bilbao - Autor de numerosas obras para orquesta y de más de un centenar de bandas sonoras para cine y televisión, Carmelo Bernaola fue, de hecho, uno de los compositores más representativos de la Generación del 51. “Es uno de los creadores vascos en música más originales de la segunda mitad del siglo XX”, afirma Daniel Moro Vallina. Este doctor en musicología de Oviedo presentó ayer en Bilbao su libro El compositor Carmelo Bernaola (1929-2002), la adaptación de su tesis doctoral que ha sido publicada por la UPV, Eresbil y Musikene.
¿Por qué eligió a Carmelo Bernaola?
-Había una serie de compositores de la Generación del 51, que no habían sido estudiados muy en profundidad, como el compositor vasco. Quería darle un nuevo enfoque, sobre todo, desde el punto de vista del análisis sistemático de su producción y relacionarlo con el contexto socio cultural, incluso ideológico y político de la vanguardia.
¿No había suficientes estudios del compositor vasco?
-Existen varios libros sobre Bernaola, pero son trabajos de corte bastante biográfico y en alguna ocasión, incluso bastante tradicional. Tanto Ángel Medina, quien me dirigió la tesis, como yo, encontramos que había una importante laguna que había que cubrir, que era indagar en la cocina compositiva, una expresión que sirve para explicar cuáles son los recursos técnicos de manera transversal. Además, Bernaola tuvo una carrera de más de 50 años que da pie para entrar en fenómenos coetáneos de la música española. No era solo estudiar su figura, su producción, que es amplísima, sino también el contexto de la época.
¿Cree que fue un compositor reconocido?
-Yo diría que sí, empezó pronto a ser reconocido frente a otros como, por ejemplo, el canario Juan Hidalgo, pionero en tantos sentidos, que fue olvidado por las políticas culturales en los 60 y 70. Bernaola, cuando regresó de Italia, donde estuvo dos años después de haber ganado el Premio Roma, ya empezó a ser reconocido. Su carrera la desarrolló, sobre todo, en Madrid en los años 60, 70, hasta el 81, que es cuando fue a Vitoria a dirigir el Conservatorio Jesús Guridi. Había un núcleo importante, en el que estaba Bernaola, Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Miguel Ángel Coria, y un compositor de más edad y trayectoria que era Gerardo Gombau, que era como el padre de todos. La crítica ve en ese grupo la cabeza descoyante de lo que luego se llamó la Generación del 51. En ese sentido, sí fue un compositor conocido y reconocido. Se nota en el hecho de que pronto se publicaron sus biografías. La primera la firmó Tomás Marco en el año 76, la segunda Antonio Iglesias en el 81, la de García del Busto es posterior... Se puede decir que, frente a otros, fue reconocido, lo cual no quiere decir que fuera fácil para él vivir de la composición académica. De hecho, la música con la que ganó más dinero en los años 70 fue la cabecera del Telediario de la Primera. La pasaban varias veces al día durante varios años, la fuente está en el archivo de la SGAE, y con eso iban ganando dinero tanto Bernaola como un colaborador suyo, Gonzalo Sebastián de Erice. Contactamos con Gonzalo y fue quién nos dio esta información, que también es muy sintomático de cómo vivía un compositor en España.
Realizó numerosas bandas sonoras para cine y televisión, entre ellas las sintonías de ‘Verano azul’ y ‘La clave’.
-Así es, frente a otros que digamos que lo veían como trabajos para ganar dinero, algo secundario, Bernaola siempre se lo tomó muy en serio. Para él el cine y la televisión tenían una gran importancia, como la música sinfónica. Son trabajos de una gran calidad. Él nunca renegó de estos trabajos, como les ha pasado a otros compositores como Luis de Pablo o Cristóbal Halffter.
Y el himno oficial del Athletic...
-La historia del himno oficial parte de los pasacalles Aupa Gaztiak, lo que hizo Bernaola fue coger el Alirón, y a partir de ahí lo orquestó. La letra fue del periodista y crítico de música Antxon Zubikarai. Muchos es lo que más recuerdan de él...
Era uno de sus composiciones de las que se sentía más orgulloso...
-Hay una caricatura conservada en su archivo personal de Madrid en la que aparece ataviado como si fuera un músico del siglo XVIII con la camiseta del Athletic. Él nunca pensó que participar en estas aficiones le convertía en un compositor menos serio. Todo lo contrario. Es más, leí que su afición al Athletic llegaba hasta tal punto que quería que sus cenizas se esparciesen en el estadio de San Mamés, algo que me ha confirmado su viuda.
También toca en su libro aspectos personales del compositor, como que no era nada dado a los convencionalismos...
-Como dice Tomás Marco, era la persona menos apta para visitar despachos. Su fama se debe sobre todo a su música. Pero sí, he querido reflejar también algunos aspectos como su afición por la gastronomía, su vitalidad, su humanidad...
Ha tenido grandes discípulos...
-Ha tenido muchísimos, yo he podido contactar con Zuriñe F. Gerenabarrena, que fue su alumna en Gasteiz, Gabriel Erkoreka... También fue maestro de Juanjo Mena, Sofía Martínez... Realmente no es que crease una escuela, pero tenía una forma de enseñar muy determinada: dejaba total libertad estética, siempre partiendo de un trabajo riguroso.