cuando Terry Gilliam finalizó el pasado año el rodaje de su largometraje El hombre que mató a Don Quijote, puso fin de alguna manera a la maldición que arrastraba consigo desde que en el 2000 se viese obligado a suspender su rodaje en las Bardenas Reales. ¿Los motivos? Desde lluvias que se llevaron consigo el equipo técnico, hasta aviones militares sobrevolando el set e imposibilitaban la toma de audio. Ahora, 18 años después, el filme se encuentra a las puertas de su estreno en cines, pero Gilliam reconoce que ha alterado tanto el guion que ya se trata de otro largometraje. Esta es solo una de las 40 películas que nunca verás y que José A. Zamora ha recogido en una completa e ilustrada publicación.
Entre estas 40 películas, dos proyectos tuvieron Navarra como escenario, y, curiosamente, cuentan con el mismo protagonista: el mencionado El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam; y el filme Don Quijote, de Orson Welles, cuyo rodaje tuvo lugar en la capital navarra, en 1961 y en plenos Sanfermines. “Fueron 40, pero podían haber sido 80”, apunta José Antonio Zamora (Madrid, 1969), que fue eligiendo los proyectos protagonistas conforme avanzaba su investigación, de dos años de duración. “Mientras investigaba, no tardé en darme cuenta de que las películas inacabadas pertenecen a un universo aparte en el que la leyenda tiene más vigencia que la realidad”, comenta.
Una de ellas es El viaje de Mastorna, de Federico Fellini (1965-1976), cineasta supersticioso por excelencia. El proyecto arrancó tras un incidente del italiano a bordo de un avión que se salió de la pista aterrizando, pero la película jamás terminó de realizarse, tras un primer parón, con escenarios construidos y casting cerrado, por orden directa de Fellini; y como carpetazo final, una simple llamada de teléfono: “Fellini y su equipo estaban en una reunión y él recibió una llamada de teléfono. Descolgó y no dijo una sola palabra, y al colgar anunció que El viaje de Mastorna se había acabado. Nadie sabe quién le llamó”.
Con menos leyenda y más dosis de realidad, la que no permitió que sus proyectos saliesen adelante, Charles Chaplin se despidió de su idea de rodar La segunda vida de Napoleón (1934-1935) -que terminó siendo el germen de El gran dictador-, pese a su reconocido interés por el militar y gobernante francés, compartido con Stanley Kubrick, que tampoco vio crecer su película Napoleón, un proyecto que no pasó del papel. Mismo resultado tuvieron los Beatles cuando en 1973 propusieron a Apple Films rodar El señor de los anillos, ya que eran fans de la novela de Tolkien. Plantearon la idea a Kubrick y se dirigieron personalmente a Tolkien, pero el proyecto quedó en un cajón. “El disco habría tenido buenas canciones”, ironizó Peter Jackson, años después.
Con el título Jirafas en ensalada de lomos de caballo, la historia que en 1937 quiso compartir Dalí con los hermanos Marx prometía delirio, y mucho. Sin embargo, los ejecutivos de la MGM lo rechazaron rotundamente y el guion cayó en el olvido, aunque la fundación Gala-Salvador alberga bocetos inéditos y un manuscrito sobre el proyecto.
Por el camino, el mexicano Alejandro Jodorowsky no revolucionó la ciencia ficción con Dune en 1974, y aunque Jerry Lewis terminó la accidentada El día que el payaso lloró -tras alterar el guion y hacerse cargo de la totalidad de la película cuando le abandonó su productor-, guardó la única copia del filme en una caja fuerte, donde sigue a día de hoy.
el san fermín de orson welles El príncipe de los sueños es la leyenda que acompaña a Orson Welles, con cuatro películas recogidas en el libro: It’s all true (1942), The deep (1966-1969), The other side of the wind (1970) y Don Quijote (1957-1992), rodada en Navarra.
Sin plan de rodaje definido, ni guion, ni apenas equipo técnico y con un solo actor, Akim Tamiroff, que interpretaba a Sancho Panza, se plantó Orson Welles en Pamplona en julio de 1961, para rodar Don Quijote, al abrigo y bullicio de San Fermín, tras conseguir suficiente dinero para continuar el rodaje de la película. Fueron 35 años de su vida para un filme que nunca quiso terminar. “Tuvo claro que era una película que le iba a acompañar a lo largo de su vida”, apunta Zamora. Prueba de ello es que no reveló a nadie el método de etiquetado para el montaje, ya que según manifestó el propio Welles, no quería que la terminasen cuando él muriese.
Sin embargo, su asistente Jesús Franco la montó, ya que se consideraba capacitado para ello, pero el resultado fue un fracaso: “Hizo una chapuza, se proyectó en el festival de Cannes y recibió abucheos masivos. La película, de dos horas de duración, ensambla un 30% de lo que filmó Welles. En el metraje, además, puede verse como si de un documento sociológico se tratase, 17 minutos de la Pamplona de 1961, casi un pueblo, “con un modo de celebrar la fiesta más inocente”, en pleno franquismo y con “muchos policías por todas partes manteniendo el orden”.
La otra cara Navarra es El hombre que mató a Don Quijote cuyo rodaje se retomó el pasado año en las localidades de Gallipienzo y Martín de Unx, materializaba el sueño de Terry Gilliam y terminaba con su maldición: inundaciones, retiradas de dinero por parte de los inversores e incluso la muerte de los dos actores que iban a interpretar a Quijote, John Hurt y Jean Rochefort. El actor que ha protagonizado el filme, Jonathan Pryce, también participó en el fallido rodaje del 2000 y el único que ha repetido.
El libro recoge otras seis películas terminadas, pero que “fueron arrebatadas a sus creadores y terminaron siendo algo completamente diferente a lo que debió ser”, continua Zamora. Es el caso de Tora! Tora! Tora!, sobre el ataque a Pearl Harbour y que casi acaba con la carrera y vida de Akira Kurosawa: tras ser despedido el 23 de diciembre de 1968 por la Fox por su comportamiento, Kurosawa intentó suicidarse en Tokio.
Célebres son también Juego con la muerte, la película póstuma de Bruce Lee que desencadenó su leyenda en 1972; o La promesa de Shanghai (1995-1998), que hubiese sido la cuarta película de Víctor Erice, pero las desavenencias con su productor derivaron en su marcha del proyecto y dio paso a que Fernando Trueba rodase un filme completamente diferente.
películas vivas Escribir este libro ha implicado para Zamora descubrir que “el lado oscuro del mundo del cine es mucho más luminoso de lo que nos han contado” y que “todas estas historias no contienen solo fracaso y amargura”, sino que “están repletas de ilusión y ganas; y aún hoy en día todas ellas mantienen su vigencia”. No en vano, cada cierto tiempo “aparece alguien decidido a estrenar La otra cara del viento”, de Welles; o a “financiar Megalopolis, la última locura de Francis Ford Coppola que tuvo la mala suerte empezar a filmar el 11-S”.
Se trata, al fin y al cabo, de un libro vivo y prueba de ello será el estreno de El hombre que mató a Don Quijote, sobre el que Zamora bromeó con que se incendiase el cine la noche anterior: no es fácil quitarse la etiqueta de película maldita.