l Ministerio del tiempo llegó ayer en TVE a la última parada de su periplo intertemporal. Un viaje por la historia de España que ha permitido a la audiencia transitar por su pasado, presente y apocalíptico futuro, que se dieron la mano en el último capítulo (que emite hoy HBO) que forjará el destino de los patrulleros del tiempo.

Con dos incógnitas aún en el aire, el secuestro de Julián (Rodolfo Sancho) y el paradero desconocido de Lola (Macarena García), El Ministerio del tiempo alcanzó anoche el último capítulo de una historia ingeniosa y diferente que cautivó a la audiencia desde el primer episodio, allá por 2015. Se habla de final definitivo, pero con El Ministerio del tiempo siempre se pueden dejar puertas abiertas (y nunca mejor dicho) a nuevas dimensiones, a nuevos viajes en el tiempo y, cómo no, a nuevas temporadas.

Javier Olivares, su creador -que escribió la serie junto a su hermano Pablo, que falleció antes del estreno de la ficción tras varios años luchando contra la ELA-, ofreció en la rueda de prensa de presentación de esta cuarta temporada un discurso en el que los términos “adiós”, “cierre” o “definitivo” brillaron por su ausencia: “Hay que hacer la temporada como si fuera la última, pero dejar hilos que, en el futuro y si se te permite, puedan continuar desarrollándose”. De esos hilos que comenzó a tejer junto a su hermano Pablo ha salido una ficción brillante basada en guiones extremadamente ingeniosos, en homenajes a personalidades españolas a las que, por unas circunstancias u otras, quizás no se les había dado demasiado reconocimiento y, sobre todo, en un exquisito rigor.

Un rigor histórico plasmado en el vestuario -cabe destacar que, de media, en cada capítulo se utilizan entre 200 y 250 trajes-, en los diálogos, adaptados a la época que los personajes transitaban, y en el propio atrezzo y localizaciones, infalibles a la hora de sumergir al espectador en la movida madrileña, en la corte de Alfonso XII o en el taller de Pablo Picasso en Francia. Partiendo de sus ingeniosos títulos capitulares -siempre ligados a la palabra tiempo-, cada detalle de esta serie ha servido para mostrar el serio trabajo de Olivares y los suyos para crear un universo de puertas intertemporales que todos y cada uno de sus espectadores han querido cruzar en algún momento.

Alabada por historiadores y entendidos en la materia por su gran carácter divulgativo, la ficción, que “se despide” tras 42 episodios, ha sido capaz de combinar la rigurosidad de un documental histórico con el brío y la frescura de una historia de aventuras protagonizada por unos carismáticos personajes. Es en este punto, en los personajes, en el que la serie se marca un último tanto. La diversidad de caracteres y perfiles de los personajes principales, que se reparten el protagonismo capítulo a capítulo, y las magníficas incorporaciones de personajes capitulares han sido un buen gancho para que el espectador siguiera conectado a la ficción.

Desde los primeros patrulleros, el trío formado por Julián, Amelia (Aura Garrido) y Alonso (Nacho Fresneda), pasando por los pilares básicos del Ministerio -Salvador (Jaime Blanch), Ernesto (Juan Gea), Irene (Cayetana Guillén Cuervo), Angustias (Francesca Piñon) y Velázquez (Julián Villagrán)- hasta las incorporaciones de Pacino (Hugo Silva), Lola y, más recientemente, Carolina (Manuela Vellés), todos han formado una particular familia, la familia ministérica, que ha encandilado al gran público.

Por otra parte, ha sido en esta cuarta temporada cuando la ficción, que ha hecho su particular homenaje a personajes como Miguel de Cervantes, el Cid Campeador, Isabel la Católica, María Pita, Francisco de Goya o Juan Martín Díez El empecinado, entre otros muchos, ha centrado su atención en la historia más reciente. La pintura de la mano de Pablo Picasso, la literatura con Federico García Lorca -un personaje que protagonizó las escenas más emotivas y con más mensaje de la serie-, la cinematografía con Pedro Almodóvar, la ciencia con Emilio Herrera o la importancia de los derechos de la mujer a través de un precioso homenaje a la escritora, abogada y política Clara Campoamor, han sido los ámbitos explorados en esta cuarta entrega, que anoche cerró su ciclo. Un ciclo que puede volver a renovarse, como ocurrió tras la tercera temporada porque, como decía Aura Garrido en una entrevista, El Ministerio es una serie “infinita”. La fuente inagotable de historias, tramas y recursos que es la mente de Olivares augura futuro, y por qué no, pasado y presente, para una serie que ha hecho historia y que ha sentado un precedente en la ficción española.

La ficción, que “se despide” tras 42 episodios, combina el rigor de un documental histórico con el brío de una historia de aventuras