Cuestionada por sus orígenes, gustos e iniciativas, la exactriz estadounidense Meghan Markle, divorciada y mestiza, ha sido escudriñada y juzgada por la prensa británica desde que en 2016 se confirmó su relación con el príncipe Enrique. La marcha de los duques de Sussex, que plantea interrogantes sobre su futuro papel y financiación con fondos públicos, se debe en parte al acoso ejercido por los periódicos -en su mayoría conservadores y muchos sensacionalistas-, a los que reprochan sus calumnias y ataques misóginos y racistas.
Al confirmar su noviazgo en noviembre de 2016, el príncipe Enrique -él mismo reacio a los medios tras la muerte de su madre, la princesa Diana, en un accidente de coche en París en 1997 cuando era acechada por fotógrafos- condenó “el trato abusivo con connotaciones racistas” dado por los tabloides a Meghan, de padre blanco y madre de raza negra. Días antes el Daily Mail, la cabecera más vendida del país, ironizaba con que la joven era “casi salida de Compton”, cuna de la elite inglesa, en un artículo en el que describía el barrio “tomado por las bandas” en el que vive su madre, Doria Ragland, en Los Ángeles.
Otras informaciones antes y después de que la pareja se casara en mayo de 2018 han incluido acusaciones de su hermanastra por parte de padre, Samantha, tildándola de “desalmada” y “trepa” y reproches de su padre, que admitió haber cobrado dinero. Se ha achacado a Meghan atormentar a Catalina, esposa de Guillermo y a quien se percibe como ajustada al protocolo, y se ha criticado su presunta vulgaridad en el vestuario y los modales, lo que la comunidad negra interpreta como una forma de racismo. Tras el nacimiento de su hijo Archie en mayo de 2019, el locutor de la BBC Danny Baker fue cesado después de tuitear una foto de una pareja con una cría de chimpancé y, en las redes sociales, un joven neonazi, posteriormente detenido, acusó a Enrique de “traidor de la raza blanca”.
“connotaciones coloniales” En octubre, 72 diputadas británicas escribieron a Meghan para solidarizarse por los ataques “con desfasadas connotaciones coloniales” y misóginos que recibe de la prensa. Y en un documental de ITV ese mes, Meghan confesó su sufrimiento por las calumnias y dijo que sus amigos británicos ya la habían advertido de que la prensa amarilla “destruiría” su vida. En un artículo ayer en The New York Times, la autora británica mestiza Afua Hirsch dijo que los negros en el Reino Unido comprenden “por qué Meghan quiere irse”, pues es juzgada con el criterio de una “rígida sociedad clasista” donde “hay una profunda correlación entre privilegio y raza”. La misma escritora admite, no obstante, que muchos británicos de minorías étnicas quedaron “perplejos” por la decisión de la entonces actriz y activista feminista de casarse con un príncipe y entrar así “en el corazón del poder establecido” del Reino Unido.
“victimismo narcisista” La columnista del diario de derechas y monárquico The Daily Telegraph Sherelle Jacobs, también mestiza, asegura que la decisión de los Sussex de dejar sus obligaciones y el país no se debe al racismo, aunque lo haya habido, sino a su deseo de “tenerlo todo”. Considera que la pareja exhibe un “victimismo narcisista” e hipocresía pues, junto con sus deseos de independencia, quiere conservar su mansión real en el castillo inglés de Windsor y la paga que les da el príncipe Carlos, acaba de tomarse siete semanas de vacaciones pagadas y se desplaza en avión privado pese a sus llamamientos a la protección del planeta. Otros columnistas han remarcado que la responsabilidad no es solo de los periodistas, ya que éstos tienen sus fuentes dentro de Palacio que contribuyen a desatar rumores y fomentar rivalidades entre los príncipes.
La secretaria general de la Unión nacional de periodistas del Reino Unido (NUJ, en inglés), Michelle Stanistreet, calificó de “totalmente inaceptable” la aparente exclusión de los corresponsales del Royal Rota de las actividades de los Sussex. Aunque el sistema establecido hace cuarenta años “no es perfecto”, “permite a los periodistas hacer una cobertura de la familia real, una institución mantenida con dinero público”, afirmó en un comunicado. Sin embargo, la campaña Hacked Off, promovida por famosos víctima de escuchas telefónicas ilegales por parte de los medios (como el propio Enrique), alaba la actitud de los duques y señala que la prensa británica “es un poder político al que se debe exigir rendir cuentas”.