Con el fin del verano acercándose, se reanudan los lanzamientos discográficos tras dos meses de paralización estival. Dos de ellos alternan veteranía y juventud a ritmo de blues y folk-rock. El veterano George Thorogood, sin The Destroyers, debuta en solitario con Party of one, un sentido y clásico disco de homenaje a los viejos bluesmen, mientras que el jovencísimo Jake Bugg se rodea de estrellas como Rick Rubin, Dan Auerbach e instrumentistas maduros en Hearts that strain.

Autor de clásicos roqueros como Bad to the bone y Ride till I die, con los que ha vendido casi 16 millones de copias, Thorogood firma una fiesta en solitario con quince canciones de blues (clásicas y modernas), producidas por Jim Gaines (colaborador en sus discos más conocidos) y editadas en Rounder Records, el sello de raíces con el que fichó en 1976 para grabar tres álbumes que lanzarían su carrera junto a The Destroyers.

“Es un proyecto que se retrasó demasiado. Quizá debería haber sido el primer álbum que debería haber hecho”, explica el cantante y guitarrista, que en los temas acústicos se ocupa de guitarras, dobro y slide. “Después de tocar con la banda durante tantos años, tuve que replanteármelo todo para poder hacerle justicia a este proyecto”, prosigue antes de recalcar que “este disco es lo que fui, soy y siempre seré”.

El repertorio de Party of one se mueve entre la caricia acústica de Soft spot (firmado por Gary Nicholson y Allen Shamblin) y Wang dang doodle (de Willie Dixon y con armónica) y la electricidad contenida en I’m a steady rollin’ man (Robert Johnson) y libre y salvaje en Tallahassee women (John Hammond Jr.) o Got to move. Y entre temas exitosos, como los míticos No expectations (The Rolling Stones) y One bourbon, one scotch, one beer (John Lee Hooker), a otros menos conocidos de la discografía de autores insignes como Dylan, Elmore James, Johnny Cash, Hank Williams...

mocoso británico A sus solo 23 años, el mocoso Jake Bugg es ya un veterano que publica esta semana su cuarto disco, Heart that strain, ofreciendo otro giro más en una carrera que le convirtió en número 1 en Gran Bretaña con su debut, en 2012. El éxito fue más moderado con Shangri-La y algunos ven en el siguiente, In my own, como un resbalón en su carrera porque dejó el sonido retro (entre el folk y el rock) para experimentar en alguna canción con ritmos bailables y el rap. En un nuevo giro y nuevamente con el apoyo del productor Rick Rubin, firma un disco corto (36 minutos) que grabó en Nashville, en apenas tres semanas y con colaboraciones de Dan Auerbach (The Black Keys) y dos veteranos, Bobby Woods y Gene Chrisman, músicos que tocaron en temas como Dusty in Memphis, de Dusty Springfield, o Suspicious mind e In The Guetto, de Elvis Presley.

Bugg vuelve a la esencia, a una sonoridad electro-acústica y de tono retro que mezcla rock y folk en medios tiempos dulces como el acústico How soon the dawn, con armónica y ecos californianos, en Southern rain (con mandolina y steel guitar) y en la magnífica Every colour in the world, con evidentes guiños al country, “un estilo que siempre me ha gustado”, dice. Destacan también piezas eléctricas, herederas del folk británico, como In the event of my demise e Indigo blue, así como la roquera y primitiva Burn alone o los vientos y cuerdas de la orquestal Waiting, a dúo con Noah Cyrus, hermana de Miley.