Vitoria - Desde el pasado sábado han convertido al Conservatorio Jesús Guridi es su segunda casa. Desde las nueve de la mañana, las aulas del centro, que en teoría debería estar guardando reposo a la espera del próximo inicio del año académico, asisten a un constante ir y venir de estudiantes y profesores de distintas nacionalidades que un año más han acudido a la llamada del Festival Curso Internacional de Música de Gasteiz. Hasta el domingo, la formación es continua, aunque también hay tiempo para que el público en general se acerque hasta el aula magna para compartir los conciertos gratuitos que lleva a cabo el certamen fundado y dirigido por el clarinetista vitoriano Iñigo Alonso.
Hoy, de hecho, el Dúo Hernando-Morales será el encargado de subir al escenario a las 19.30 horas, el mismo horario que se mantendrá mañana con el Trío Bernaola y que se repetirá el 23, 24 y 25, que será cuando los estudiantes del curso se conviertan también en intérpretes. “Siempre encuentras una reacción buena entre el público. La gente que viene aquí es muy linda y te recibe bien y te apoyan”, apunta el mexicano Roberto Vargas Santoyo, que repite visita a la capital alavesa por tercer año.
Ni él ni Rocío Edith Contreras González, María Fernanda Arenas Marín, Luis Enrique Rivera Contreras, Carlos Alberto Ceballos Villalva e Isela Amacalli del Ángel se separan de sus violas, con las que han cruzado el Atlántico para “aprender lo más que podamos y también para convivir con las personas que encontramos aquí”. “No se trata tanto de venir para cambiar rápidamente en la técnica, sino de conocer otra mentalidad, otra forma de acercarte al instrumento y de aprender”, completa Luis Enrique Rivera Contreras.
Los seis coinciden en que ahí está una de las motivaciones más importantes para afrontar un “viaje larguísimo” hasta Vitoria, ciudad que apenas tienen tiempo de conocer, aunque aprovechan algo las noches. “Quieres sacarle el máximo provecho a esto así que muchos días te quedas hasta tarde estudiando. Es cansado pero también salimos un poco”, describe Roberto. Además, “la gente en el curso es muy amable, te acoge muy bien”, añade Carlos, y es fácil que se establezcan largas conversaciones con estudiantes de otros lugares.
En el caso de los intérpretes mexicanos -y es una tónica general entre el alumnado cada año- la otra motivación fundamental para acudir e invertir parte de sus vacaciones en este maratón formativo es el nombre y la entidad de los profesores que Alonso consigue reunir una edición tras otra. Los seis, por ejemplo, coinciden en la figura de Leo de Neve, que es ya un veterano en esta cita anual a la que viene asistiendo desde su segunda entrega.
“Me gusta mucho enseñar, sea aquí o en cualquier otro sitio. Pero me parece muy interesante acudir a este tipo de cursos porque te encuentras con otras personas y culturas diferentes; me encanta ver cómo la gente joven viene aquí y cómo les puedo ayudar a mejorar en su técnica”, dice, en un perfecto castellano, el intérprete, que tiene claro que “en pocos días se pueden hacer muchas cosas. Cada jornada trabajo con cada alumno de manera individual, aunque ahora, a las nueve de la mañana, lo primero que hago es una clase en grupo en la que hablo de determinados aspectos técnicos porque en el pasado me veía que sin la clase de grupo tenía que repetir lo mismo muchas veces. Así puedo decirlo una vez y las clases individuales son mejores y se pueden hacer otras cosas”, sonríe.
Tiene claro que no es ningún problema, sino todo lo contrario, invertir parte de sus teóricas vacaciones en tomar parte en el curso. “Esto es mi pasión. Me siento muy feliz porque trabajar con jóvenes es muy satisfactorio. Tengo alumnos en todo el mundo y me gusta saber qué es de su vida, cómo van creciendo, cómo van entrando en diferentes orquestas. Me supone mucha alegría”. Aún así, máxime después de tantos años de colaboración con el evento gasteiztarra, también hay tiempo de escaparse algo por la ciudad. “Por las mañanas siempre vengo al conservatorio a pie y procuro no hacer el mismo camino para ver más cosas. Y por las noches también aprovechas, claro. Es una ciudad preciosa pero qué te voy a decir sobre todo de la comida de aquí, es fantástica”.
Entre profesores y alumnos, alrededor de un centenar de personas están estos días protagonizando esta décimo tercera edición de una apuesta que ha ido consolidando su camino a cada paso dado. Una iniciativa que no sólo sirve para ahondar en la formación de los estudiantes o en la organización de los conciertos para el público en general, sino que es, ante todo, un ejercicio de convivencia, un evento para compartir vivencias, experiencias, culturas y conocimientos. No en vano, aquí se reúnen, con la música como vehículo, quienes llegan de distintos puntos de la península (Cádiz, Albacete, Palma de Mallorca, Cuenca...) como de otros países (China, México, Colombia, Guatemala, Argentina, Francia, Bélgica, Italia, Letonia, Irlanda...). Además, como viene haciendo en los últimos años, el curso cuenta con varios estudiantes a los que ha becado en colaboración con la Fundación Vital.
Y aunque la media de edad de los estudiantes suele rondar la veintena, también hay alumnos muy jóvenes, como pasa con el albaceteño Miguel Mediano Martínez. “Vengo para probar porque me gusta tocar el piano”, apunta el intérprete de diez años, que en Vitoria está realizando su primer curso estival. “Me tienen que enseñar técnica” afirma, al tiempo que sostiene que le gustaría ser pianista profesional de mayor aunque sea consciente de la dificultad de compatibilizar el resto del año las clases normales con los estudios en el conservatorio.