Vitoria - Llevar a cabo una revisión de lo hecho y caminado en el arte contemporáneo en el País Vasco a lo largo del último cuarto del siglo XX, de ese momento que va desde los primeros pasos de la colección alavesa que hoy custodia Artium a la apertura del museo, con el objetivo de saber valorar mejor ese pasado, comprender el presente y vaticinar las líneas futuras de reflexión y trabajo, todo ello a través de los fondos propios y de los autores cercanos. En pocas palabras, el espacio de la calle Francia -que acaba de rebautizar todas sus salas- quiere que este 2020 su programación transite por esta senda y de ahí la muestra ya abierta de Elena Mendizabal, las propuestas que llegarán en menos de un mes y la exposición que justo ayer se inauguró del artista gasteiztarra Juan Luis Moraza, Gordailua 1987-1988 Depósito, que va a permanecer abierta hasta el 30 de agosto.

Como su propio nombre indica -licencias las justas-, esta nueva presencia de Moraza en Artium toma como eje el depósito de varias esculturas que el creador y doctor en Bellas Artes realizó a la Diputación a través de Pedro San Cristóbal en 1998, así como la donación paralela de otras obras. Eran, y son, piezas, realizadas entre 1987 y 1988, en varios casos inéditas, obras "que hice cuando casi no tenía 30 y ahora miro cuando estoy cerca de los 60", dice con una sonrisa. "Al mirarlas ahora me he dado cuento de lo crudo que está todo, es como una digestión a medio hacer, pero no por una cuestión de edad o de experiencia sino por las propias condiciones en las que las realicé", por ese momento dentro de la escultura y el arte vasco. "Sí percibo que los pensamientos y las reflexiones que luego he ido desarrollando con el paso del tiempo están contenidas aquí".

Son creaciones, y Moraza no lo oculta, que también encierran instantes de "sufrimiento interno" por varias razones, aunque no fuese ésa la razón por la que tomó la decisión de hacer el mencionado depósito a la Diputación. En ese tránsito de la Euskadi industrial a la de servicios, tanto él como otros artistas con talleres en Uribitarte (Bilbao) tuvieron que abandonar aquel espacio. "Yo tiré 1.500 kilos de escultura a la chatarra", una pérdida de la que, por fortuna, hubo obras supervivientes.

A partir de ellas se construye la actual exposición, que supone traer a este 2020 más de 60 piezas muy poco vistas o incluso inéditas, a lo que se une una amplia selección de diagramas, dibujos y textos. Todo ello se distribuye a lo largo de la antigua sala Este Baja ahora rebautizada A3, un espacio que no acogía exposiciones desde hace ya varios años por mor de los efectos de la crisis económica, aunque eso no quiere decir que haya estado cerrada por completo. A la muestra se suman, además, algunas cesiones llegadas, por ejemplo, del MACBA (Barcelona).

Con esos elementos, al visitante se le propone un recorrido por el ayer del propio Moraza pero también por el de una generación de artistas vascos que en la década de los 80 trabajaban en un momento de cambio y reflexión del que el autor habla también de manera extensa en el catálogo editado para la ocasión por parte del museo. "No me gusta hablar del arte como un reflejo del mundo, sino como una refracción" dice el profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo cuando se le pregunta por el hoy, sobre un presente en el que ve a la creación contemporánea como vía para hablar de los "desastres" que genera el ser humano pero también como forma de visibilizar "aportaciones de alternativas".

Con todo, no deja de ser sorprendente que a lo largo de los más de tres lustros en los que Artium ha estado activo, su obra siempre haya estado presente en el museo alavés con referencia al pasado, bien sea a su camino en solitario o al llevado a cabo en el colectivo CVA, perno haya sido posible todavía que el centro proponga una muestra sobre la producción actual del autor, que sonríe cuando es preguntado al respecto. "Siempre estará agradecido a la Diputación por la recepción que tuvo a este depósito y siempre que Artium me ha llamado, he respondido y lo voy a seguir haciendo". Que así sea. De momento, ayer por la tarde protagonizó la inauguración de Gordailua 1987-1988 Depósito y el acostumbrado encuentro con el público, antes de que en breve proponga otra muestra en Madrid. El tiempo no se detiene. La creación tampoco.

De todas formas, en el caso del museo de la capital alavesa, dentro de unas tres semanas, su propuesta y la de Mendizabal se completará con nuevas exposiciones con las que se quiere marcar la línea a seguir en 2020 tras un 2019 en el que unas 90.000 personas pasaron por el espacio.