Vitoria - Amplia es la lista de músicos y proyectos en los que ha colaborado por medio mundo sin olvidar, por supuesto, sus propias propuestas, materializadas en los discos Raíces en colores y Nostalgia cubana, aunque una tercera referencia está cerca de hacerse realidad. Incluso desde Cuba su camino ha pasado por Vitoria a través de Madrid gracias a su participación en los dos últimos álbumes del gasteiztarra Pablo Martín Caminero. “Te puedo asegurar que los dos trabajos son realmente muy hermosos, se merecen un lugar importante en la historia del jazz europeo. Es un honor y un privilegio que Pablo haya contado conmigo”, asegura el saxofonista Ariel Bringuez.
Tras estar con la pianista Marta Sánchez -otra intérprete que en la capital alavesa ha dejado en más de una ocasión su huella- en Málaga este pasado fin de semana, el músico ya mira al próximo domingo 19, cuando junto a sus compañeros de Sandunguismo Ilustrado actuará en el Dazz. En concreto, la cita en el espacio de la calle Cuchillería será a partir de las 19.00 horas, siendo la entrada gratuita hasta completar el aforo. Junto a él (que también tocará la percusión, la kalimba y aportará su voz) estarán Kumar Sublevao-Beat (voz, sampler, percusión y kalimba), Roberto Pacheco (trombón, loops, percusión y voz) e Israel Sandoval (voz y guitarra). “Aquí no cabe el afán de protagonismo o el yo voy primero y mi idea vale más”, apunta el intérprete.
Bien al contrario, la propuesta de este cuarteto pasa por dos ideas básicas, prescindiendo de etiquetar su sonido como jazz fusión u otras denominaciones similares. Por un lado, partiendo de la pasión activa por la poesía tanto de Bringuez como de Kumar, la formación toma como un punto de partida “el poder de la palabra”. Por otro, fiel a la idea de la composición instantánea de los temas según se van tocando en directo, la banda apuesta por transitar por todo el abanico que hay entre lo étnico y lo electrónico. “Nos vamos construyendo sobre esos principios para ir generando capas pensando en una composición en tiempo real, instantánea y colectiva. Más que notas, en cada canción seguimos un concepto. Somos músicos que nos juntamos para ver si podemos transformar el ambiente. Es casi una experiencia mística, aunque no quiero que esto suene pretencioso”, ríe el intérprete.
Al final, se trata de “improvisar teniendo en cuenta que cada uno tenemos nuestras herramientas y experiencias. Eso nos da momentos que son pura poesía, o instantes en los que aparece más el hip hop y lo electrónico, o situaciones que son más bailables porque al final somos cubanos y allí o bailas o te desheredan”. Detrás de este concepto está el hecho de querer “crear algo que sirva de armonización de la realidad que estamos viviendo. La gente, cuando viene a un concierto, te da lo mejor que tiene, que es su atención. Al público hay que darle las gracias porque nos da su presencia pero sobre todo su atención. Eso es un privilegio. La pregunta es: ¿nosotros, como artistas, qué hacemos con ese privilegio que estamos disfrutando? ¿qué cauce le damos? Pues estamos viendo cómo respondemos a esas cuestiones, sabiendo que queremos dar a la gente un poco de poesía”, más allá de que hoy la palabra esté “degradada; la utilizamos para una mera comunicación sin más, sin darle el valor que tiene”.
En este punto, de todas formas, el saxofonista remarca todavía más el papel del público. “Hacemos una obra en directo. Hay muy poca escrita y lo que ofrecemos es una composición instantánea. En función de la respuesta de la gente, por tanto, sabemos el camino por el que podemos seguir de manera más acertada. Al público no necesitas preguntarle. Vale con abrir los ojos y los sentidos para saber cómo está reaccionando a lo que le ofreces”. Por ello, Bringuez confía en que las personas que acudan al Dazz el domingo lleguen con una predisposición diferente que con respecto a otros conciertos: “me gustaría que la gente, más que venir a escucharnos, viniera a sentirnos”.
No en vano, el saxofonista se muestra especialmente agradecido por la invitación del local de la calle Cuchillería. “Hay que agradecer el trabajo que se hace en favor de la música en directo, sobre todo por espacios como éste, con una actitud y una agenda tan activa. La música es necesaria en cualquier tiempo, pero en especial para éste que estamos viviendo. Hay muchas cosas convulsas que nos distancian y el arte es necesario como unificador de la esencia del ser humano. Sin el arte, todo sería mucho más caótico de lo que es”.
Sin descanso A Gasteiz, el intérprete llega, además, con su próximo álbum en mente, un disco en el que reunirá canciones dedicadas a músicos de fuera del jazz que le han marcado, desde Camarón hasta Jimmy Hendrix pasando por The Beatles, por ejemplo. Influencias de un camino que no ha parado de hacerse en los escenarios desde que Bringuez tenía 17 años.
En ese ir y venir, ha conectado con compañeros muy diferentes, incluyendo su participación, bajo la batuta de Chucho Valdés, en Irakere, “por donde han pasado Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Mario Félix El Indio... es decir, músicos representativos de varias generaciones de la música cubana, de la forma de entender el jazz desde la isla. Claro, participar en eso es un privilegio, ya no sólo por la cuestión musical, que también, sino por la experiencia en sí y por lo que supone que Chucho te llame ya que te está mirando y piensa que puedes aportar”.
En este sentido, el saxofonista explica que ve la música “como una forma de contar dónde pongo los ojos en la vida. El arte es un cauce asombroso para transmitir y compartir con otras personas. Es una alegría en la que vas conociendo gente. Compartir y conectar es algo increíble. Te llevas mucho de los sitios, de la gente, de las culturas...”.