Son de agradecer las iniciativas artísticas -si son de calidad, obviamente- que se desarrollan fuera de sus contextos habituales: cuando el arte se despliega en la calle, el hecho artístico se entreteje con la vida cotidiana de la ciudadanía sin que ésta tenga que acercarse forzosamente a salas expositivas o museos para entrar en contacto con él. El arte en la calle, por otra parte, hace posible que el espacio público se nutra, se llene de sentido. Funcionando como lugar de comunicación, de intercambio de ideas, de espacio de reflexión. Ingredientes estos cardinales para toda sociedad que se tenga por avanzada. Y más aún en estos tiempos que corren, azotados por los vientos interesados provenientes de los consabidos poderes públicos y privados. La calle se la ha apropiado una oligarquía para conseguir dividendos o votos, resumiendo.
Desde hace unos años, en los dos extremos de la fachada del ala Este del edificio de Artium se despliega un dúo -siempre cambiante- de pancartas de cien metros cuadrados de superficie cada una. Pancartas realizadas por diversos artistas y en las que temáticamente se hace referencia al propio mundo del arte. Se trata de un proyecto que nació en un momento en el que la cultura agonizaba por el efecto de la crisis económica. Era necesario por lo tanto, lanzar un mensaje hacia el exterior, hacia el viandante, en defensa del arte.
Esta semana una nueva pancarta, un nuevo mensaje visual, cuelga de una de las fachadas de Artium. Se trata de una obra realizada por el historietista Mauro Entrialgo que lleva como título La serpientita. Mauro reinterpreta y actualiza en clave de divertimento gráfico pop la conocida obra El Balandrito (1909) de Joaquín Sorolla. Éste es uno de los cuadros más populares de Sorolla y claro ejemplo de su trabajo en el que las sensaciones son las protagonistas. Mauro huye del naturalismo de Sorolla para situarse en su antípoda plasmando el pensamiento mágico del niño retratado.
Artium inicia así un acercamiento a obras maestras de la historia del arte pero desde el cómic. Un acercamiento que tendrá más entregas. El proyecto alternará las propuestas de autores de uno y otro campo (cómic y arte) desde la práctica del apropiacionismo. Es decir: los artistas se apropian de una obra reconocida y reconocible de un afamado autor para realizar su propia versión de ella. Realizando así un tipo de trabajo que cuestiona, valora, desacraliza o critica nuestra consolidada herencia cultural.
La controversia ha acompañado siempre a esta práctica, la del apropiacionismo, pues choca la visión romántica del autor, el genio individual, la propiedad, el sistema de validación del arte, la institución o la propia explotación económica y propone a cambio un diálogo abierto con la historia creando otras narrativas con esas imágenes que forman parte de nuestra memoria cultural. Una práctica que no deja de ser, en definitiva, una herramienta de resistencia a las formas constituidas de poder.