DE Sarrionandia a Atxaga o Xabier Montoia, pasando por Fermín Muguruza, Delorean, WAS, Iñaki Salvador, Joseba Tapia y miles y miles de vascos de varia generaciones. Para ellos, Mikel Laboa es uno (probablemente el mejor) de aquellos precursores que hace medio siglo, con Ez Dok Amairu, se convirtieron en faro de la cultura euskaldun y el euskera, y que hoy sigue vivo a pesar de su muerte hace una década. Lo prueba la revisión de su obra por parte de las nuevas generaciones y una caja con toda su discográfia disponible a un precio módico.

Laboa fue para Sarrionandia “el cantante de los campos de Nunca Jamás”, aquel que “se sienta sobre una piedra, levanta la vista por encima del horizonte y, acompañándose de la guitarra, se pone a cantar”. A cantar y a soñar con la libertad transmutado en pájaro. Porque, como escribió Atxaga, “he construído una jaula para atrapar a Laboa. Pero miro dentro, y no lo veo. Probablemente, se me ha escapado volando”.

El autor de Obabakoak sitúa a Laboa entre aquellos creadores del siglo XX, entre ellos Bertolt Brecht, Paul Celan, John Cage, Picasso, Roy Hart y Joan Brossa, que partieron de “la tradición popular” y utilizaron “los modos expresivos que son propios de los niños y de los locos, de las formas artísticas menospreciadas por la alta sociedad”, para “tratar de sacar al lenguaje de su marasmo, de no usarlo como mero maquillaje y retórica”.

Artista singular y solitario, Laboa sigue sobrevolando libre por las cenizas de la oscura realidad del siglo XXI cada vez que oímos sus canciones. Esas que Elkar ha agrupado en Mikel Laboa: 1934-2008. Diskografia osoa, una coqueta caja/cofre con diseño de su amigo Zumeta que agrupa todas las canciones que grabó el donostiarra enamorado de Yupanki, Cantinflas y Cage. Y a un precio más que módico: 75,95 euros.

tradición y transgresión El objetivo de Elkar con estos 10 CDs y un emotivo documental es “que siempre lo sintamos cerca, iluminando nuestro devenir, sutil y cercano”, explica Anjel Valdés, quien inscribe a Laboa en aquellos pioneros de la cultura euskaldun que partieron de la tradición pero la supieron transgedir “con respeto y pasión”.

Sin Laboa, la eclosión cultural vasca reciente y actual, no solo musical sino también literaria y cinematográfica, no habría sido posible. Y esa pasión y libertad creativa se ha advertido en las últimas décadas con proyectos impulsados por Fermín Muguruza, con Negu Gorriak (nombre tomado de su canción Gaberako aterbea) al frente, el recopilatorio Txerokee (auspiciado por Xabier Montoia y en el que participaron BAP, M-ak, Delirium Tremens, Tapia ta Leturia, Su ta Gar...) o ejemplos recientes como el disco Laboa, de Delorean, que acerca su repertorio a la electrónica.

La caja agrupa la discografía que Laboa editó a partir de 1974, desde Bat-Hiru, hasta su último CD, Xoriek 17, aunque recupera también temas de los singles y EPs de sus inicios, entre ellos Amonatxo, Aurtxo txikia o Egun da Santi Mamiña en su recopilatorio 60ak + 2. Se incluyen también sus dos discos en vivo, así como la grabación de las actuaciones de la entrega póstuma de la Medalla de Oro de la Diputación de Gipuzkoa, en 2008, y un documental que repasa la figura del artista.

Sobrevolar a Laboa es un continuo redescubrimiento de su genio, juvenil pero eterno en su debut, Bat-Hiru, que ya incluía guitarras eléctricas y sintetizadores pero dejaba clásicos con la estética del cantautor en Txoria txori, Haika mutil, Geure bazterrak o Haika mutil. Pero es que, aunque dolorido y enfermo, ese genio sabio pervivía en su despedida, Xoriek? (17), en el que participaron Ordorika, Xabier Montoia o Lisäbo, y dejaba huellas de su fascinación por Sarrionandia, James Joyce, Billie Holiday, Yupanqui o Atxaga.

Y entre ambos, un paisaje abonado con la tradición popular, la adaptación de poetas, de Bertold Bretch al gran Lete, Sarrionandia o J. A. Artze, y la subversión de sus Lekeitioak, repartidos en varios discos. Y clásicos a capela como Kantuz; el inevitable Izarren hautsa, sus guiños al fado, la canción latinoamericana en Piedra y camino, y al tango en Lizardi; la llegada de Iñaki Salvador al piano y el acordeón, y de Josetxo Silguero al saxofón, toda una autopista para la expresión de Laboa; su tributo a Catalunya a través de un poema de Espriu...

Un legado glorioso y vivo que adaptan las nuevas generaciones. Como WAS (antes We are Standard), que en su último disco, Gau ama, añadió samplers de Laboa y txalapartas a su pop bailable. “Queríamos mezclar nuestra cultura con la música de baile. No en vano, en mi familia siempre se ha cantado mucho; y en euskera”, según su líder, Deu Txakartegi. Delorean fue más allá con Laboa, su último trabajo, que tradujo su obra a una electrónica introspectiva. “Destacaría su lado atrevido y su valentía, su intento de hacer música que no había hecho nadie antes. Nosotros nos identificamos más con su lado experimental y loco”, explican.