Es del todo imposible. Son miles las personas, vivencias, momentos, ejercicios, propuestas, charlas... Resumir en este caso no es un arte, es una quimera. Pero es necesario, aunque sea de manera superficial, echar la vista atrás. No sólo sirve para comprender mejor el hoy y visualizar el mañana, como suele decir el tópico. Es imprescindible para poner en valor el camino recorrido y a las personas que lo han construido. Hace 40 años, dentro del proyecto de la cooperativa Denok, se puso en marcha una escuela de teatro que terminó desembocando en el Taller de Artes Escénicas (TAE). Cuatro décadas de formación y cultura que festejar y reivindicar.
En la sede del centro, situada en la calle Reyes Católicos (aunque también se cuentan con instalaciones en Los Molinos), se reúnen con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA Rafa Martín Morante, pieza fundamental en aquellos primeros años para que el proyecto educativo se pusiese en marcha y se desarrollase, junto a Carmen Ruiz Corral y Javier Alkorta Txortas, también miembros de la Denok y fundadores de Porpol, grupo que lleva tres décadas presentándose cada año a la convocatoria que hace la Diputación para la gestión del TAE y ganándola, aunque es evidente que, como ellos mismos dicen (y el sentido común apoya), sería deseable que este mecanismo tuviera una periodicidad algo mayor (por ejemplo, que se renovase cada tres o cuatro años).
Pero antes de pararse en el hoy y de pensar por dónde debe caminar el futuro del proyecto, es imprescindible viajar en el tiempo, a aquella Vitoria de finales de los años 60 y principios de los 70 en la nació el grupo de teatro La Farándula, paso previo esencial para comprender la aparición en 1977 de Denok como un centro teatral integral a imagen y semejanza de experiencias parecidas existentes en Alemania y Francia. El resultado fue una entidad que, al mismo tiempo, era una compañía que producía espectáculos, un ente programador a lo largo del año que también se encargaba de la organización y dirección del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz, una cooperativa que gestionaba un centro de documentación e información teatral y, por si todo esto era poco, un grupo responsable de poner en marcha una escuela de teatro, cuyos primeros cursos se llevaron a cabo en lo que en la actualidad es el Parlamento Vasco.
“En aquellos años sólo había escuelas oficiales en Madrid y Barcelona, y otro centro en Andalucía. Así que reivindicábamos la descentralización de las enseñanzas teatrales”, recuerda Ruiz Corral. “Cuando se formó la cooperativa, desde Madrid vino a Vitoria un bloque de gente, profesionales que en algunos casos estaban vinculados no sólo a la interpretación sino también a la educación puesto que habían dado cursos y clases. Era el caso, por ejemplo, de Juanjo Granda” relata Martín, que fue el único que entró en la Denok “con la condición de estar relacionado con la escuela; quería dejar la interpretación para aprender a ser profesor de teatro y aquí me dieron la oportunidad”. ¿Su primera clase? Hablar de Stanislavski, Brecht y Grotowski.
En esas clases iniciales había 18, 20, 22 alumnos. “Estaba todo menos organizado, eran los primeros balbuceos”, aunque no hubo que esperar mucho, por ejemplo, para empezar a ofrecer formación también a los más pequeños tanto en el Estadio como acudiendo a los centros escolares. “Pero no se daba una lección al uso, sino que el contacto con los niños era a través de actores. Es decir, queríamos hablar del Siglo de Oro y de Lope de Vega, pues se hacía a través de escenas”.
De hecho, ese fue el primer trabajo que tuvo Txortas en la cooperativa, a la que llegó siendo alumno de la escuela. “No me seducía nada la idea de hacer teatro. Pero tenía ganas de dinamizar cosas junto a otros amigos en Araia y entré en un grupo de teatro aficionado que había. Aquello me enganchó de tal manera que a un amigo que se iba un día a Barcelona le pedí que buscase algo, algún libro en el que apoyarnos para poder seguir trabajando en el pueblo. Nos trajo unas fotocopias bajo el título El proceso psicofísico de la creación de un rol. Ahí pensé: esto necesito que me lo explique alguien”. Así encontró a la Denok y a la escuela, que en aquellos momentos desarrollaba su labor en los bajos del colegio Samaniego. “Luego me ofrecieron entrar en la cooperativa porque necesitaban un conductor y a mí siempre se me ha dado muy bien”, ríe.
Proyecto en crecimiento Dentro de la Denok, cada una de las partes se retroalimentaba. Además, aunque la entidad estaba vinculada al Consejo Foral de Cultura, el éxito del Festival hizo que tanto el Gobierno Vaso como el Ayuntamiento de Vitoria mostrasen su interés por colaborar. “Eso supuso más apoyos. Además, en otras ciudades se empezaron a crear escuelas similares y se inició un proceso de reivindicación por la homologación” que, en realidad, no se ha terminado nunca.
Fue en el 79 cuando se inicio un primer curso normalizado, por así decirlo. Desde ahí, la escuela fue construyendo su presente, también contribuyendo a lo que la Denok estaba generando en la ciudad, “un caldo de cultivo con muchos grupos amateur que se reunían mucho, discutían, polemizaban...”. Fue, ya con los 80 en marcha, cuando el Gobierno Vasco decidió crear en Donostia Antzerti, un proyecto para formarse con carácter oficial en artes escénicas. Eran cuatro los cursos que había que hacer, pudiéndose llevara cabo los dos primeros tanto en Bizkaia como en Álava. En el caso del territorio, claro, era la escuela de la cooperativa la referencia. “De hecho, a los profesores nos pagaba el Gobierno”, apunta Ruiz Corral. Eso sí, al Ejecutivo aquella idea le duró dos cursos, al tercero “quiso que todo se centralizase en San Sebastián y que las escuelas, por así decirlo, periféricas desapareciéramos”.
Aquello coincidió con el cierre de la Denok en diciembre de 1983, aunque al poco tiempo nació Porpol. “Nuestra primera vocación era producir espectáculos pero en nuestro ADN pesaba mucho la reivindicación de la recuperación de la escuela”, apunta Txortas, una demanda que tenía su reflejo social más allá de que el espacio formativo estuviera un año cerrado. “Era un momento de muchas reuniones entre la gente del teatro” y a esa necesidad de recuperar el proyecto educativo se unía también el interés por no dejar que el local de propiedad foral ubicado Reyes Católicos -que la Denok ya había usado- se destinase a otros usos que nada tenían que ver con la escena. “Tenía muchos novios y novias”, dice Ruiz Corral.
En ese momento, la compañía Bekereke propuso a Diputación recuperar la senda educativa con un proyecto para hacer un curso a base de talleres monográficos. “Nosotros pedimos que también queríamos participar y que fuera todo más reglado. Así, al año siguiente, hubo una gestión conjunta” entre el grupo y Porpol. Antes del tercer curso, el Ejecutivo foral decidió crear la mencionada convocatoria anual, a la que ambas formaciones se presentaron por separado, siendo la iniciativa de Txortas, Ruiz y su equipo la que salió adelante.
¿Idea necesaria? Ha llovido lo suyo desde entonces. Tanto, que hoy es el día, por ejemplo, que el Gobierno Vasco que creó y cerró Antzerti en Donostia, ha puesto en marcha Dantzerti en Bilbao. “Durante muchos años, Vitoria fue un referente estatal. Nosotros peleamos no ya porque existiera una escuela superior, sino porque ésta se ubicase en Vitoria, pero fue imposible. Las decisiones políticas fueron las que fueron. También reivindicamos que, como en música, se estableciesen grados medios y superiores, pero tampoco ha podido ser nunca”, se lamenta Ruiz Corral.
No en vano, entre los tres recuerdan no pocas veces en las que el sector ha querido ir hacia lo que consideraba mejor, encontrándose frente a las intenciones políticas. Y aparecen en la conversación momentos como la construcción de la sede del Conservatorio Jesús Guridi, donde se solicitó ubicar la escuela de teatro. O aquel proyecto del Ayuntamiento, ya en este siglo, para ubicar en una parcela de Lakua que hoy sigue vacía un edificio en forma de U que iban a compartir el Conservatorio de Danza José Uruñuela y el TAE. O...
Pero más allá de esas y otras circunstancias, los tres coinciden al señalar que el proyecto sigue teniendo sentido. “Una escuela de teatro igual no influye en la vida cultural de una ciudad, pero mejor que exista a que no”, sonríe Martín. “Cuando lo vives desde dentro hay tantas razones para seguir como alumnos. Vas conociendo a la gente y sabes quién tiene la intención de dar pasos para formarse profesionalmente y quién no tiene esa intención, pero está interesado en venir aquí porque encuentra su motivación: igual porque se va a dedicar a un grupo amateur; o porque se ha jubilado y quiere recuperar lo que en su día tuvo que dejar; o porque asiste al teatro y le entusiasma; o porque es comercial y le viene bien conocer y desarrollar determinadas herramientas para su trabajo; o porque...”, describe Txortas, quien también apunta que “hay un terreno que hoy se trabaja mucho en la escuela y que no tiene que ver con la profesionalización. Nos sucede con los niños y los jóvenes, chavales, por ejemplo, con problemas de bullying, que no encuentran un espacio donde socializar pero que aquí sí se sienten capaces. Y se podrían poner otros ejemplos. Todas esas situaciones a nosotros nos ha cambiado la mirada. Hacemos teatro con todo lo que eso supone”.
En este sentido, Martín remarca que “el gran acierto para que el TAE se mantenga está en que Porpol ha sabido abrir la escuela a otros frentes. En los primeros años, la gente entraba para ser actor o actriz. Pero eso ha cambiado. Y la gente joven también ha cambiado”. La sociedad en general lo ha hecho. Lo ejemplifica Ruiz Corral al recordar que hace no tanto “nos llegó a llamar alguna madre con un disgusto tremendo porque su hija, que era alumna nuestra, se quería dedicar al teatro. Ahora, con la crisis y el paro, los progenitores saben que sus hijos pueden acabar sin trabajo hagan lo que hagan. Además, ven que en la televisión hay cada vez más producciones y esto no se les hace tan raro como antes”.
“Cuando te metes en la profesionalización, las vas a pasar canutas en muchos momentos, pero la capacidad que adquieres para buscarte la vida, para pelear, para tener objetivos claros e ir a por ellos aunque en el camino tengas que servir copas, es una herramienta muy importante. En la incertidumbre actual, esto es un valor. Igual que la creatividad. El teatro tiene mucho que aportar” comenta Txortas, a lo que su compañera en Porpol añade que “se nota mucho la capacidad que tiene el teatro de hacer gente más abierta consigo misma. Aquí vienen personas, por ejemplo, físicamente encogidas y les vas viendo cómo se van poniendo de pie, pero no porque den clases de expresión corporal o de danza, sino porque van cogiendo una autoestima de la que al principio ni se dan cuenta. El teatro es juego. Si te pones a jugar, algún día lo pasarás mal porque igual te toca algo sensible, pero se te van a abrir muchas perspectivas”.
El futuro Dentro de este análisis, los actuales gestores del proyecto ven dos líneas de actuación a desarrollar en los próximos años. Por un lado, la potenciación de iniciativas relacionadas con el “teatro como método de evolución personal, social”. Dentro de este contexto, como explica Txortas, “estamos intentando poner en marcha un proyecto con un centro de educación de adultos en el que cual hay un altísimo porcentaje de población migrante”, así como personas en situación de desempleo y otras características. “¿Qué haces antes determinadas situaciones si lo único de lo que sabes es de teatro? Pues teatro”. Además, se quiere recuperar y potenciar la esencia del TAE como lugar no sólo de formación sino también de encuentro. “Por aquí han pasado personas como Fernando Arrabal, Albert Boadella, Miguel Narros, Kiti Mánver... que han venido a mantener charlas abiertas, no sólo con los alumnos”.
Sin embargo, en ambos casos y en lo que respecta a la marcha del centro en general, el “primer problema” ante el que se encuentra la escuela es la falta de recursos. “En 2012 tuvimos un 40% menos de presupuesto, por ejemplo. ¿Qué haces? ¿cierras? No, te echas a las espaldas todo el proyecto. Hoy, nos estamos acercando un poco a la orilla y recuperando un poquito el aliento pero estamos muy por debajo de las cuentas de hace diez años. Así, la mirada al futuro es una mirada con un cierto lastre porque las dificultades siguen siendo enormes”.
Aún así, y con la esperanza de que la situación cambie de verdad y desde el compromiso a futuro, el TAE sigue su camino, 40 años de formación y cultura para celebrar y valorar. Cuatro décadas con infinidad de alumnos, pero también con unos cuantos profesores que fueron y son. “Si hay algún truco pasa por la empatía. También por el respecto y por saber qué quieres hacer. A partir de ahí, sólo queda trabajar y trabajar. La enseñanza es muy gratificante pero también es muy sacrificada, cuesta”, dice Martín Morante.
En parecidos términos se expresan Ruiz Corral y Txortas a la hora de hablar de ese papel del maestro. Términos como paciencia, creatividad, trabajo, evolución, responsabilidad... se mezclan siempre partiendo de una base fundamental: cada una de las personas que acude a ellos es un universo en sí misma. “El teatro hace la vida mejor”, sentencia Ruiz.
De eso, no cabe duda. Los tres lo saben bien puesto que aunque aquí se han reunido con DNA para hablar del TAE y de estos 40 años, cada una de sus trayectorias culturales en diferentes facetas daría para... Pero al igual que con lo sucedido en la escuela en este tiempo, es imposible resumir tanto en estas líneas. Así que sólo queda valorar lo caminado y celebrar lo que vendrá.