Estoy harto de tus faltas de respeto. Dijo Unai.

No te pongas estupendo. Espabila. Contestó Juantxu.

Te lo digo en serio. Dijo Unai con cara de pocos amigos.

Venga. Amalia medió en la disputa. No me digáis que ahora os vais a enfadar.

Al ver que se retaban durante unos segundos, Amalia les cortó, ¡No seáis críos, joder, vale ya!

Estoy jodido, Juantxu. Pero muy, muy, muy, muy jodido. Y si me quedo aquí es porque no tengo otro lugar. Te agradezco que me hagas el favor. Pero no a costa de que me trates como a una mierda. Y si estás a disgusto, ¡me lo dices! ¡Pero para ya, porque estoy harto de tus chorradas! ¡Toda la vida igual! Me tratas como si yo fuera tu perro faldero. Te crees superior a todo el mundo, pero eres tan cantamañanas como yo. No sé como no te has dado cuenta todavía.

Se hizo un silencio tan perfecto entre los tres que hasta se pudo escuchar de manera limpia el quebrarse de unos cubitos de hielo dentro de una de las bandejas del congelador.

Algo se está descongelando ahí. Creo que no has cerrado bien la puerta. Dijo Amalia mirando el frigorífico.

Juantxu se levantó y comprobó que Amalia tenía razón. Apretó la puerta baja del frigo para cerrarlo herméticamente. Luego subió la rosca de la temperatura un par de grados. El gas refrigerante timbró dentro del condensador del aparato con un ronroneo metálico.

La goma, que está tan gastada que ha perdido apriete. Veinte años conmigo. Dijo un Juantxu con un leve rubor melancólico en su mirar, mientras acariciaba un panel de la nevera como si acariciara una mascota. Le he cogido cariño. Algún día la cambio, pero por ahora me temo que seguirá conmigo. Dijo Juantxu tras volver a la mesa.

¿Os habéis dado cuenta? Dijo maravillada Amalia.

¿De qué? Contestaron Unai y Juantxu al unísono.

De lo que acaba de ocurrir. Amalia tenía la cara resplandenciente.

Unai y Juantxu se cruzaron miradas de absoluto desconcierto.

Hay cosas que no entendéis, que no relacionáis. Son muchas. Estáis tan hundidos en esto que no sois capaces de verlas. Lo que acaba de pasar, por ejemplo. Anoche leímos varios capítulos de esa novela. Yo era la primera vez que lo hacía. Sé que sobre todo tú, Juantxu, la has inspeccionado con lupa, incluso tienes un montón de apuntes sobre ella. Hay claves que has encontrado. Pero no todas. Dijo Amalia.

Eso es evidente. Contestó Juantxu, ¿pero a dónde quieres llegar? Si sabes algo nuevo, no sé a que esperas.

¡Lo que ha pasado ahora! Antes he hablado de Loló, la hermana de Ray. Vosotros, bueno, has sido tú, Juantxu, has dicho que esa persona que en la novela se llama Ray es la conexión que me hace estar con vosotros en esta historia, en este mundo paralelo que alguien escribe a medida que sucede. Y no solo escribe nuestro presente, ha escrito nuestro pasado, bueno, el vuestro, y no sé si escribirá nuestro futuro. Dijo Amalia.

¿En qué te basas para sacar esa conclusión, lo de que puede que escriba nuestro futuro también? Preguntó Unai.

En dos cosas. Unai, tu anoche hiciste lo que él sabía que harías. Subiste al camarote para buscar el disco de Miles Davis. Y hoy, ahora mismo, los tres acabamos de escuchar ese ruido quejumbroso dentro del congelador. El ruido de cubitos de hielo que se agrietan por efecto del calor, porque la puerta se había quedado abierta. Igual que nuestro pensamiento cuando busca soluciones y verdad en todo esto, que se deshiela, se hace agua, muy difícil de capturar, más difícil de lo que cuesta sostener un cubito de hielo donde el agua es compacta. Es un poco como lo del Principio de Incertidumbre de uno de los capítulos. Cuando buscas algo es cuando no lo atrapas. Solo el azar puede conseguirlo. Acabó satisfecha de hablar Amalia.

Pero. Comenzó Juantxu. Me parece muy bien lo del disco. De acuerdo. Pero no veo la relación entre lo del frigo y lo de Loló. Sí, lo que has dicho del pensamiento aguado está clarísimo. Pero ¿qué pinta Loló en todo esto; la hermana de Ray?

Ahí es donde yo quería que llegaras. Dijo Amalia.

Amalia, sigue, por favor. No le hagas caso. Que vas bien. Dijo Unai encantado.

Hablé antes de Loló y al rato, no sé, a los veinte minutos, sonó el crujir de hielos. No me acuerdo de qué capítulo es, pero en la novela hay una parte, no recuerdo cuál, en la que se habla de una película.

Se habla de varias. Dijo incrédulo Juantxu ante esa argumentación que Amalia tejía de manera tan comprensible e incomprensible a la vez.

Sí, se habla de varias. Pero ahora me refiero a una que vieron Arantxa y Loló en La Habana ¿Os acordáis del capítulo?

Sí. Vampiros en La Habana. Dijo presto Unai.

Eso es. Pero antes de ver la peli fueron a Coppelia y pidieron un helado de chocolate las dos. Eso quiere decir que no vieron esa peli que has dicho, Unai. Se trata de una pista falsa, como tantas otras. Vieron Fresa y Chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea. En esa película, Diego, el personaje interpretado por Perugorría, habla con Roco, que así llama a su nevera. Tú antes has acariciado tu nevera como si fuera una mascota o una persona. ¿No lo has hecho?

Sí. Contestó Juantxu. Pero mi nevera no tiene nombre. Se rió Juantxu.

El refrigerador seguía ronroneando.

Voy a probar. Dijo Amalia.

¡Roco! ¡Roco!, gritó Amalia.

Tras los dos gritos, la nevera se silenció de golpe.

Continuará...