El pasado 4 de agosto cumplió 95 años, aunque parezca imposible tras pasar unos minutos con la artista vitoriana. “Me ha dado poco tiempo todavía para ver más la ciudad”, sonríe Beatriz Ledesma Gorostiza, aunque el mundo de la escena siempre la conoció y la recordará como Beatriz de Lenclós. Eso sí, “quiero ir a ver donde me bautizaron, a la iglesia de San Miguel. Y ver a la Virgen Blanca, claro”, apunta ante la atenta mirada de su nieto Guillermo.
En realidad, fueron pocos los años que pasó en su ciudad natal, a donde sí volvió para actuar en un par de ocasiones. Siendo pequeña su familia se trasladó a Bilbao, desde donde, con ocho años, llegó a Madrid. Fue allí donde desarrolló una amplia y reconocida trayectoria como vedete, aunque justo antes de casarse, decidió retirarse. “A mi novio le dije: te doy un año, si no, me voy al extranjero. En España ya no quería seguir. Había muchas zancadillas entre las compañeras. Bueno, de hecho, una vez salí al escenario, me la pusieron de verdad y casi me voy encima de un bombo. Así que dije: esto no es para mí. Yo quería casarme y como no lo pude hacer con el primer novio que tuve porque se murió, lo hice con el segundo hombre del que me enamoré”. Fue entonces, a mediados de los años 50, cuando estableció su residencia en Benidorm, lugar al que siempre acudía cuando trabajaba pero en su agenda aparecía un descanso. “Soy vasca. Al 100%. Es mi tierra. Pero siempre he dicho que si me pierdo, que me busquen en Benidorm”, ríe, más allá de que ahora se encuentre viviendo en Altea. “He estado sola muchos años y muy bien, pero la edad... así que ahora estoy con mi hija”.
Desde allí ha vuelto para tomar parte en la gala que ayer por la noche tuvo lugar en el Principal para celebrar los cien años del teatro, más allá de que la fecha del aniversario sea el martes 18. Es la segunda ocasión desde que se retiró que ha vuelto a subirse a un escenario. “La otra vez fue en una fiesta en Benidorm, para cantar una canción”, recuerda quien, a pesar de asegurar que la memoria no le alcanza, tiene muy presente su trayectoria artística, un relato jalonado de anécdotas. “Las primeras actuaciones fueron en la Guerra, ante los milicianos. Por un chusco de pan bailaba la jota aragonesa”. Como les pasó a tantos otros, ella iba al colegio -“uno francés, de monjas, muy bueno”- pero llegó el 36 y el centro se cerró. “Así que me tuve que dedicar al hobby. Mi madre me llevaba a baile y a educarme la voz porque decía: ya que no te vas a sacar una carrera, vamos a por esto, que eres guapa y te gusta bailar”. Sin duda, acertó, “pero me costó porque no se llega sin más, hay que ir poco a poco”.
Señala títulos como Una noche fuera de casa con especial cariño, uno de tantos montajes que le procuraron fama y reconocimiento, además de “muchos admiradores, aunque esté feo que lo diga”. “Había uno muy pesado. Mandaba flores, bombones? siempre con una carta en la que me decía que me quería conocer. Beatriz, yo no quiero nada malo, sólo tomar un café contigo. Una de las veces, me mandó un cesto de orquídeas que era una maravilla. Venía también con nota: si esta noche te pones una orquídea, querrá decir que me vas a dejar conocerte. Mary Santpere, con lo guasona que era, me dijo: espera, que éste no te va a molestar más. Se las puso ella y toda llena de orquídeas salió al escenario”.
Es una de tantas historias atesoradas por una mujer que levantó en su época alguna que otra polémica por usar un bañador de dos piezas en Benidorm y eso que “yo no sabía qué era un bikini”. O cuando “un cura muy cura” de un pueblo aseguró excomulgar a todos los que tomaban parte en La blanca doble “que al parecer estaba subida de tono en el diálogo”. Ella tiene claro que “era mi trabajo”. De hecho, “el otro día estuve en misa”.
Asegura que “hacía de todo un poco y nada grande”, aunque si se le pregunta por si le gustaba más cantar, bailar o actuar, se queda con lo último. “Me ponía muy nerviosa cuando estaba entre bambalinas, pero cuando salía y veía el silencio del público, que la gente atendía, ahí todo iba bien”. Con Madrid como ciudad de residencia y Benidorm como lugar de escape, recorrió toda la península protagonizando varias revistas musicales. “He estado en toda España, aunque no conozco más que el hotel y el teatro de cada sitio. Hacíamos dos funciones por jornada y a veces teníamos ensayo por la mañana”. Una agenda compartida con compañeras que en muchos casos ya no están. “No queda nadie, me las he cargado a todas”, comenta quien fue llamada “la señora de las vedetes, la vedete de las señoras. Me lo gané a pulso”.