, que le convertiría en un icono pop en las irresistibles Machete (2010) y Machete Kills (2013).
“En la cárcel, por dentro estás cagado de miedo, pero por fuera tienes que parecer un asesino. Eso es actuar”
“Es una de las razones por las que sigo; tengo remordimientos, cosas que no puedo revertir”
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