madrid - “Pocas veces entendemos el machismo desde el amor. Y pocas veces lo asociamos al lado más femenino que creemos tener. El amor materno muchas veces es machista, y estos patrones que aprendemos sin darnos cuenta los repetimos en las distintas esferas de nuestras vidas. Aprender a amar es un acto político”. Así presenta la joven directora costarricense Antonella Sudassasi su ópera prima El despertar de las hormigas, una cinta que ha pasado con éxito por los festivales de Málaga y Berlín y que llega mañana a las salas españolas.
“La película parece que solo muestra una realidad de Costa Rica pero sería lindísimo si logramos que la gente, indiferentemente de su cultura y su contexto social, se identificase con la protagonista de esta película”, comentaba la realizadora en el Festival de cine de Málaga. Es la historia de Isa (Daniella Valenciano), una modista madre de dos preciosas hijas, a la que vemos días tras día enfrentándose a una realidad en la que ella no es la dueña de sus decisiones; su marido, y su familia política, la presionan para que sea madre de nuevo, para que busque “el varoncito”, pero ella no quiere, ni quiere seguir complaciendo a su entorno pasando por encima de sus convicciones.
Las dos chiquitas y ella misma cuidan su pelo largo para complacer al padre, una metáfora de lo que uno hace por satisfacer a los otros, y un detalle que tiene que ver directamente con el concepto de feminidad. La directora contaba que el hecho de proceder de una familia de mujeres fuertes -desde su abuela paterna, que crió a sus siete hijos sola, a su madre, que tuvo cinco- hizo que sus recuerdos sobre el amor girasen siempre en torno a situaciones o conversaciones con su madre, hermanas, tías o abuelas. De ellas, dice, aprendió a amar con un amor “incondicional y complaciente” que obligaba a estar siempre a disposición de los demás, porque eso era amar de forma “maternal”.
Con El despertar de las hormigas, Sudassasi plantea una reflexión sobre “esas pequeñas acciones cotidianas que nos van enseñando a complacer, servir, atender, estar casadas, ser madres o ser para los demás” y que en nuestra mano está cambiar para dar paso a la lluvia fina del feminismo. Pequeñas acciones, vividas día a día, que nutren una cinta tan pequeña como necesaria, feminista, dulce y reivindicativa. - Efe