Vitoria - Inmersa en el enésimo trabajo interpretativo de su carrera, Belén Rueda se convierte el próximo viernes 25 en el personaje central, junto a Kraken (Javier Rey), de la adaptación a la gran pantalla de El silencio de la ciudad blanca, dirigida por Daniel Calparsoro y rodada tanto en Vitoria como en otros puntos del territorio el pasado verano. “Estoy deseando volver por allí, menos mal que ya queda poco”, sonríe la actriz, sabedora de que justo el día anterior, el 24, se encontrará en la capital alavesa para participar en la proyección especial que se hará en el Europa.
Llega el estreno con su agenda en otras mil cosas. ¿Difícil volver al rodaje, a lo vivido?
-A mí me pasa con todas las películas. Al final, se estrenan como poco un año después. De todas formas, te he de decir que me acuerdo a la perfección del primer día de rodaje. Claro, era el 4 de agosto, justo a la hora en que bajaba Celedón en la plaza de la Virgen Blanca. Se tenía que ver la fiesta, a la gente, la bajada... y no había posibilidad de parar nada, de repetir mucho. Cada toma de ese día tenía que valer sí o sí porque no podías repetir el inicio de las fiestas. ¡Y eso la primera jornada de rodaje! De todas formas, hace poco hemos vuelto a ver toda la película y he recuperado detalles que se habían quedado atrás.
Cuando se hace una versión cinematográfica de una novela de éxito en ventas se encuentra el intérprete con el problema de que cada persona que ha leído el libro tiene su imagen del personaje. ¿Le preocupó eso a la hora de enfrentarse a la subcomisaria Alba?
-Siempre, antes de ponerme con un guión, me gusta hacer un trabajo de investigación del personaje. A través de los productores, localicé a Eva García Sáenz de Urturi, que vive en Alicante, donde yo viví buena parte de mi infancia y juventud. Así que me dije: allá que me voy (risas). Te soy sincera, eso que comentas me preocupaba si a ella le preocupaba, ya que ella es la madre de todo esto. Eva me dijo que lo que le importaba más era ver en la pantalla el alma de Alba o de Unai, porque, para empezar, mi personaje en el libro es morena y con pelo largo, y yo soy rubia con pelo no muy largo (risas). Ahí, en teoría, teníamos una dificultad. A eso se añadía que cuando lees el libro, hay muchas historias en paralelo, pero cuando haces una película, si quieres profundizar en lo que estás contando, tienes que seleccionar y elegir solo uno o dos argumentos. Eso no te permite contar todo lo que has leído en ese libro. Por eso, la gente se va a encontrar con que hay historias que no están relatadas en el filme pero sí que las lleva cada personaje encima sin tener que verbalizarlas. Eso es lo que hemos intentado hacer. Al público hay que decirle que no vaya pensando que va a ver exactamente todo lo que se cuenta en cada página de la novela, pero sí van a sentir aquello que han imaginado.
¿Con qué sensaciones les gustaría que saliera el público de las proyecciones?
-El primer día descubriremos si ha impactado o no. Si impacta es que ha gustado. Esta película va de asesinatos, sí, pero, y Daniel Calparsoro ha trabajado mucho en este sentido, es un filme de personajes, de por qué cada uno hace lo que llega a hacer. No se trata solo de contar que hay alguien arrebatando vidas, que también, sino de ver las razones que llevan a cada uno a comportarse de una manera. Claro, cuando estás en una comedia, si la gente no se ríe, muerte súbita. Y eso lo descubres en el momento. Pero en películas como ésta, el silencio, un sencillo “ah!” que todo el mundo hace a la vez o el ver cómo se mueve el espectador en la butaca en determinados momentos es lo que te da el punto, lo que te puede indicar si el trabajo está consiguiendo lo que se quería. Además, el final de la película es muy impactante. Veremos qué sucede.
Será el resultado de las cinco semanas que se pasaron en Vitoria, grabando casi a cualquier hora del día...
-Me acuerdo mucho del rodaje. Y es verdad, cuando acaban las fiestas en Vitoria no queda ni el Tato (risas). Es una ciudad preciosa y la película nos permite hacer un viaje por Vitoria que es maravilloso. Ademas, poder rodar en lugares y en horarios nada habituales es una suerte. Pudimos trabajar en sitios que, como viandante, no ves o no tienes posibilidad de acceder, y que son espectaculares. Me pasó por ejemplo en la Catedral Nueva, viendo por la noche todos los tejados de la ciudad. Ya quisiera Batman (risas). Además, Calparsoro rueda acción de una manera espectacular. Así que trabajamos mucho pero también tuvimos la oportunidad de rodar sin tener mucho jaleo alrededor. De todas formas, aquí me tienes que permitir que diga algo de la gente de Vitoria. No es que sea generosa, es lo siguiente. Me acuerdo cuando rodamos un día la Procesión de los Faroles, ya pasadas las fiestas. Se prestó todo el mundo y además con un cariño impresionante. Y eso que hacía frío porque por el día pegaba el sol, pero a las noches... Estuvimos varias horas rodando y, sin embargo, la gente fue generosísima y muy cariñosa. Repitieron todas las veces que hizo falta y, además, cuando no era el día de la procesión, que eso es algo que tienes que comprender y respetar al máximo. Ahora, ya te digo que ese momento en la película ha quedado precioso.
Uno de los ejes del libro y de la película es la relación que se establece entre los personajes de Javier Rey y Belén Rueda. ¿Qué tal el trabajo con él?
-Es generosísimo y eso es lo mejor que puedes pedir en un compañero cuando estás rodando. Hay muchas veces que, por tu forma de trabajar, necesitas una concentración o no relacionarte demasiado y yo soy más de otra escuela, de las que piensa que cuanto más te relaciones mejor, sobre todo cuando te encuentras ante personajes que en un momento dado tienen una relación más cercana. La verdad es que fue muy fácil y al mismo tiempo muy intenso, no sólo con él sino también con Aura Garrido, Manolo Solo... Fue uno de esos rodajes en los que dices: ¡sí, que bien! (risas). Tenemos una profesión en la que cambiados de jefe y compañeros cada dos por tres. Y eso te exige saber cómo dar lo mejor de ti mientras te adaptas al contexto de cada momento, a lo que pide cada director y a lo que ofrecen los compañeros. Y en ese sentido, tanto con Javier como con Aura y Manolo fue todo muy, muy sencillo. Cuando tienes una trama como ésta, en la que hay una relación especial o más íntima, si no hay feeling, uff! A ver, se hace, pero es muy complicado. Pero si lo hay, como es el caso, el espectador lo recibe.
Por cierto, ¿qué tal el tiempo que pasó con la Ertzaintza?
-Pues me alegro que me preguntes porque les quiero dar las gracias ya que tuvimos varias charlas con ellos para preparar nuestros personajes, y, desde el principio, la Ertzaintza nos abrió las puertas. Nos ayudaron muchísimo no sólo antes del rodaje sino también durante.