Vitoria - De Guatemala a Bangkok, de la huella del trabajo fotoperiodístico a la vivencia de una vía tan singular como en apariencia inhóspita, de Tierra de nadie a Sukhumvit Road, y todo ello sin salir de la Escuela de Artes y Oficios. El programa expositivo del centro suma desde hoy dos nuevas propuestas para el público en general, muestras en las que la fotografía en blanco y negro se convierte en el camino que recorren Luis Soto y Alex Sánchez. Sus creaciones se podrán ver hasta el próximo 25 de enero, aunque durante la época navideña se producirá un paréntesis.
En el caso del fotoperiodista guatemalteco, en Artes y Oficios se pueden ver 49 imágenes de pequeño formato, instantáneas nacidas del acontecer diario dentro del trabajo de Soto. Fotografías captadas con “una cámara de plástico” que hace “un buen registro de la imagen” pero que exige del autor estar, como mucho, a tres metros de lo que se quiere captar. De hecho, a la hora de reproducir el trabajo, él opta por obligar al visitante a tener que acercarse lo más posible.
De esta forma, el creador compone un “retrato de país”, una mirada a Guatemala realizado a lo largo de ocho años de trabajo aunque el camino “sigue abierto”. Manifestaciones, accidentes, actos políticos... se entrelazan en una muestra que ocupa dos de los tres espacios con los que la escuela cuenta para su programa expositivo.
El tercero supone pasar del país latinoamericano a Bangkok, a una ciudad que Sánchez ha visitado en cinco ocasiones desde 2012, siempre teniendo a Sukhumvit Road -uno de los bulevares más largos en Tailandia- como su punto de referencia. Ruido, mezcla, tránsito incesante... caracterizan un lugar de “una armonía increíble”, una situación que llama la atención del fotógrafo, quien intenta reproducir esas extrañas sensaciones en la muestra.
Dos instantáneas de gran tamaño junto a otras seis de formato más normal -“la selección ha sido complicada”- juegan a generar “la sensación de agobio” que puede ocasionar el lugar a quien lo visita, ya sea por primera o quinta vez, una situación a la que se suma el metro que va por encima de la calle y un cableado que se muestra casi como una tela de araña sin fin.