Vitoria - “No es una historia confortable, de eso no hay duda, pero no es un espectáculo duro, tremendista. Es duro por lo que trata, no por cómo se lleva a cabo”, explica Fernando Bernués. Lo que se busca no es morbo sino acercarse a una realidad, por desgracia, cotidiana ante la que en demasiadas ocasiones se mira para otro lado. Eso sí, en La casa de la llave a la violencia que sufren tantas y tantas mujeres no se mira a través de los ojos directos de las víctimas, sino de tres trabajadoras sociales que desarrollan su labor en una casa de emergencia y otra de acogida. Tres personajes nacidos de una única voz, del poemario que, con el mismo título, publicó hace algo más de una década Mada Alderete Vincent.

El libro está compuesto por textos que se escribieron en una casa de acogida para mujeres víctimas de la violencia en la provincia de Madrid, entre 2002 y 2006. Es este punto de partida el que Tanttaka toma para llevar a escena este diálogo a tres en el que, además, la huella musical que, en directo, deja Ainara LeGardon termina por configurar una obra de emociones, verdades y pensamientos.

Dentro de la programación invierno-primavera, el Principal abre sus puertas hoy y mañana a este montaje, aunque esta noche lo hará para recibir la versión en euskera, mientras que, 24 horas después, se podrá ver la pieza en castellano. En los dos casos, a partir de las 20.30 horas, quedan entradas a la venta.

Mireia Gabilondo, Vito Rogado y Ainhoa Aierbe ponen voz a estas tres trabajadoras sociales, a través de las cuales, la compañía vasca quiere “ir más allá del hecho periodístico, puntual, que es como, por lo general, nos acercamos a la violencia de género”. Es decir, traspasar el instante para adentrarse en la teórica rutina de quien no conoce, porque no le dejan, lo que significa la normalidad a través de quienes ayudan a ese tránsito entre el infierno y un futuro lleno de incertidumbres.

Sin escapar a los momentos de humor, sabiendo aprovechar los recursos visuales y sonoros, queriendo generar una atmósfera específica y emocional, cada una de las tres es testigo de lo que otras mujeres pasan desde su propia posición vital: “hay una de ellas que es más analítica; a otra le puede el intento de ser positiva, de tirar hacia adelante; y la tercera, como verá el público, es una mujer que sabe en primera persona lo que es el maltrato”.

Desde estas premisas, Tanttaka desarrolla el segundo de los espectáculos que conforman su trilogía sobre la violencia, un camino iniciado con Soka que se completará con una próxima producción. Por ahora, La casa de la llave pide paso.