vitoria - La periodista guipuzcoana Ane Irazabal, galardonada el año pasado con los premios Light y Periodismo Vasco por su trabajo en zonas de conflicto, no quiso dejar pasar la oportunidad. La sexta edición de las jornadas de Periodismo a Pie de Calle le permitieron ofrecer, durante una conferencia única, su reflexión acerca de los refugiados.

¿Cómo es el mundo de un periodista ‘freelance’?

-Es mucho más disciplinado de lo que parece. Necesitas mucho trabajo de campo, previo a lo que harás luego. Mucha lectura también. Las personas locales te ayudan bastante. No hay horarios, se trabaja de sol a sol y cuando ya vuelves debes escribir todo lo que has hecho, además del resto de artículos y trabajos. Es caótico, pero me apasiona.

Su conferencia centrada sobre los refugiados sirve a los gasteiztarras de marco de reflexión crítica.

-En la conferencia trato el tema de la cronificación de la crisis de los refugiados, sobre todo de los países en los que yo trabajo. Hemos visto estos últimos años que ha habido muchas llegadas y mi idea es explicar qué ha pasado con todas esas personas que llegan en barcazas a las islas griegas. Pienso que vivimos una cronificación de la crisis en donde los refugiados están condenados al olvido. Somos testigos de muchos campamentos masificados que no conocemos. Eso es muy peligroso. ¿Sabe en qué condiciones se encuentran estas personas?

-(Suspiro) Hay de todo. Muchos niños y menores de edad llegan solos, sin ayudas. Depende. Hay jóvenes que viajan en grupo. La mayoría de las mujeres caen presas de la prostitución. Al no haber ningún tipo de control ni ayuda, ¿qué pasa con los niños y las mujeres, las personas más vulnerables? Por eso muchos caen en la trata de personas, en la prostitución o en redes de tráfico de órganos. Italia, Grecia, Oriente Próximo, Turquía... Son mis ámbitos de trabajo. En cuanto a su situación en Euskadi no puedo decir mucho, no controlo esta zona, pero me gustaría. Aun así, si hablamos de macro números, a nivel de Europa las llegadas han disminuido casi un 70%, algo que no se dice en los discursos de muchos.

¿A qué cree que se debe ese vacío de discurso?

-Creo que lo desconocido siempre nos da miedo a todos, en cualquier situación de la vida. Un trabajo nuevo, amistades nuevas, una ciudad nueva. Todo lo novedoso nos da miedo, es una reacción muy humana. Si a eso le acompañamos que mucha gente de aquí lo está pasando mal, muchas veces a causa de la crisis económica, algo que veo a menudo en Italia, se crea la necesidad de capitalizar un enemigo. Eso es algo que ha sabido hacerlo muy bien la extrema derecha. Ese enemigo es el extranjero que viene de fuera. Yo creo que el auge de la extrema derecha y la llegada masiva de inmigrantes está muy relacionado, porque ha sabido capitalizarla al mostrarla como la razón por la que Europa ya no es segura. Se les tacha de la falta de seguridad y de trabajo, algo que está calando fondo, porque vivimos en una época en la que no importa el fondo. Importa la forma. Importan los titulares. Cuanto más atractivo sea el titular, mejor. Todo eso se suma a la era de las redes sociales: las noticias se consumen muy rápido, algo que afecta a la manera en la que se cuenta este drama.

Debió de sentir muchas emociones distintas al ver a los refugiados tan de cerca.

-Pues sentí mucha impotencia, mucha rabia. Pienso que hemos fallado como sociedad y como seres humanos. Cuando te encuentras a estas personas de frente y te dicen “¿nos puedes ayudar?” te das cuenta de que no puedes hacer absolutamente nada. Puedes contar lo que está pasando, pero hasta ahí puedes llegar.

¿Cuál ha sido el momento más difícil de ver para usted?

-He pasado por muchísimos momentos duros, pero sobre todo creo que lo más doloroso de ver es la vulnerabilidad de las mujeres y los niños. Afecta mucho ver a los menores de edad que viajan solos y que luego se les pierde la pista. Hace ya muchos años tuve la oportunidad de conocer a un niño en Grecia que viajaba con dos amigos. Yo tenía 13 años y a día de hoy muchas veces pienso qué habrá sido de él, qué le habrá ocurrido. Se encontraba totalmente desprotegido. A veces no es que te impacte tanto la muerte, si no la vida. O sea, es verdad que es muy duro ver un cadáver, pero la vida de esas personas que con toda la ilusión del mundo se enfrentan a una situación tan dura es algo que afecta y mucho.

¿Cree que los esfuerzos de Europa son suficientes?

-No, para nada. No estamos respetando la política de acogida de los refugiados, estamos cerrando fronteras... No creo que estemos actuando bien en absoluto. Aún queda mucho trabajo por hacer.