Con Las cosas como fueron: Poesía completa, 1974-2017 (Tusquets) bajo el brazo, Eloy Sánchez Rosillo acude esta semana desde su Murcia natal hasta la capital alavesa para hablar de su trayectoria, compartir sus creaciones y mirar, junto a los lectores, a la poesía. Será este viernes a las 19.30 horas, siendo el acceso gratuito.
Pudiera dar la impresión de que publicar una recopilación como ‘Las cosas como fueron: Poesía completa, 1974-2017’ es una manera de decir: hasta aquí he llegado.
-No, es solamente un alto en el camino, un balance hasta el momento presente. El poeta, o por lo menos es mi caso, ni siquiera escribe libros, hace poemas. Cada uno es una unidad con sentido en sí mismo. Sólo que cuando tienes un número suficiente, los agrupas en un libro, que adquiere, misteriosamente, un sentido unitario. Conforme uno va escribiendo y publicando, llega un momento en el que, sobre todo pensando en el lector, se hacen estas recopilaciones para facilitar la lectura, para que todo esté en un único volumen. De todas formas, para mí, que nunca he creído que las cosas sean inamovibles, estos trabajos también son una oportunidad para tratar de mejorar ciertas cuestiones que aparecen cuando uno relee sus poemas. A veces te encuentras con detalles que no te terminan de convencer o que te parecen mejorables con el paso del tiempo. Es lo que he hecho en este caso, revisar todos mis libros y hacer las enmiendas que he creído convenientes.
¿Pero es necesario poner límites a esa autocrítica?
-Por supuesto hay que tener un equilibrio y muchísimo cuidado a la hora de corregir algo del pasado. En caso contrario, lo que puedes terminar haciendo, en vez de arreglar, es estropear. Pero no creo que eso sea algo común, salvo que llegues al extremo de lo que le sucedía a Juan Ramón Jiménez, que siempre quería estar rehaciendo. Además, en su caso no se trataba de cambiar una palabra o una coma, sino de introducir cambios por completo en toda la poesía que había escrito en su vida, que fue mucha. Eso es un exceso. Pero sí hay una forma de hacer que, entiendo, es más razonable. Al final, la poesía que uno escribe es como tu casa. Pasa el tiempo y la vivienda sufre sus deterioros. Así que terminas llamando a alguien para que arregle, por ejemplo, esa pequeña grieta que ha aparecido en una pared. No pasa nada. Acuden, lo reforman y ya está. Incluso puede que quede mejor que antes. Eso es lo que hay que hacer con tus poemas, pero siempre con moderación y, sobre todo, con los ojos muy abiertos. Si no, puede suceder lo contrario de lo que uno pretende.
A pesar de esta recopilación de su obra, seguro que sigue creando.
-Por supuesto. De hecho, tengo en mente un nuevo libro, aunque no sé todavía el tiempo que tardará en concluirse. La poesía no es predecible. Lo mismo terminas un libro en dos meses que en tres años. Más allá de esto, el poeta nunca tiene que dar su trayectoria por finalizada hasta que el tiempo no lo decida. No es cosa tuya. El poema viene de no sabemos dónde y, a pesar de ti, se escribe. Así que si siguen viniendo, los recibiré de muy buen grado y los seguiré poniendo en el papel. Así que Las cosas como fueron: Poesía completa, 1974-2017 no significa que no vaya a publicar más. Bueno, toquemos madera (risas).
La publicación de este título o de cualquier otro conlleva también realizar estos encuentros con el público. ¿Ayuda la experiencia como docente o no tiene nada que ver estar en una clase en la universidad con estas citas con los lectores?
-Nada que ver. La poesía y la docencia son dos cosas diferentes. La poesía es lo más hermoso que le puede suceder a uno. Dar clases es una profesión. Incluso le diría que el profesor puede perjudicar al poeta.
¿En qué sentido?
-El profesor no le puede enseñar nada al poeta por muchas cosas que sepa. El poeta sí que le puede enseñar al profesor. O, por lo menos, le debería poder enseñar, como mínimo, a ser humano, sencillo y a escapar de la retórica y del engreimiento en los que, con frecuencia, los profesores solemos caer.
¿No cree que la cultura está desapareciendo de manera alarmante de la educación reglada en los ciclos anteriores a la universidad, que es donde usted trabaja?
-No sólo pasa eso la enseñanza primaria y media. En la superior o universitaria está sucediendo lo mismo. La enseñanza se ha degradado de tal forma que no veo soluciones ya. Que en una facultad de letras se tienda a eliminar el latín, el griego y la filosofía nos debería hacer preguntarnos en qué mundo estamos porque parece que la universidad sólo está para expedir títulos baratos aunque para los alumnos sea muy caro el pagarse los estudios.
Si se encontrase con ese Eloy Sánchez Rosillo del 72 o el 73, antes de publicar sus primeros poemas, ¿qué le aconsejaría?
-En poesía nunca se pueden dar consejos, ni de los mayores a lo más jóvenes ni al contrario. Como decíamos antes, cada poema es una obra individual y completa, que no depende de uno sino que se hace a pesar de uno. En ese proceso, no hay consejos posibles porque no hay una única forma de hacer, una fórmula. Cada poema es una aventura y tiene su propio camino, una senda única que se borra cuando el poema está terminado. Lo único que podría decirle a aquel muchacho que fui es que siempre sea auténtico. Es algo que ya tenía presente entonces. No hay que tener prisas, hay que hacer las cosas con toda la conciencia, poniendo el alma en cada palabra. Dentro y fuera de la poesía, en la vida hay que andar con autenticidad y con los ojos y oídos abiertos asombrándose de la maravilla que es el mundo.