- Hace siete años se estrenó en el mundo literario con la publicación de Retrato de un moribundo. Eso sí, su faz de periodista, y las obligaciones que conlleva, ha hecho que su segunda novela no vea la luz hasta ahora. El silencio de Teo (Seurat Ediciones) se está encontrando ya con los lectores, que además este viernes a las 18.30 horas van a tener la oportunidad de encontrarse con el autor en la Casa del Libro.

Hasta donde puede contar, ‘El silencio de Teo’ trata...

-Sobre todo, es una historia sobre la brecha generacional. Es verdad que está narrada alrededor de una crisis política y social, pero fundamentalmente tiene que ver con la relación de Teo y su madre. Teo es un millennial, que en 2015 tiene 30 años. Vive con su madre porque no puede emanciparse. Son dos mundos muy diferentes, dos personas y cada una tiene su historia detrás. Entre ellos hay un muro silencioso. No hablan de las cosas importantes para cada uno como pasa entre tantos padres e hijos. Ese choque generacional es el fundamento de la historia.

¿Hasta qué punto esa situación política y social a la que se refiere, que es la de mediados de esta década, influye en la historia o funciona sólo como contexto?

-Es el contexto, lo que pasa es que la novela empieza por ahí, con un peso grande de lo que está pasando en el mundo y en España. Estamos hablando de 2015, aparece un nuevo partido en la izquierda que es Podemos. Teo ve una forma de cambiar el mundo y su situación. Es una persona muy idealista. Está en Madrid, en un momento de mucha ebullición política y cultural, una situación que su madre no conoce y que no entiende. Ahí está el punto de partida, el arranque de unos primeros capítulos en los que también se ve a ese Teo periodista que vive en precario, que no tiene ningún contrato, que va picando de aquí y de allá. Pero poco a poco, la novela va evolucionando y va ganando presencia la relación que tienen ambos, las historias que tienen detrás. Así, va pasando de ser una novela social a una novela de relaciones, un libro más íntimo y emocional.

¿Qué busca generar en los lectores cuando terminen la novela?

-Me están gustando mucho las reacciones que estoy percibiendo hasta ahora. Una persona me dijo que se había sentido muy identificada como hijo y también como padre. Lo que más me gusta y me emociona es que los lectores acaben la novela y se sientan concernidos, que perciban que han entendido al de enfrente, que han comprendido que, por una cuestión generacional, hay dos formas de ver el mundo diferentes y que vale la pena entender al otro, que es algo que a lo mejor no hacemos en nuestro día a día. Nos perdemos muchas cosas cuando no lo hacemos.

Ahora se critica mucho que los progenitores pretenden dejar de serlo para convertirse en amigos de sus hijos, máxime en unos momentos en los que conceptos unidos a la edad se están estirando mucho y la palabra joven es el ejemplo más claro. ¿La sociedad que retrata la novela no está cambiando justo ahora por completo?

-Si no lo está haciendo, lo hará. Pero siempre hay una pequeña barrera entre padres e hijos porque, al final, llega un momento en el que los hijos rechazan naturalmente a los padres puesto que el mundo cambia y ellos lo ven con ojos diferentes. Eso pasa siempre. Pero mi impresión es que en nuestra generación, esa brecha es más profunda todavía. Miro a las generaciones de mis padres y el mundo que veo yo y quienes me rodean es tan, tan diferente desde cuestiones pequeñas como el consumo o Internet hasta temáticas más grandes como las visiones del mundo, la política, la ecología... Quizá la tecnología ha cambiado muchas cosas, igual que ha influido esta crisis que no sólo es económica sino también social y de valores. En la generación millennial, tan denostada ella, esa brecha, esa incomprensión es todavía más grande. Y hablo de incomprensión por los dos lados. Mi generación y la inmediatamente posterior está viviendo una vida mucho más diferente con respecto a sus padres, que éstos con respecto a los suyos, todo ello agravado por la crisis. Ahí se alimenta la brecha e incluso a veces cierto rencor generacional. Hay jóvenes que sienten que no pueden desarrollar su vida porque la gente que está arriba generacionalmente hace como un pequeño tapón, más aún cuando los jóvenes son menos numéricamente.

Han pasado siete años desde la primera novela, un paréntesis que tiene que ver con su actividad profesional como periodista en Madrid, pero no sé si más allá del paso del tiempo, se ha notado muy diferente a la hora de escribir.

-Las sensaciones han sido muy diferentes. Aquel era un libro mucho más intimista. Era la primera novela que publicaba y era más un experimento. No sé si era demasiado osada. En ésta realmente me di cuenta de que había algo en el ambiente, en el exterior, que en España estaban pasando cosas muy fuertes y me puse a intentar meterme en los pies de otras personas. No sé si es cuestión de un poco de más madurez literaria pero en esta novela me siento más libre y tranquilo. Es una novela en la que cualquiera se puede sentir identificado.

Pero para la tercera no habrá que esperar otros siete años o...

-(Risas) Espero que no. Ya he empezado algunas cosas y tengo algunas ideas... ya veremos. Pero sí te digo que me gustaría escribir algo de Vitoria. El silencio de Teo transcurre en su mayor parte en Madrid, que es una ciudad muy atractiva para escribir porque tiene un montón de submundos. Pero tengo una pequeña espina clavada con Vitoria. Si el trabajo me lo permite, la próxima vez no tardaré tanto.