- El fotógrafo Jeff Jefferies está confinado en una silla de ruedas en su apartamento de Greenwich Village (Nueva York). Su ventana trasera da a un patio desde donde puede ver los pisos de sus vecinos, que mantienen las ventanas abiertas para intentar paliar los efectos de una intensa ola de calor. Así, desde su atalaya y usando su cámara observa a una extravagante bailarina a la que apoda Miss Torso, a una mujer soltera de mediana edad que él llama Miss Lonelyheart, a un compositor pianista talentoso, soltero y de mediana edad, a varias parejas casadas, a una escultora y a Lars Thorwald, un vendedor ambulante de joyas con una esposa postrada en cama. Una noche, durante una tormenta eléctrica, Jeff escucha a una mujer gritar "¡no!" y luego el sonido de cristales rotos. Más tarde, ve observa a Thorwald saliendo de su departamento y realizar repetidos viajes nocturnos llevando su maletín. A la mañana siguiente, el fotógrafo se da cuenta de que la esposa de Thorwald no está. Entonces empieza a atar cabos. Y con él los espectadores de La ventana indiscreta, película de Alfred Hitchcock estrenada en 1954 y protagonizada por James Stewart y Grace Kelly que refleja lo bien que conocía la psique humana el director inglés. La cinta de suspense ha sido versionada, adaptada y homenajeada en innumerables ocasiones desde entonces, y, sin duda, estos días de confinamiento está inspirando, esperemos que solo en el gesto de mirar, el fisgoneo entre vecinos. Las historias que surjan de ahí ya es cosa de cada cual.
Las consecuencias de la indiscreción están presentes en muchos títulos de la historia del cine. Por ejemplo, Brian de Palma mezcló intriga y erotismo en Doble cuerpo (1984), en el que un actor de películas de clase B que se instala en un apartamento prestado contempla desde su ventana un extraño y morboso espectáculo cada noche. Adolescencia y arresto domiciliario se dan cita en otro tributo, Disturbia, de D.J. Caruso (2007), con Shia Labeouf encarnando a un joven que sospecha que uno de sus vecinos es un asesino en serie.
En un tono más cómico e intelectual propio del cine de Woody Allen nos encontramos con Misterioso asesinato en Manhattan, filme divertidísimo con escenas memorables y diálogos brillantes en el que Diane Keaton da vida a una aburrida ama de casa de Nueva York que cree que su vecino ha matado a su mujer, implicando en las pesquisas a sus amigos. Una de las últimas versiones llegada de Hollywood es La mujer en la ventana, de Joe Wright, en la que Amy Adams interpreta a una doctora con agorafobia que pasa la vida viendo películas clásicas y espíando a sus vecinos, hasta que un día ve algo raro en el hogar de los Russell, una familia a la que todo el barrio toma por ejemplar.
En 2017, Manuel Martín Cuenca estrenó El autor, historia protagonizada por un escritor frustrado (Javier Gutiérrez) que empieza a manipular a sus vecinos para crear su la novela perfecta. Es determinante la escena en la que escucha, a través de la ventana del baño, al matrimonio de al lado. En tono más dramático se desarrolla Aunque tú no lo sepas, de Juan Vicente Córdoba (200). Lucía (Silvia Munt) se cruza con Juan (Gary Piquer) y le sigue hasta su casa, la misma donde, 25 años atrás, con el franquismo agonizando, él la vio por primera vez y se enamoró de ella. Entonces tenían 17 e inventaron un lenguaje común entre sus balcones.
Atmósferas de angustia. Echando mano del humor negro, también podría ser un buen momento para revisitar algunas películas sobre los efectos del aislamiento. Como, por ejemplo, El ángel exterminador, de Luis Buñuel (1963); Papillon, de Franklin J. Schaffner (1973); Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott (1979); El resplandor, de Stanley Kubrick (1980); Das Boot, de Wolfang Petersen (1981); La cosa, de John Carpenter (1982); Cube, de Vicenzo Natali (1997); Enterrado, de Rodrigo Cortés (2010); La trinchera infinita, de Jon Garaño, Mikel Arregi y Jose Mari Goenaga (2019), entre otras.