Vitoria - “No espero cambiar la mentalidad de nadie, pero sí, por lo menos, generar una reacción”. Desde ayer hasta el próximo 30 de septiembre, ese es el impulso que busca activar la fotógrafa gasteiztarra Andrea Abáigar entre quienes acudan a la calle Cuchillería y crucen las puertas del Qino. Entre sus paredes se encuentran distribuidas las imágenes que componen el proyecto Destruyendo al Fénix, una propuesta que habla de la libertad del género, de la necesidad de ser lo que uno quiere, y de lo absurdo de los prejuicios de quienes desde su atalaya de poder marcan lo socialmente bueno y malo.

“Este proyecto se realiza con el propósito de visibilizar el género desde la libertad del ser, sin los tabúes ni las respuestas esperadas desde un género previamente asimilado. Cuando naces, eres hombre o mujer con tus roles de hombre y mujer heterosexual. En esta serie lo que hacemos es eliminar los roles de género que la cultura actual te inculca, lo socialmente inmoral lo hacemos normal, y quitamos el miedo al qué dirán. Si dejamos de juzgar a la gente por ser lo que de verdad quiere ser, salen estas fotografías”, apunta la creadora, quien asume que llevar a cabo esta iniciativa ha supuesto “un antes y un después”.

En realidad, aunque sea ahora cuando se abra la exposición, ésta es el resultado de una sesión fotográfica de cinco días llevada a cabo en Bilbao a finales de 2016 con la participación de 43 personas, la gran mayoría sin experiencia alguna en el posado fotográfico. Al finalizar un proyecto anterior, la artista se sintió “amenazada, ignorada e invisibilizada” pero decidió que “no iban a callarme. Me he encontrado a mucho machirulo desde que decidí hacer de la fotografía mi vida que me ha hecho llorar y hacerme pensar que no valía”, así que “harta de morir para renacer de las cenizas” diseñó este Destruyendo al Fénix.

Un camino en el que la primera pieza fundamental fue encontrarse con “la artista del significado y poetisa de la imagen” Marian Puertas. “Ordenó mis ideas, me habló del feminismo, del patriarcado, de la teoría Queer, de la sororidad y nos pusimos a ello”. Ahí otra ayuda fundamental fue la de Eli Urkiola, de su equipo de maquilladores, y de la participación de quienes decidieron ponerse delante de la cámara. “Pusieron todo su alma y nos dejaron alucinadas”, recuerda Abáigar, que a pesar del tiempo transcurrido desde la sesión, rememora “cada una de las historias que nos contamos. En situaciones así es cuando te das cuenta de que no estás sola, de que a muchas nos pasan cosas parecidas y de que esto tiene que cambiar, va a cambiar”.

“Ni se nos valora, ni se nos respeta”, una postura ante la que ella antepone sus imágenes, fotografías que componen esta primera exposición del proyecto que ha sido posible también gracias a la implicación de Foto Ikatz y que toma el relevo a otras muestras realizadas de series como Un mismo lugar, diferentes hormigas e Invisibilidad compartida. De hecho, tirando, en cierto modo, del hilo de esta última propuesta, la autora se encuentra ahora desarrollando otra producción bajo el título de Invisibilidad compartida +. En esta ocasión es el Centro Municipal de Acogida Social (CMAS) de Gasteiz el aliado necesario. “Queremos hacer visibles a los invisibles. Allí hemos encontrado vidas durísimas” de personas que se han puesto frente a la cámara y que también han tenido un contacto directo con artistas de la ciudad. En los próximos meses se podrá ver el resultado.